Extracto del Proyecto y explicación del programa del partido socialdemócrata (Lenin, 1895)

EXTRACTO DEL PROYECTO Y EXPLICACIÓN DEL PROGRAMA DEL PARTIDO SOCIALDEMÓCRATA

Proyecto de programa

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B. 1. El Partido Socialdemócrata de Rusia declara que su tarea es ayudar en esta lucha de la clase obrera rusa desarrollando la conciencia de clase de los obreros, contribuyendo a su organización y señalando las tareas y los objetivos de la lucha.

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Explicación del programa

B. 1. Este punto del programa es el más importante, el principal, pues muestra cuál debe ser la actividad del partido que defiende los intereses de la clase obrera y la de todos los obreros conscientes. Señala cómo la aspiración al socialismo, la voluntad de eliminar la eterna explotación del hombre por el nombre, debe estar ligada al movimiento popular que engendran las condiciones de vida creadas por la aparición de las grandes fábricas.

Por su actividad, el partido debe contribuir a la lucha de clase de los obreros. La tarea del partido consiste, no en inventar procedimientos novedosos para ayudar a los obreros, sino en adherir a su movimiento y llevarle ideas esclarecedoras, en ayudar a los obreros en la lucha que han iniciado. El partido debe defender los intereses de los obreros, representar los de todo el movimiento obrero. ¿Cómo debe, pues, manifestarse la ayuda a los obreros en lucha?

El programa dice que esta ayuda debe consistir, en primer término, en desarrollar la conciencia de clase de los obreros. Ya hemos visto cómo la lucha de éstos contra los fabricantes se convierte en una lucha de clase del proletariado contra la burguesía.

De lo que hemos visto se desprende qué debe entenderse por conciencia de clase de los obreros. Esta conciencia de clase es la comprensión, por su parte, de que el único medio para mejorar su situación y lograr su liberación, es la lucha contra la clase de los capitalistas y fabricantes, clase que se origina con la aparición de las grandes fábricas. Luego, tener conciencia de clase significa comprender que los intereses de todos ellos, en un país determinado, son idénticos, solidarios; que todos ellos constituyen una sola clase, una clase aparte respecto de las demás de la sociedad. Conciencia de clase de los obreros quiere decir, por último, que éstos comprendan que para lograr sus objetivos les es indispensable influir en los asuntos de Estado, tal como lo han hecho y siguen haciéndolo los terratenientes y capitalistas.

¿Cómo llegan los obreros a la comprensión de todo esto? La adquieren constantemente a cada paso de la misma lucha que ya han iniciado contra los fabricantes y que se desarrolla cada vez más, se torna más áspera e incorpora a un número creciente de obreros, a medida que se desarrollan las grandes fábricas. Hubo un tiempo en que la hostilidad de los obreros contra el capital se traducía solamente en un vago sentimiento de odio contra sus explotadores, en una noción confusa de la opresión de que eran objeto y de su esclavitud y en el deseo de vengarse de los capitalistas. La lucha se expresaba entonces en levantamientos aislados de los obreros, durante los cuales destruían los edificios, rompían las máquinas, apaleaban a los directores de las fábricas, etc. Esta fue la primera forma, la forma inicial del movimiento obrero, y fue necesaria por cuanto el odio al capitalista siempre y en todas partes, constituyó el primer impulso tendiente a despertar en los obreros la necesidad de defenderse. Pero el movimiento obrero ruso ha superado esta forma inicial. En lugar del odio confuso hacia el capitalista, los obreros han comenzado ya a comprender el antagonismo que existe entre la clase de los obreros y la de los capitalistas. En lugar del vago sentimiento de opresión han empezado ya a discernir sobre cómo y por qué medios, precisamente, los oprime el capital; y se alzan contra esta o aquella forma de sojuzgamiento, oponiendo una barrera a la presión del capital, defendiéndose de la codicia del capitalista. En lugar de la venganza contra los capitalistas, pasan ahora a la lucha por obtener concesiones: comienzan a plantear a la clase de los capitalistas una reivindicación tras otra y a reclamar para sí el mejoramiento de las condiciones de trabajo, el aumento de los salarios, la reducción de la jornada de trabajo. Cada huelga concentra toda la atención y todos los esfuerzos de los obreros, ya en una, ya en otra de las condiciones en que vive la clase obrera. Cada huelga suscita la discusión sobre esas condiciones, ayuda a los obreros a juzgarlas, a comprender cómo se traduce en esa oportunidad la presión del capital, cómo se puede luchar contra ella. Cada huelga enriquece con una nueva experiencia a toda la clase obrera. Si tiene éxito, sirve para mostrar la fuerza de la unión de los obreros y estimula a los demás a seguir el ejemplo de sus compañeros. Si fracasa, provoca la discusión de las causas de la derrota y la búsqueda de mejores métodos de lucha. Esta transición que se inicia ahora en toda Rusia, hacia la lucha indeclinable de los obreros por sus necesidades esenciales, hacia la lucha por arrancar concesiones, por obtener mejores condiciones de vida, de salario, y una reducción en la jornada de trabajo, marca el enorme paso adelante dado por los obreros rusos; y, por eso, a esta lucha y a cómo contribuir a la misma deben dedicar su atención principal el Partido Socialdemócrata y todos los obreros conscientes. La ayuda a los obreros debe consistir en señalar las necesidades más apremiantes, por cuya satisfacción debe lucharse, analizar las causas que agravan la situación de tales o cuales obreros, explicar las leyes y reglamentaciones fabriles, cuya violación (y las tramoyas fraudulentas de los capitalistas) somete a los obreros tan a menudo, a un doble saqueo. Debe consistir en señalar con la mayor exactitud y precisión posibles las reivindicaciones de los obreros y hacerlas públicas, en escoger el mejor momento para resistir, elegir la mejor forma de lucha, estudiar la posición y las fuerzas de ambos bandos en lucha, analizar si no existe la posibilidad de una forma de lucha aun mejor (como podría ser una carta al fabricante o una denuncia ante el inspector o el médico, según las circunstancias, si no conviene recurrir directamente a la huelga, etc.).

