Los textos que se reproducen a continuación han sido extraídos del libro de José Antonio Díaz, Luchas internas en CC.OO. Barcelona 1964-1970 (Ed. Bruguera, 1977).
Tras un primer intento abortado en 1964-65, las Comisiones Obreras surgen en Barcelona en agosto de 1966. Si en Madrid, CC.OO. había aparecido varios meses atrás por iniciativa de militantes católicos, socialdemócratas, falangistas de izquierda y estalinistas, en Barcelona fueron 30 militantes del FOC y el PSUC quienes pusieron en marcha la organización. Como no podía ser de otra forma, el origen izquierdista de CC.OO. iba a plantear serios problemas prácticos al movimiento obrero que pretendía organizar. En la iniciativa confluían, por un lado, el oportunismo de los dirigentes de los partidos clandestinos de la izquierda radical, que buscaban el apoyo de las masas para su política del frente democrático interclasista anti-franquista; por otro, el voluntarismo de los activistas de aquellos partidos, cuyas bases se nutrían más de intelectuales y universitarios que de obreros; y por último, el impulso clasista hacia la organización proletaria, expresado a través de los militantes obreros más conscientes.
Según el autor, “la construcción de CC.OO. en Barcelona se debía fundamentalmente al voluntarismo de unos cuantos militantes obreros de partidos políticos, sin que respondiese al empuje real de un movimiento de base, como fue el caso de la cuenca minera asturiana”. Pero al mismo tiempo, añade: “Es evidente que aquellos 30 militantes que se reunieron el 6 de agosto de 1966 en una escuela de Besós rindieron un servicio al movimiento obrero, que abandonado a su espontaneidad natural hubiese tardado más tiempo en organizarse. Eso está fuera de duda”. Y a Díaz no se le puede acusar de inclinaciones “vanguardistas”.
Dada la ausencia de organización obrera en las empresas y el predominio de los partidos políticos de la izquierda del capital en CC.OO., el incipiente movimiento cedió inevitablemente a las movilizaciones interclasistas de carácter político contra el franquismo. “Cuando un movimiento obrero es fuerte”, explica Díaz, “desborda espontáneamente el marco de la fábrica. Cuando es débil, los llamamientos a expresar abiertamente en la calle una lucha que no existe en las empresas responden al voluntarismo de sus dirigentes”. Esta deriva provocó los primeros conflictos internos en 1967, entre aquellos que pretendían continuar con una línea de activismo voluntarista (manifestaciones, mítines, festivales) más politizado y quienes defendían profundizar en la organización dentro de las empresas, contando con que “bastaba la presencia activa de un militante animado de perseverancia para que se acabase formando un pequeño grupo capaz de movilizar a toda la empresa”. “Estos militantes oscuros y abnegados constituían el nervio del movimiento obrero”, comenta Díaz.
En la primavera de 1969, cuando las luchas, escisiones, maniobras y métodos de los partidos de la izquierda radical (sobre todo FLP-FOC y PCE-PSUC) habían llevado a las Comisiones Obreras a la inoperancia, surge una tendencia autónoma en Barcelona, que empieza a publicar la revista ¿Qué Hacer? Nombre significativo si tenemos en cuenta que se dedicaba a arremeter contra el dirigismo de los partidos “leninistas” (o mejor dicho, estalinistas) y el callejón sin salida al que abocaban a la organización sindical. Estos esfuerzos por la conquista de la necesaria autonomía de clase hallaron eco en otras provincias, como Madrid, Valencia y Asturias, donde algunos militantes entraron en contacto con los promotores de la revista y la difundieron en sus ciudades.
Tras disolverse ese mismo año y dejar de publicar el boletín, sus miembros impulsaron las llamadas plataformas, que coordinaban territorialmente a las comisiones de empresa sin distinción de ramos, y los “Círculos de formación de cuadros”. Empezaron entonces a editar la revista Nuestra Clase. Pero poco después se produjo la ruptura dentro del grupo, entre quienes defendían la organización de los trabajadores en partido político y los que, escarmentados por la experiencia de tantos años padeciendo a los partidos estalinistas, apostaban por una “autonomía obrera” anti-partido, de corte anarcosindicalista.
