Marcelo López Pinto: Breve biografía política

El 20 de febrero de 2018 nuestro amigo y compañero Marcelo murió por complicaciones asociadas a una enfermedad coronaria.

Marcelo nació en 1939 en la Barcelona que los franquistas acababan de vencer y ocupar, hijo de inmigrantes castellanos, se crio alrededor del Portal Nou, en Ciutat Vella (Barcelona). Se puso a trabajar muy joven, iniciando un largo periplo por una serie de fábricas e industrias del cinturón industrial barcelonés. Su experiencia como trabajador explotado, su sentido de la justicia y su pasión por la lectura fueron conformando en su juventud un rechazo frontal no sólo a la opresión política que representaba el régimen franquista, sino a la evidente raíz de éste, el sistema capitalista. En aquellos años 60, en los que el movimiento obrero barcelonés se reconstruyó tras el duro golpe de la derrota, Marcelo descubrió el marxismo y asumió un firme compromiso en la lucha por la liberación de la clase obrera; clave en esta evolución fue su conocimiento de José Antonio Díaz en la empresa Feudor, de donde ambos fueron despedidos tras una importante huelga en 1970.

El movimiento obrero del área barcelonesa en ese momento estaba inmerso en la lucha por la configuración, y la hegemonía en su interior, de Comisiones Obreras. Fue el PSUC quien triunfó, convirtiendo aquellas primeras «comisiones obreras» en su vehículo dentro del mundo industrial barcelonés, pero surgieron varias oposiciones; una de ellas, de tendencias autónomas, se conformó en torno a las Plataformas de Comisiones Obreras, creadas por José Antonio Díaz y Manolo Murcia. Marcelo se integró muy pronto en esta corriente, estableciendo también una colaboración estrecha con Ernest Núñez, convirtiéndose en un elemento muy activo a partir de finales de la década. En aquella época empezó a utilizar dos seudónimos que no abandonó en toda su vida militante: «el Rubio» y «Anselmo».

De este modo, en 1970 fue uno de los cuatro delegados que viajaron a Italia, en representación de Plataformas, en el congreso de Lotta Continua; otros dos delegados fueron Xavier Garriga y Oriol Solé (que es quien había contactado con los italianos), futuros miembros del MIL-GAC. En ese congreso, Marcelo intervino como representante de Plataformas para responder una intervención de Jordi Borja, entonces dirigente de Bandera Roja. Este viaje a Italia fue especialmente importante porque inició una estrecha colaboración e influencia mutua entre Marcelo y miembros de lo que se estaba configurando como «1000» -especialmente Oriol Solé y Santi Soler- que llevaría a Marcelo en pocos años, por un lado, a la ruptura con José Antonio Díaz y, por otro, a su integración en el proyecto de ediciones del MIL-GAC. Así, por ejemplo, poco después de este viaje a Italia, Marcelo hizo circular dentro de Plataformas varios textos sobre marxismo, kautskismo, leninismo y la Revolución Rusa escritos por miembros de La Vieille Taupe que habían sido traducidos principalmente por Santi Soler y, sobre todo, Marcelo formó parte de los autores del Diccionario del militante obrero, trabajo de inspiración marxista fruto de la colaboración entre la dirección de Plataformas y el núcleo que conformaría el MIL-GAC, que fue impreso en agosto del mismo año 1970 por Oriol Solé ( «Equipo Exterior de Nuestra Clase») en Toulouse. Además, Marcelo colaboró ​​meses más tarde con Oriol Solé para el paso clandestino de literatura y también viajó a París, con su compañera y con Núñez, para contactar con el grupo alrededor de la librería La Vieille Taupe.