Hemos dicho que el paso de los obreros rusos a esta forma de lucha muestra que han dado un gran paso adelante. Esta lucha sitúa al movimiento obrero en el buen camino, y es garantía de futuros éxitos. En esta lucha, las masas obreras aprenden, en primer lugar, a reconocer y analizar, uno tras otro, los métodos de explotación capitalista, a comprenderlos, tanto en relación con la ley, como con sus propias condiciones de vida y con los intereses de la clase de los capitalistas. Al examinar las diversas formas y casos de explotación, los obreros aprenden a entender el sentido y la esencia de la explotación en su conjunto, aprenden a entender el régimen social basado en la explotación del trabajo por el capital. En segundo lugar, en esta lucha, los obreros ponen a prueba sus fuerzas, aprenden a unirse, a entender la necesidad y el valor de dicha unión. La ampliación de la lucha y la frecuencia de los choques conducen inevitablemente a una extensión aun mayor de aquélla, al desarrollo del sentimiento de unidad, al espíritu de solidaridad, en primer término entre los obreros de una localidad determinada, después entre los de todo el país, entre toda la clase obrera. En tercer lugar, esa lucha desarrolla la conciencia política de los obreros. La masa obrera se ve colocada, por sus propias condiciones de vida, en una situación tal, que no tiene tiempo ni posibilidad para meditar acerca de cualquier clase de problemas de orden nacional. Pero la lucha de los obreros contra los fabricantes por sus necesidades cotidianas hace, por sí sola y en forma inevitable, que tropiecen con problemas nacionales y políticos, con problemas relativos a la forma en que se gobierna el Estado ruso, cómo se promulgan las leyes y reglamentaciones, y a qué intereses sirven. Cada conflicto en una fábrica lleva necesariamente a los obreros a enfrentarse con las leyes y con los representantes del poder estatal. Escuchan entonces por primera vez «discursos políticos». Para empezar, los obreros comprenden, aunque sólo sea por las explicaciones de los propios inspectores del trabajo, que la artimaña mediante la cual el patrono los oprime está basada en el exacto cumplimiento de las disposiciones aprobadas por las autoridades correspondientes, que conceden al fabricante libertad para explotar a los obreros a su arbitrio; o que la expoliación a que aquél los somete es perfectamente legal, y que, por lo tanto, no hace más que ejercer un derecho establecido en tal o cual ley sancionada y protegida por el poder estatal. A las explicaciones políticas de los señores inspectores se agregan, a veces, «explicaciones políticas», aun más útiles, del señor ministro quien recuerda a los obreros que deben sustentar sentimientos de «amor cristiano» para con los fabricantes, por los millones que éstos ganan a expensas del trabajo de los obreros. Después, a estas explicaciones de los representantes del poder estatal y a la forma directa en que los obreros conocen en beneficio de quiénes actúa este poder, se agregan aun los volantes u otra clase de explicaciones de los socialistas, de suerte que durante una huelga de este tipo, reciben una educación política completa. Aprenden a entender, no sólo cuáles son los intereses particulares de la clase obrera, sino también el lugar particular que ésta ocupa dentro del Estado. He aquí, pues, en qué debe consistir la ayuda que oí Partido Socialdemócrata puede prestar a la lucha de clase de los obreros: en desarrollar su conciencia de clase contribuyendo a la lucha que realizan por sus necesidades esenciales.

