Los dos métodos de la política sindical (Rosa Luxemburgo, 1907)

Publicado originalmente en Die Neue Zeit, 24 de octubre 1907 (vol. I, nº 4). Traducido del inglés.

El nuevo acuerdo salarial al que ha llegado el sindicato de impresores aparentemente no tiene ninguna relación con las deliberaciones de la conferencia del Partido celebrada en Mannheim, pero visto más de cerca se puede considerar que constituye un riguroso comentario acerca de ésta. En Alemania, el sindicato de impresores hace tiempo que es visto como modelo de la fuerza y el éxito que puede lograr una organización proletaria en la esfera económica en la medida en que permanezca dentro del “terreno positivo” de los intereses cotidianos de los obreros y se cierre prudentemente en banda a las tentaciones del “romanticismo revolucionario”. A través de su historia, desde su voluntaria aceptación de las disposiciones que la reacción impuso con las leyes anti-socialistas hasta este último acuerdo salarial, el Sindicato Alemán de Impresores constituye la clásica expresión de esa política sindical que prefiere la paz a la lucha, los acuerdos con el capitalismo al conflicto, la neutralidad política al abierto apoyo al Partido Socialdemócrata, y que, llena de desprecio hacia el “fanatismo” revolucionario, tiene su modelo ideal en los sindicatos de tipo inglés. Ha sido necesario mucho tiempo, pero hoy los frutos de semejante política se han vuelto obvios incluso para los más miopes. Durante décadas, el espléndido estado de la tesorería, las seguras condiciones de vida, las condiciones de trabajo relativamente favorables y la larga paz que reinó en el oficio, parecían constituir el mejor testimonio de los métodos de los impresores. Hoy, con el nuevo acuerdo salarial, todo este espléndido edificio parece que se ha derrumbado de golpe. En lugar de un éxito económico excepcional, los impresores, a pesar de toda su tenacidad, perseverancia, discreción y moderación, y a pesar del espléndido estado de su organización y de sus fondos, finalmente han permitido que el capital les dicte unas condiciones tan vergonzosas que una ola general de indignación está recorriendo las filas de esta sociedad de sangre normalmente fría. No obstante, para poder evaluar adecuadamente y en su completa dimensión el fiasco del llamémosle método inglés de política sindical, debemos comparar el reciente acuerdo salarial del Sindicato Alemán de Impresores con los últimos logros de los impresores rusos, lo cual equivale a comparar los frutos de largas décadas de trabajo pacífico con el resultado de tan solo un año de agitación revolucionaria.

El sindicato de impresores de Rusia es relativamente nuevo, como la mayor parte de sindicatos rusos. El memorable alzamiento del proletariado de Petersburgo el 22 de enero de 1905, y las posteriores series de huelgas masivas que se apoderaron de todas las ciudades industriales y de todos los oficios de cada ciudad, proporcionaron el ímpetu necesario para una febril lucha sindical en todas las áreas, y ligado a ello, para la formación, el establecimiento y el crecimiento de los sindicatos. El aumento de los sindicatos se llevó a cabo, y aún se lleva a cabo, en medio de la lucha política, en medio de batallas callejeras, bajo un implacable diluvio de detenciones, sentencias de prisión, juicios, castigos disciplinarios, en medio del terrible desempleo, y a pesar de las frecuentes carnicerías perpetradas por la licenciosa soldadesca. El sindicato de impresores surgió en Petersburgo el 2 de julio de 1905, en Moscú el 31 de octubre, y en el resto de ciudades principalmente durante el verano y el otoño del mismo año. El nuevo sindicato, como todos los de Rusia, lleva la marca de sus antecedentes revolucionarios. En toda su naturaleza y actividad, se mantiene fiel a su estrecha relación espiritual con la revolución y con sus tareas políticas, con la Socialdemocracia y con su carácter clasista proletario en general. En Moscú, la huelga general de los impresores de octubre de 1905 fue el punto de partida de una enorme huelga general de masas que se extendió desde Moscú por todo el Imperio Zarista, barriendo esa comedia de la Duma de Bulygin y ganándose a la fuerza el Manifiesto Zarista del 30 de octubre. Inmediatamente después, fue el sindicato de impresores de Petersburgo el que cargó con el coste de defender la libertad de prensa, en un momento en el que, tras el Manifiesto de octubre, de lo que se trataba era de conseguir mediante la acción directa, en otras palabras, de manera revolucionaria, las libertades constitucionales que se habían prometido por escrito. De hecho fue el sindicato de impresores el que, gracias al completo poder del que disponía, se deshizo en la práctica de la censura del Imperio Zarista, y de esta forma escribió una página inmortal en la historia de la revolución. Pero al margen de esto, el sindicato de impresores es consciente a cada paso de las tareas y los intereses generales de la revolución y del proletariado como clase, y siempre da prioridad a estos intereses frente a los intereses más estrechos de su oficio. Así, boicoteando los periódicos reaccionarios, los impresores se han introducido frecuentemente en las luchas políticas de una manera efectiva, incluso al precio de comprometer su propia situación material. Y todo levantamiento político general del proletariado, toda expresiva y revolucionaria huelga de masas, es apoyada resueltamente por los impresores mediante huelgas generales y locales. Como otros proletarios activos, pero incluso en mayor medida que estos, los impresores de Rusia fueron reprimidos y encarcelados, y muchos cayeron víctimas durante las batallas callejeras.