El Diccionario significó un paso adelante en la tarea propagandística de Plataformas, que hasta entonces había editado básicamente boletines (¿Qué hacer?, Nuestra clase y Boletín: Plataformas de Comisiones Obreras) e inauguró una serie de textos monográficos, gracias en parte a la maquinaria conseguida por las expropiaciones del «1000». Marcelo se dedicó a esta tarea editorial no sólo técnicamente (edición y distribución), sino también en su elaboración. Intervino en la autoría de los folletos Cómo luchar contra los cronometrajes (aprovechando su experiencia como encargado del cronometraje en su fábrica, recordó que el cronometraje era «el arma principal que poseen los capitalistas para controlar nuestra producción», y señaló la necesidad de insertar la lucha contra primas y cronometrajes en una lucha general contra el capitalismo) y El trabajo (resumen divulgativo de la concepción marxista del trabajo, la plusvalía y la necesidad de la destrucción revolucionaria del sistema capitalista). Muchos de estos folletos fueron apropiados y reeditados pocos años después por la escisión liderada por Díaz y Murcia, los Grupos Obreros Autónomos (GOA), grupo en el que Marcelo no militó nunca. Meses más tarde, en septiembre de 1971, Marcelo fue el principal impulsor del boletín Caballo loco: boletín obrero de Bultaco, fábrica en la que trabajaba en ese momento.

En esta época, Plataformas sufrió una intensa lucha interna, que desembocó en una escisión que se conformó como los GOA, dirigidos por Díaz y Murcia (años más tarde, Marcelo elaboró ​​una Valoración del Proceso de Plataformas). Ni Marcelo ni Núñez se unieron a esta formación y, tras un brevísimo paso por la ORT (grupo que acabó en el maoísmo), decidieron continuar su intervención por un marxismo pro-autonomía obrera reforzando los lazos con los miembros del «1000», ayudando así a romper el aislamiento de estos militantes con los núcleos obreros, una vez Díaz y Murcia habían rechazado colaborar con ellos. La ruptura política con Díaz fue dolorosa para Marcelo, porque comportó también la ruptura personal, que Marcelo siempre lamentó.

A partir del invierno de 1971-1972, la relación con Santi Soler se fortaleció y propició que tanto Marcelo como Núñez fueran elementos claves en el proyecto de la «Biblioteca» (las futuras Ediciones Mayo 37) del recién nacido MIL, proyecto editorial que era uno de los dos elementos claves -junto con «la agitación armada» – de la estrategia de este grupo. Tanto Marcelo como Núñez dejaron claro que no intervendrían en la preparación y ejecución de las acciones armadas, sino que seguirían su labor dentro del mundo del trabajo, de ahí que consideraban tan importante la difusión masiva de textos revolucionarios marxistas que el MIL estaba dispuesto a poner en marcha. A pesar de esta separación de tareas, siempre existió el lógico apoyo solidario, como cuando Marcelo escondió durante tres días en su casa a Oriol y Jordi Solé, Jann Marc Rouillan y Jean-Claude Torres, tras un atraco en julio de 1972.

El primer semestre de 1973, pues, Marcelo se dedicó sobre todo a la preparación de un elevado número de folletos destinados a las Ediciones Mayo 37, momento que coincidió con una intensificación de la actividad expropiatoria del MIL-GAC y a la aparición de una orientación más anarquista en la mayoría del sector armado, el cual se dotó -sin el conocimiento del resto del grupo- de un órgano propio, Conspiración Internacional anarquista (CIA). La aparición del primer número de esta revista inauguró un periodo de grave crisis interna durante la primavera y verano de ese año, que sólo se resolvió con la autodisolución del grupo en el mes de agosto. En toda esta crisis, Marcelo apoyó la posición defendida por Santi Soler, partidario de separar el proyecto editorial del armado, y de crítica a la deriva anarquista de parte del grupo.

Al mes siguiente a la autodisolución, la mayoría de miembros del MIL-GAC fueron detenidos, con el resultado final de los asesinatos de Salvador Puig Antich en 1974 y de Oriol Solé en 1976. Marcelo siempre atribuyó a la suerte el hecho de que él no fuera detenido ese septiembre, y marchó una temporada de su casa en cuanto se enteró de la detención de Santi Soler (lo que propició la de Garriga y Puig Antich días después); de hecho, su domicilio fue visitado al menos una vez por la policía mientras él estuvo fuera, y Marcelo siempre se preguntó el motivo de que la policía no volviera a indagar.