Los siguientes documentos son testimonio del esfuerzo del proletariado de aquella época por dotarse de una organización de lucha adecuada y de la capacidad teórica suficiente para poder hacer frente a la influencia de los partidos políticos de la izquierda radical. Los problemas y las cuestiones teóricas que tratan, pues, están a la orden del día.
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SURGE LA TENDENCIA AUTÓNOMA DEL “¿QUÉ HACER?”
Los dos militantes salidos del FOC[1], junto con la mayoría de independientes de CC.OO., empezaron a desarrollar una tendencia autónoma, insistiendo en la independencia del movimiento obrero frente al dirigismo y control que le imponían los partidos. En marzo de 1969 publicaron el número 1 de la revista teórica ¿Qué hacer?
En el editorial de este primer número, los independientes explican sus aspiraciones (documento 71), después de formular una crítica despiadada al politiqueo y maniobrerismo que utilizaban los partidos en el seno de las CC.OO.
Esta opción, surgida en el momento crítico en el que se estaba debatiendo el movimiento de CC.OO. —con un PC débil, obsesionado por asegurarse el control de la CONC [Comisión Obrera Nacional de Cataluña], un FOC en plena descomposición y unos independientes desorientados— fue acogida con gran simpatía. Hasta el propio PSUC se creyó en la obligación de felicitar la aparición del número 1 del ¿Qué hacer?, sin darse por aludido por las críticas formuladas en él.
La tendencia se desarrolló y fue precisando sus objetivos. En septiembre del mismo año 1969, el número 6 de ¿Qué hacer? anunciaba su autodisolución, por considerar alcanzada la meta que se propuso al nacer (documento 73).
La segunda fase del desarrollo de esta tendencia, que fue calificada con deje despectivo por el FOC como «sindicalista», consistió en organizar lo que las CC.OO. no habían querido hacer nunca: cursillos de formación para militantes obreros (documento 74).
Se planteaba por primera vez en CC.OO. la cuestión de la «autonomía de la organización de clase», superando los planteamientos de «correa de transmisión» de los partidos, que era en lo que se habían convertido en la práctica CC.OO. (documento 75).
El desarrollo consecuente de este movimiento autonomista iría apartándolo de CC.OO. cada vez más férreamente dirigidas por el PSUC, y acercaría a muchos de sus militantes, insensiblemente, a posturas anarcosindicalistas.
Para un mayor conocimiento del período 1970- 1972, puede leerse Entre el fraude y la esperanza. Las CC.OO. de Barcelona, de la editorial Ruedo Ibérico. También son útiles los artículos «La larga marcha del movimiento obrero español hacia su autonomía», en Horizonte Español número 2, de la misma editorial, ambos de J. Sanz Oller; y «Aproximaciones a la historia de las Comisiones Obreras y de las tendencias forjadas en su seno», en Cuadernos del Ruedo Ibérico, números 39-40, de J. Hernández.
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DOCUMENTO 71
LAS COMISIONES OBRERAS DEBEN CONVERTIRSE EN UN AMPLIO MOVIMIENTO DE MASAS, INDEPENDIENTE Y REPRESENTATIVO
Las Comisiones Obreras se han ido convirtiendo poco a poco en el campo de acción de determinados partidos políticos, que se sirven de ellas —de su prestigio a escala nacional e internacional, de su audiencia entre los trabajadores— para desarrollar su política de partido.
Los organismos de Comisiones Obreras se han convertido en el campo de batalla entre varias tendencias políticas, que han intentado controlar —para impulsar su línea de partido— el Movimiento Obrero. Los partidos o grupos que por sus escasos efectivos no consiguen influir dentro de Comisiones Obreras se refugian en Comités de barrio o intentan crear otras comisiones obreras más «revolucionarias». De esta actuación dentro de Comisiones Obreras y de este fraccionamiento de los elementos minoritarios, el único beneficiado es y será el capitalismo; en modo alguno la clase obrera.
Los obreros que se inician en sus empresas a la lucha y que se acercan esperanzados a Comisiones se desaniman en su mayoría ante el politiqueo y las disensiones internas, que no son ellos capaces de comprender y que en todo caso no admiten. Así dirigidas y orientadas, las Comisiones Obreras son incapaces de atraer e integrar a los trabajadores con un nivel inicial de conciencia puramente sindical. Así dirigidas y orientadas, las Comisiones Obreras traicionan su misma razón de ser: incorporar y organizar a la gran masa de trabajadores y no sólo a la pequeña vanguardia de éstos, ya politizada. Las Comisiones se han convertido en el lugar de discusión y reunión de varios partidos políticos, demasiado ocupados en sus teorizaciones y en su labor de captación partidista, para ocuparse en desarrollar el movimiento obrero por la base, a partir de las empresas y demás lugares de explotación capitalista.