La segunda forma de ayuda debe consistir, como lo dice el programa, en contribuir a la organización de los obreros. La lucha que acabamos de describir exige que estén organizados. Esto es necesario tanto para una huelga, a fin de conducirla con mayor éxito, como para la recaudación de fondos en favor de los huelguistas, para la organización de cajas mutuales y para la propaganda entre los obreros; para la difusión entre los mismos de volantes, comunicados, llamamientos, etc. La organización es más necesaria aun para defenderse contra las persecuciones de la policía y de la gendarmería, para proteger de éstas todos los vínculos y contactos entre los obreros, para proporcionarles libros, folletos, periódicos, etc. La ayuda en todos estos aspectos: tal es la segunda tarea del partido.

La tercera consiste en señalar el verdadero objetivo de la lucha, o sea, esclarecer a los obreros en qué consiste la explotación del trabajo por el capital, sobre qué se mantiene, de qué modo la propiedad privada sobre la tierra y los instrumentos de trabajo condena a las masas obreras a la miseria, las obliga a vender su trabajo a los capitalistas y a entregarles gratuitamente todo el excedente creado por su trabajo después de producir lo necesario para subsistir; en explicar, luego, cómo esta explotación conduce inevitablemente a la lucha de clase de los obreros contra los capitalistas, cuáles son las condiciones de dicha lucha y su objetivo final: en una palabra, en explicar todo lo que, en forma concisa, se señala en el programa.

Lenin y el movimiento sindical (A. Losovsky)

Texto extraído de Labor Herald Librery nº 14 (1925). Losovsky, miembro del P.O.S.D.R. desde 1901 y bolchevique desde 1904, vive exiliado en París entre 1908 y 1917. Hacia 1914 se distancia políticamente del partido bolchevique, al que se reintegra tras su retorno a Rusia en 1917, en plena revolución. Tras ser expulsado del partido en enero de 1918, por sus tempranas críticas a la política seguida, pidió el reingreso a finales de 1919. Su posterior fidelidad a Stalin, incluso durante la Segunda Guerra Mundial, no impidió que fuera arrestado en 1949, acusado de conspiración judía,  y ejecutado en la conocida como la «noche de los poetas asesinados». Su experiencia en el movimiento sindicalista francés le llevó a ocupar el cargo de secretario general de la Internacional Sindical Roja en 1921.

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I.

Al leer las obras de Lenin, al examinar los frutos de sus treinta años de actividad, se consigue ver que lo que Vladimir Ilich ha hecho representa un todo integral, y que solo condicionalmente se puede extraer de allí una cuestión particular y verla en sus secciones horizontales. Para entender claramente la actitud de Lenin hacia el movimiento sindical, su enfoque hacia sus diversos asuntos y tareas, debemos considerar principalmente las condiciones del momento en que Lenin apareció como figura política. Entró en la escena en los años noventa, cuando en Rusia el movimiento sindical apenas comenzaba a surgir y los líderes del movimiento obrero ruso se enfrentaban sobre todo con la cuestión de cómo poner en movimiento a las masas trabajadoras, las únicas que tenían el poder de destruir el mal principal, la autocracia.

La postura inicial de Lenin sobre las cuestiones relacionadas con el movimiento sindical debe verse principalmente desde el ángulo de la condición histórica del movimiento obrero de Rusia a principios de los noventa. Nos equivocaríamos al pensar que las opiniones de Lenin sobre las cuestiones sindicales no sufrieron cambios durante los 25-30 años de su actividad. Esto querría decir que Lenin aprendió muy poco de una lucha de clases en constante crecimiento. Lenin no solo enseñó, sino que también estudió. Vio aquellos procesos del movimiento obrero que permanecían oscuros para las bases y hasta para muchos de sus líderes. Al mismo tiempo que hacía un pronóstico determinado y con frecuencia anticipaba acontecimientos, aprendía de estos acontecimientos. Un análisis correcto de los acontecimientos, la capacidad de extraer lecciones de ellos y de encontrar una base para la acción de clase, fueron las peculiaridades más características del genio político de Lenin.Continue Reading

Los comunistas y las luchas obreras: ¿Qué hacer?, ayer y hoy

El Programa Comunista nº 40, enero-junio 1982.