Con la represión, Marcelo pasó por un período de semiclandestinidad que comportó también aislamiento político y que se añadió a una etapa difícil a nivel laboral, ya que figuraba en las listas negras y le fue difícil encontrar trabajo, o conservarlo cuando lo encontraba. Consiguió salir adelante escribiendo colaboraciones y pequeños libros, como La URSS para la colección «En 25.000 palabras» de la editorial Bruguera, aparecido en abril de 1975 bajo el ingenioso -y sin embargo transparente- seudónimo de «Carmelo L. Ponti».

Tras la muerte de Franco, con el estallido del movimiento político y social, Marcelo volvió a contactar con viejos compañeros de las antiguas Plataformas (algunos de los cuales, como Quim Sirera, comenzaban el proyecto de Etcétera) para volver a la palestra con la publicación, en agosto de 1976, de El sindicalismo, de Anton Pannekoek. La problemática tratada en este texto se encuentra en el meollo de una de sus preocupaciones fundamentales: ¿qué organización necesitaba la clase obrera? Fue precisamente el rechazo tanto a partidos como a sindicatos uno de los puntos de su coincidencia con el equipo de las Ediciones Mayo 37, ya que el MIL-GAC propugnaba en su lugar «la organización de clase». Con la publicación del texto de Pannekoek, Marcelo confirmaba su rechazo al sindicalismo y se alejaba, pues, de la mayoría de los antiguos militantes pro-autonomía obrera que, en ese mismo momento, habían pasado al anarcosindicalismo y se integraban en el proceso de reconstrucción de la CNT.

Fue éste uno de los principales puntos de encuentro de Marcelo con Jaime Fernández Rodríguez, militante de Fomento Obrero Revolucionario (FOR) (y antiguo militante de la ICE y del POUM) que Marcelo conoció en el transcurso de una asamblea celebrada en Barcelona en 1976.  Las conversaciones prosiguieron y Marcelo viajó a París, donde discutió con G. Munis, el principal líder de FOR (y antiguo dirigente de la ICE y de la SBLE, las organizaciones trotskistas españolas en los años 30). El programa de FOR convenció a Marcelo, que vio en ese grupo no un grupo político de la izquierda tradicional, sino una agrupación de revolucionarios unidos por un programa de transformación social, pero que rechazaba la disciplina leninista.

Marcelo fue, pues, durante once años, militante de esta organización en Barcelona, ​​colaborando regularmente en sus actividades y en su prensa, encargándose del apartado de la vida cotidiana. El relativo crecimiento de FOR en 1976-1977 se detuvo prácticamente en 1978, y el grupo, como la inmensa mayoría de organizaciones obreras, sufrió un constante proceso de pérdida de militantes y de la consiguiente «grupusculización» que condujo a una grave crisis interna a mediados de los años 80 con una importante escisión; Marcelo continuó militando en el grupo, pero éste no sobrevivió más que un par de años, hasta la desaparición de FOR en 1987.

Marcelo ya no militó después en ninguna organización, pero no abandonó nunca ni sus convicciones ni su aportación a la lucha en la medida de sus posibilidades. A comienzos del siglo XXI, se incorporó al Ateneu Enciclopèdic Popular, donde participaba muy activamente en sus actividades; también formó parte del comité de edición de las obras completas de Munis, que ha editado ya cuatro volúmenes de los escritos de este revolucionario; y participaba en la actualidad en el proyecto de digitalización de la prensa de FOR. Con la desaparición de Marcelo, hemos perdido un luchador por la emancipación de la clase obrera, un gran conocedor tanto de la experiencia fabril de los trabajadores como del movimiento obrero barcelonés de la segunda mitad del siglo XX, un buen amigo y compañero, y una excelente persona. Lo echaremos de menos.