La política sindical de los impresores rusos es diametralmente opuesta, pues, a la del sindicato alemán. La primera es el clásico ejemplo de un audaz “romanticismo revolucionario”, en la misma medida que la segunda es un ejemplo típico del fanatismo inglés por la paz social. ¿Y qué hay de los intereses económicos, de los logros puramente sindicales de los románticos impresores revolucionarios rusos? Ya en el verano y el otoño de 1905, tras un semestre de turbulentas luchas sindicales, los impresores lograron universalmente la jornada de 9 horas, en lugar de las antiguas jornadas acostumbradas de 12 o incluso 13 horas diarias de trabajo. No satisfechos con ello, no obstante, siguieron luchando bajo las consignas del programa de la Socialdemocracia y combatieron por la jornada de 8 horas. En muchos casos han logrado una victoria total. Y no sólo han conseguido esto sin sufrir pérdidas salariales, sino que al mismo tiempo han logrado aumentos de salario. Veamos tan solo unos pocos ejemplos. En la ciudad de Samara los impresores han logrado la jornada de 8 horas en todas las empresas privadas, y además un aumento significativo de los salarios por pieza, una mejora de los talleres, el pago regular de los salarios, un seguro por enfermedad equivalente a la mitad del salario que se puede prolongar hasta 4 meses, y finalmente el pago de los salarios perdidos durante la huelga que terminó con este acuerdo. En la ciudad de Orel los impresores lograron la jornada de 8 horas, un aumento salarial del 20%, un aumento del salario por pieza del 100% y la creación de un arreglo arbitral en el que tienen la misma representación que los patronos. En Odesa, en mayo y junio de 1906, tras una huelga general, los impresores lograron la jornada de 8 horas, aumentos salariales de entre un 10% y un 40% y la abolición de las horas extra. En Yekaterinoslav el sindicato de impresores decidió que, tras la jornada de 8 horas, la siguiente tarea de la lucha salarial debía ser la completa reorganización del sistema de prestaciones sanitarias de los trabajadores, de modo que la administración del seguro médico sea asumida exclusivamente por los obreros, mientras que los costes los deberán asumir completamente los patronos. Durante el verano de este mismo año los sindicatos de impresores de muchas ciudades del Imperio Zarista mostraron un nuevo y potente empuje cuyo objetivo era lograr la jornada de 8 horas mediante la huelga general, además de la semana de 6 días laborables en las imprentas de periódicos en particular. Muchas de estas huelgas generales terminaron en una victoria parcial o total, con el resultado de que hoy día la semana laboral de 6 días se ha convertido virtualmente en la norma dentro del oficio y la jornada de 8 horas está a punto de poder celebrarse como un triunfo.