Los militantes «independientes» de Comisiones Obreras (no encuadrados en partidos o grupos políticos ni en sindicatos clandestinos) creemos que aún estamos a tiempo para reaccionar y devolver a Comisiones Obreras toda su capacidad movilizadora, toda su autonomía, todas sus posibilidades de llegar a convertirse en el potente movimiento de masas que la clase obrera necesita. Para ello es preciso que todos aquellos que estamos en Comisiones Obreras sin una obediencia política específica, nos pongamos de acuerdo para trabajar única y exclusivamente de cara al desarrollo de Comisiones Obreras, para que sean lo que quizá no han tenido oportunidad de ser hasta ahora:
EL CAUCE QUE CANALICE Y DESARROLLE LA LUCHA DE TODOS LOS TRABAJADORES QUE SE ESFUERZAN PARA ACABAR CON SU CONDICION DE CLASE EXPLOTADA.
Es preciso empezar a controlar las actuaciones «incontroladas» de los partidos políticos que están en Comisiones Obreras, y cuando llegue el momento, es decir, cuando Comisiones Obreras sean una realidad en las empresas y en todo el país, entonces tendremos un movimiento obrero auténtico, dirigido por los trabajadores para la defensa de sus intereses de clase, en su organización independiente y representativa.
¿Cuáles son los intereses de los trabajadores?
Es a este nivel por donde se debe empezar la discusión. Los partidos políticos dirán que su actuación en Comisiones por el control de las mismas, es precisamente para defender mejor los intereses de la clase obrera, al tiempo que se acusan mutuamente de traicionar esos «intereses», pretendiendo cada partido ser la expresión política auténtica de la clase obrera. Lo malo es que cuando la clase obrera tenía la posibilidad de expresarse a través de su organización de clase, ellos —los partidos políticos— se han anticipado con sus programas «de partido», impidiendo así la elaboración por los trabajadores de sus objetivos comunes, de clase.
Esta actuación de los partidos políticos, que se creen obligados a decirles a los trabajadores lo que ellos mismos quieren y necesitan, y cómo conseguirlo, es más nociva que beneficiosa para la clase obrera.
Más vale un objetivo limitado, descubierto, discutido y aplicado por los trabajadores mismos, que un objetivo muy ambicioso impuesto por unos grupos muy politizados y que nadie se responsabiliza de llevar a término.
Es decir, nosotros creemos que los intereses de los obreros organizados en sus Comisiones, los objetivos de éstas, deberán ser discutidos en el seno de las mismas, cuando Comisiones Obreras estén en condiciones de poder hacerlo, es decir, cuando hayan superado el control de los partidos políticos y sean un auténtico Movimiento Obrero, independiente y representativo. De momento, los intereses de los trabajadores están limitados a la lucha por sus intereses inmediatos. Pero progresivamente estos objetivos, asumidos ya por todos los trabajadores, se irán precisando y ampliando hasta que Comisiones Obreras estén en condiciones de elaborar su propio programa y fijarse sus propios objetivos, hacia la liberación total de nuestra clase.
CON NUESTRA LUCHA LOGRAREMOS QUE COMISIONES OBRERAS SEAN EL AUTENTICO MOVIMIENTO OBRERO QUE NUESTRA CLASE EXPLOTADA NECESITA HOY EN ESPAÑA.
DOCUMENTO 73
EL ULTIMO «¿QUÉ HACER?»
¿Qué hacer? nació en unas circunstancias concretas: la crisis de CO, cuyas causas hemos pretendido analizar en el documento precedente.
No existe, a nuestro juicio, más que una salida a esta crisis: reagrupar a los militantes independientes de cualquier consigna política y sacudirse el control que se nos quería imponer.
Así surgió ¿Qué hacer? hace ocho meses. Conviene hacer un balance crítico del papel que ha jugado en el movimiento obrero.
¿Qué hacer?
- Ha desmontado, ante los trabajadores, las maniobras de unos partidos que querían llevar a CO por caminos que no son los suyos, con los resultados que hemos visto.