¿Cómo conquistar una influencia sobre la clase obrera cuando se ve lo reducidas que son las vanguardias que buscan la vía de la emancipación del yugo del capitalismo y la debilidad de las fuerzas del partido? ¿En qué consiste esta influencia? ¿Cómo arrancar a la clase obrera de las garras de la política social-imperialista, reformista y democrática, cuando se encara un adversario con una formidable capacidad de «recuperar» las reacciones inmediatas a la explotación y opresión capitalistas? ¿Qué relación hay entre la participación en las luchas obreras suscitadas por las necesidades inmediatas –luchas que tienden a profundizarse y generalizarse en respuesta a los sismos económicos que se suceden con frecuencia e intensidad crecientes– y la prosecución del fin revolucionario de los comunistas que aún se ve tan lejano?

Esta es una serie de preguntas que se plantean legítimamente los militantes comunistas. Ellos han luchado durante largos y negros decenios por mantener intactas las armas teóricas del comunismo revolucionario, en condiciones extremadamente des favorables que brindaban escasas posibilidades a una participa­ción regular en las luchas obreras. Hoy, que esta participación se hace más continua y sistemática, deben volver a aprender, en consecuencia, el lazo viviente que existe entre teoría y acción.

Estas mismas preguntas se plantean los proletarios combativos y los revolucionarios que estos últimos años se han encontrado frente a las respuestas aportadas por una «extrema iz­quierda» ya completamente alineada con el reformismo obrero y que sirve de infantería a las burocracias sindicales, y frente a aquellas dadas por grupos que a menudo reaccionan contra este curso, penoso pero previsible, con una especie de «fuga hacia a delante» en la propaganda revolucionaria y que vuelven la espalda a una lucha inmediata que muchas veces les ha decepcionado debido a la escasez de resultados significativos que ésta ha dado por sí misma.

Ahora bien, hoy se tiende a buscar la respuesta a todas estas preguntas en Lenin y, en particular, en su célebre ¿Qué Hacer? Pero también se recurre a él para justificar tal o cual respuesta falsa e incluso decididamente oportunista. En estas condiciones, nos parece útil volver nosotros también a Le­nin y retomar sus escritos más importantes del periodo 1895­-1905, sin excluir por ello otros posteriores, para explicar así su verdadera significación, con la que coincidimos totalmente, como lo demostrarán además las frecuentes comparaciones con los textos clásicos de nuestra corriente.Continue Reading

Lenin y la «aristocracia obrera»

Lenin and the “Aristocracy of Labor”, Eric Hobsbawm (Monthly Review Vol.21 nº 11, abril 1970).

Este breve ensayo es una contribución a la discusión acerca del pensamiento de Lenin, en el centenario de su nacimiento. Se trata de un tema que un marxista británico puede tratar de manera bastante adecuada, dado que el concepto de la “aristocracia obrera” Lenin lo extrajo claramente de la historia del capitalismo británico del siglo XIX. Sus referencias concretas a la “aristocracia del trabajo” como un estrato de la clase obrera parecen derivarse exclusivamente del caso británico (aunque en sus notas sobre el imperialismo también señala un fenómeno similar en las zonas “blancas” del Imperio británico). El término en sí mismo deriva casi seguro del pasaje de Engels escrito en 1885, incluido en su introducción a la edición de 1892 de La situación de la clase obrera en Inglaterra en 1844, en el que dice que los grandes sindicatos ingleses forman “una aristocracia entre la clase obrera”.

La frase se pude atribuir a Engels, pero el concepto era bastante familiar en el debate político-social de la Inglaterra de aquella época, particularmente en la década de 1880. Era algo generalmente aceptado que la clase obrera británica de este periodo incluía un estrato favorecido (una minoría numéricamente amplia) al que se solía identificar con los “artesanos” (esto es, los trabajadores y hombres de oficio cualificados), y más especialmente con aquellos organizados en sindicatos u otras organizaciones obreras. Es en este sentido que los observadores extranjeros también empleaban el término, por ejemplo Schulze-Gaevernitz, al que Lenin cita con aprobación en este punto en su conocido octavo capítulo de Imperialismo. Esta acostumbrada identificación no era completamente acertada, pero, al igual que el empleo del concepto de un estrato superior de la clase obrera, reflejaba una evidente realidad social. Ni Marx ni Engels ni Lenin inventaron la aristocracia obrera. Su existencia era ya bastante evidente en la Gran Bretaña de la segunda mitad del siglo XIX. Es más, si existía en algún sitio más, era claramente mucho menos visible y significativa. Lenin asumía que hasta el periodo imperialista, no existió en ningún sitio más.Continue Reading