Y no satisfechos con esto, los sindicatos de impresores, al igual que los de todos los ramos de Rusia, se han impuesto como uno de sus principales objetivos el reconocimiento de los representantes obreros, los llamados comités de fábrica, en todos los centros de trabajo. Estos comités de fábrica terminarán con esa actitud de “amo en su propia casa” que tiene la patronal. Las batallas más tenaces y que han requerido más sacrificio, aparte de las ligadas a la jornada de 8 horas, se han llevado a cabo por el reconocimiento de estos delegados de los obreros. Y aquí también los impresores rusos han logrado la victoria en muchos casos. Tan solo como muestra, vamos a citar algunos extractos del acuerdo salarial entre los impresores de Moscú y sus patronos:

1. La cuestión de cómo hay que subdividir la fábrica a la hora de elegir representantes obreros la decidirá la asamblea general de obreros de la fábrica. Para este propósito, la asamblea se convocará si así lo requiere al menos una décima parte de los empleados de la fábrica, y se desarrollará sin la presencia de la dirección y bajo la presidencia de quien sea libremente elegido.

3. Todos los departamentos de la fábrica elegirán sus propios representantes, uno cada 50 trabajadores (o fracción).

4. Todos los trabajadores mayores de 18 años, al margen de su sexo o antigüedad en la empresa, serán elegibles y electores en las elecciones de delegados.

8. La dirección de la fábrica no tendrá derecho a despedir a los representantes elegidos por los trabajadores antes de que expire su año de mandato. En caso de que la dirección decida despedir a un delegado inmediatamente después de que expire su mandato, deberá comunicar sus intenciones a todos los trabajadores con un mes de antelación.

9. A los representantes de los obreros hay que pagarles todo su salario. Tendrán libertad para incumplir el reglamento general de trabajo en caso en que los deberes ligados a su mandato así lo requieran. La dirección no podrá reducirles el salario por estas actividades.

10. Los representantes de los obreros deberán asistir a todas las reuniones entre los obreros y la dirección de la fábrica, excepto en aquellos casos en que los representantes permitan que la dirección trate directamente con los obreros.

11. Los representantes de los obreros decidirán colectivamente sobre la contratación y el despido de todos los trabajadores, después de que la dirección les haya remitido la información correspondiente. Si los empresarios no están conformes con la decisión de la comisión de representantes, pueden apelar a la asamblea general de trabajadores.

12. Los representantes de los obreros determinarán el número máximo de aprendices permitido en cada departamento y en toda la fábrica.

13. Los representantes obreros garantizarán el riguroso respeto al acuerdo en vigor entre los trabajadores y la dirección.

16. Los obreros están obligados a apoyar a sus representantes con toda su fuerza. En caso de castigo disciplinario deberán apoyar las mismas reivindicaciones salariales, huelgas y boicot que sus representantes.

17. Los delegados de los obreros constituyen la representación de la fábrica en lo que respecta a las relaciones con otras organizaciones obreras. Están obligados a permanecer en estrecho contacto con éstas, y deberán informar a los trabajadores de su fábrica del estado de las luchas obreras en otras empresas.

Este documento lleva la firma del Sindicato de Impresores de Moscú. Tras leer el documento y sopesar los logros de los impresores rusos, mencionados arriba, uno bien puede preguntarse: ¿Quién ha logrado mayor fuerza económica? ¿Las columnas ofensivas de los “románticos revolucionarios” rusos o los reclutas alemanes bajo la bandera Rexhausen de la paz social?

Ciertamente, las revoluciones y las luchas revolucionarias no se pueden trasplantar artificialmente de un país a otro con tan solo “buenas intenciones”. Pero el ejemplo y las lecciones del país vecino y revolucionario quizá al menos sean capaces de espantar esa arraigada idea de que andar de puntillas en la única forma de lograr la dicha. Deberían.