- Ha criticado, en función de los intereses de la clase obrera, las líneas políticas que se le querían imponer: el verbalismo «izquierdista» y el reformismo. Como consecuencia de esas críticas, los verbalistas han tenido que renunciar a su intento de control del movimiento obrero, al no poder apoyarse en los militantes independientes. Los reformistas se encuentran aislados en sus organismos burocráticos, desenmascarados ante la clase obrera.
- Ha tomado medidas conducentes a desarrollar el carácter de organización de clase de CO, asegurando su autonomía.
– Ha reagrupado a los trabajadores.
– Ha editado un boletín, expresando su sentir.
– Ha abierto la discusión a todos los niveles, sobre el sentido y carácter de las organizaciones de masas, su relación con los partidos políticos, sus métodos de lucha, etc., responsabilizando así a todos los militantes de todos los problemas que conciernen al movimiento obrero.
– Ha creado, por primera vez en CO, seminarios de formación para militantes.
- En el momento en que unos grupos «izquierdistas» intentaban la liquidación de CO, en el momento en que un partido reformista intenta convertirlas en un dócil instrumento del neocapitalismo, la única perspectiva de transformarlas en una organización de clase es preparar concretamente la organización de CO como movimiento de masas autónomo, con una línea que no sea preestablecida, sino que sea consecuencia de las discusiones abiertas de todos los trabajadores. La línea de CO la elaborarán los militantes de CO en CO.
En estas condiciones, es decir, ante la inminente puesta en marcha de auténticas CO, continuar publicando el boletín ¿Qué hacer? podría crear confusiones. Creemos que la necesidad de impulsar un movimiento de masas autónomo está ya suficientemente arraigado en la voluntad de los trabajadores más conscientes. El trabajo que queda por realizar lo llevaremos a cabo todos juntos en ese movimiento obrero que CO debe de representar cada vez con mayor autoridad, ocupando el puesto de dirección que le corresponde.
En resumen: ¿Qué hacer? ha cumplido su papel y no reaparecerá más.
Contra lo que muchos profetizaban, no nos hemos convertido en un grupo más, a pesar de la amplitud que iba tomando esta tendencia.
Creemos, y siempre lo hemos manifestado así, que ya hay demasiados grupitos dividiendo a la clase obrera. Por eso, en pleno desarrollo, ¿Qué hacer? desaparece para facilitar la unidad del movimiento obrero.
Lo que hace ocho meses no parecía factible, ahora lo es: el nacimiento de un movimiento obrero de clase, autónomo, está a punto de ser un hecho.
A él nos vamos a entregar con todas nuestras fuerzas, junto con los demás militantes de CO, VELANDO CELOSAMENTE PARA QUE NO VUELVAN A SER UTILIZADAS POR NINGUN GRUPO POLITICO PARA SUS FINES PARTIDISTAS.
¿Qué hacer? (Último número) Barcelona, 27 septiembre 1969.
DOCUMENTO 74
LO QUE ESTA EN JUEGO
Lo que actualmente se está ventilando sobrepasa en mucho una simple cuestión de «formación» o de «tendencia» dentro del movimiento obrero. Es algo mucho más importante.
Lo que ahora está en juego y nosotros defendemos con estos «Círculos» es el derecho de todos los trabajadores a discutir y decidir sus propios asuntos, es decir, lo que hace referencia a la lucha de clases y a la manera de llevarla a cabo.
Negando este derecho, se alzan una serie de intelectuales y estudiantes organizados políticamente y que se han concedido a sí mismos el MONOPOLIO de la dirección política del movimiento obrero. Frente al conjunto de trabajadores —en cuya capacidad no confían—, se presentan ellos como élite intelectual, perfectamente organizada y disciplinada. Esta élite, cuya presencia física en las fábricas es nula, intenta incidir sobre los trabajadores más conscientes, a través de seminarios y de las comisiones de barrio. Si esta élite capta algún obrero, lo utiliza como base para poner un pie dentro de Comisiones.
Frente a este dirigismo de pequeños grupos extraños al mundo obrero, los trabajadores lucharemos por:
- La discusión de todos los problemas a todos los niveles;
- El acceso de todos los trabajadores que lo deseen a todos los organismos de coordinación, por rotación;
- La dirección del movimiento obrero por los propios trabajadores, a partir de la organización de clase creada por nosotros con el nombre de Comisiones Obreras.