Sergi Rosés Cordovilla, abril del 2018

 

 

Estudio económico Capital-Trabajo

Introducción al Estudio económico (Capital /Trabajo) 

El denominado Estudio económico (Capital/Trabajo) que aquí se presenta encaja bien en la definición de “texto de combate”, pese a su temática. Sencillo, directo y conciso; ajeno a la fingida solemnidad o la faramalla pomposa que tan habitual resulta en otros contenidos categorizados bajo la misma etiqueta. Antes al contrario, este Estudio económico tiene también algo de notas de trabajo, de borrador inacabado o redactado a vuelapluma con la premura y urgencia que imponen unos acontecimientos cambiantes y una participación activa en el decurso de los mismos. Nada urge más a la reflexión que la praxis consciente. La paradoja que encierran los grandes momentos de la lucha proletaria es que los textos por ella engendrados envejecen velozmente; casi sin haber nacido, se vuelven caducos. Su carácter efímero es sólo comparable al de la completa ignorancia en la que viven sumidos durante los tumultos. Sólo cuando estos quedan relegados a los anales y anaqueles de la historia, ganan algo de reconocimiento y son objeto de estudio. Esto es lo que verdaderamente define a un texto de combate, a un escrito que responde a las necesidades de la concomitancia histórica y que, partiendo de las experiencias y enseñanzas previas, ofrece una propuesta de acción para dar cuenta de los retos y dificultades que determinan diacrónicamente su emergencia. Será entonces, pues, cuando resulten analizados, debatidos, consagrados o vituperados; testimonios escritudiarios de las mismas potencialidades, limitaciones y contradicciones del proceso revolucionario que los engendró, la pérdida de su sentido histórico inmediato es su verdadera prueba de fuego. En tal caso, corresponde a esta introducción enjuiciar si el Estudio económico del grupo MIL-GAC ha superado el corte, si las lecciones en él contenido sirven a los trabajadores de la actualidad para aprender de los tiempos pasados y enfrentar los desafíos del porvenir en mejores condiciones.

Este Estudio económico (Capital/Trabajo) constituye uno de tantos esfuerzos de clarificación teórico-política que se produjeron entre organizaciones más o menos capaces de apropiarse de los intereses inmediatos e históricos del proletariado durante el periodo histórico que va desde finales de los años sesenta hasta mediados de los setenta, aproximadamente una década en la que se multiplicaron los focos de insurrección obrera por todo el mundo, sin poca coordinación entre ellos, ciertamente, pero con una amplitud y potencia como no se habían conocido desde el periodo de entreguerras. Las profundas transformaciones de la técnica productiva y la subsiguiente emergencia de nuevos sectores económicos de empleo intensivo de mano de obra superflua en otras áreas, la incorporación al mercado laboral de una nueva generación de jóvenes trabajadores que no cargaban en sus espaldas el peso ideológico de la contrarrevolución, y la pérdida casi absoluta de la legitimidad entre la masa obrera de las organizaciones políticas y sindicales con fuerte arraigo en ella, conformaron un polvorín que prendió cuando los estertores de los años de bonanza posteriores a la reconstrucción vinieron a agravar la ya de por sí precaria situación económica a nivel mundial. El impacto global del incremento súbito y generalizado de los precios del petróleo fue posible en virtud de los desequilibrios estructurales que se habían gestado durante los años previos, entre ellos, la fuerte dependencia de una gran industria de transformación progresivamente menos rentable y que expulsaba de su seno a una ingente cantidad de mano de obra. Antes incluso de que los países productores de petróleo decidieran boicotear a Israel y aliados en la guerra de Yon Kippur con un alza generalizada de los precios de tan trascendental materia prima, el desempleo masivo cundía a sus anchas por las principales economías mundiales. Por tanto, como en tantas otras ocasiones, las luchas por mejoras laborales terminaron acompasándose con los conflictos derivados de los sucesivos despidos y los cierres de empresas[1], un semillero de conflictividad a escala planetaria al que el Estado español no resultó ajeno.Continue Reading