Si algún día hay que crear una organización política más estricta, surgirá por la libre decisión de los trabajadores, única garantía de que no se convierta en una más de las veintitantas que corren por Barcelona, causa de la confusión y desunión actuales.
Con los «Círculos», los trabajadores nos vamos a dar los elementos técnicos—teóricos y prácticos—necesarios para estar en condiciones de poder dirigir nuestra propia lucha, sin tener que acudir a grupitos de «especialistas», que nos harían pagar un precio muy alto por sus «servicios»: dirigirnos.
Esta élite intelectual con pretensiones dirigistas pretende justificar su existencia apoyándose en el ejemplo del partido bolchevique. Pues bien, vamos a analizar de cerca, a la luz de la historia, qué era y qué hizo en realidad el partido bolchevique.
En los «Círculos» se suprimen todos los dogmas y principios, excepto uno: ANALISIS CRITICO A TODOS LOS NIVELES.
POR LA CIRCULACION PERMANENTE DE LAS IDEAS Y CONTRA EL ACAPARAMIENTO DE LA INFORMACION Y EL SABER.
7 diciembre 1969.
DOCUMENTO 75
EL SENTIDO DE NUESTRA ORGANIZACION DE «CIRCULOS DE FORMACION DE CUADROS»
Estos «Círculos», cuyos objetivos son, fundamentalmente, adquirir una mayor capacidad de militancia práctica, teórica y de análisis, no han nacido por generación espontánea, ni por la voluntad de una o dos personas, sino porque responden a una necesidad colectiva.
La lucha iniciada a principios de año contra el dirigismo político en C.O. ha ido dando unos pasos positivos que han culminado en la actual organización de los círculos, que, a su vez, no son más que un momento de un proceso histórico que iremos viviendo y dirigiendo entre todos.
De la crisis del movimiento obrero, que tuvo como causa la disputa «Ramos-Zonas», los militantes hemos sacado una serie de experiencias que son las que guían nuestra acción ahora:
— Hemos vivido los peligros del sectarismo político partidista, y hemos visto la incapacidad de los grupos existentes para proponer una salida seria y coherente al movimiento obrero. Más aún, nos hemos visto utilizados en nombre de consignas y líneas elaboradas al margen de los trabajadores, con el resultado que todos conocemos: el desmigajamiento del movimiento de masas.
Nuestra reacción, que hubiera podido ser la del apoliticismo total ha sido, por el contrario, una reacción de madurez política:
1º Hemos criticado abiertamente la postura de los grupos cuya práctica conducía en línea recta a la liquidación del movimiento de masas, que con el nombre de C.O. intentábamos darnos.
2° Hemos llevado a cabo la reagrupación de los trabajadores desorganizados a causa de la crisis provocada por determinados grupos políticos, creando las bases mínimas para impedir que en lo sucesivo se vuelva a ejercer un dirigismo político por parte de quien sea[2].
3° Nos hemos dado cuenta de que el mejor medio para no colaborar en la división establecida por la actuación sectaria de los grupos políticos que se mueven en (o en torno a) el movimiento obrero, consiste en alcanzar —todos los que ahora estamos militando en los movimientos de masas— un nivel político que nos permita, sin sectarismos ni dogmatismos, el ir precisando nuestros objetivos.
Nuestra opción va, pues, en otro sentido de todo lo que se había hecho hasta ahora, de forma muy rutinaria; es por lo que puede ser mal comprendida, incluso por posibles simpatizantes.
Conviene insistir:
- Se nos critica por no poseer una línea política coherente, ni una organización estricta que ofrezca una cierta solidez inicial. Es decir, se nos critica por no ser lo que no queremos ser: un partido político.
- ¿Cómo se constituye un partido político? De la siguiente manera: Se reúne un grupito muy reducido de gente, predominantemente intelectual. Analizan la situación, elaboran un programa, se autonombran Comité político y Comité ejecutivo, publican un Manifiesto o una Declaración, para hacer su presentación en sociedad y se lanzan a la busca y captura del proletario.
¿Cuál ha sido el papel de la clase obrera en todo el proceso? El de consumidor, única y exclusivamente. Se ha lanzado al mercado político un nuevo producto (ya hay más de 20 en Barcelona), un producto más para elegir, con muy ligeras variantes sobre los ya existentes.
Lo que se intenta con los «Círculos» es cambiar totalmente el proceso. Lo que ahora intentamos es el control por parte de los trabajadores de la producción política.
Eso nos llevará un cierto tiempo de aprendizaje, pues el peón no aprende las técnicas de la producción en cuatro días, pero puede llegar a aprenderlas, y debe hacerlo, si no quiere verse constantemente en situación de dependencia con respecto a los profesionales. La «fábrica» se pondría más rápidamente en marcha y de momento produciría más, si dejáramos su dirección en manos de la gente más capacitada intelectualmente para hacerlo. Pero por conseguir esta eficacia inmediata nos condenaríamos para siempre a estar dirigidos por esta élite, producto, al fin y al cabo, de la burguesía.
¿Queremos o no queremos dirigir nosotros mismos nuestra lucha de clase?
Nos critican también por no tener un programa, con una línea clara y definida. Afortunadamente, así es. ¿Qué hubiéramos conseguido teniéndolo de antemano? No queremos programas prefabricados, ni líneas elaboradas no sabemos en qué tertulia, ni por quién.
Sobre estos puntos y otros nos iremos aclarando colectivamente.
Avanzaremos despacio, pero avanzaremos todos juntos, sin dividimos en vanguardia que dirige y masa amorfa que obedece, sin caer donde nos empujan los que nos critican: formar un grupito más con pretensiones de dirigismo.
Los que ahora toman más iniciativas, y por ese motivo parecen realizar un cierto papel de dirección, han de tener en cuenta que:
- Todo el mundo debe participar en todas las decisiones.
- Se debe informar absolutamente de todo a todos los niveles.
- Todas las actuaciones deben de ser sometidas al control de todos.
Apéndice 1. Sobre la relación a guardar con los intelectuales
Lenin respondió a un intelectual muy reputado, pero que había estado «chaqueteando» y que le pidió incorporarse al Partido: «Los soviets necesitan, ciertamente, buenas cabezas, pero sobre todo manos limpias.»
Entre toda la gente que pulula en tomo al movimiento obrero, tenemos que saber distinguir quiénes tienen «las manos limpias» y quiénes tienen ambiciones políticas y quieren servirse del movimiento obrero para satisfacerlas. El intelectual, más que nadie, debe de estar muy controlado, y debe saber que cuando se le pide algo es a título gratuito, sin derecho por su parte a pedir nada a cambio.
Apéndice 2. Actitud ante los grupos organizados
En cuanto a las «mini-vanguardias», hemos de tener en cuenta que están convencidas de que su papel es el de dirigir el movimiento obrero, de lo contrario no estarían organizadas como grupito aparte. Hay que tener esto muy presente para juzgar su actividad global, como grupo —jamás a título individual— en el movimiento obrero.
No se puede impedir que trabajadores se reúnan aparte y elaboren un plan «sobre» el movimiento obrero. Como además suelen ser militantes con un nivel de conciencia bastante elevado, pueden sustituirse al movimiento obrero y dirigirlo, con todos los males que esto suele acarrear, independientemente de que su línea sea buena o mala, ya que en ambos supuestos los resultados son idénticos: dirigismo, sectarismo y desunión.
Con estos grupos, nosotros creemos que hay que estar constantemente en estado de alerta y controlarlos desde la base a todos los niveles. Si les permitimos ir organizando su superestructura dentro de la organización de masas, luego nos va a ser muy difícil sacudírnoslos de encima y recuperar nuestra autonomía. (Ejemplos recientes: PC y FOC).
Quedan aún muchos cabos sueltos, pues no nos han dado nada hecho.
Hemos de demostrar que somos capaces de llevar adelante lo que nos hemos propuesto, gracias a nuestro esfuerzo colectivo.
Si no lo somos, ya podemos abandonar toda idea de construir un movimiento de masas autónomo.
[1] Front Obrer de Catalunya, rama catalana del Frente de Liberación Popular, con el que estaba federado. Se disolvió en 1969. [Nota de El Salariado]
[2] Las condiciones puestas a la burocracia del PC para una posible colaboración en CO, en la asamblea de octubre pasado, fueron ya un paso muy importante que se ha ido consolidando luego.
Una respuesta a “La tendencia autónoma del «¿Qué hacer?» dentro de CC.OO. (1969)”
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