Texto publicado por el grupo de discusión Marsella-Zombi en diciembre de 2014.
En este artículo vamos a estudiar la situación del sindicalismo en Europa y el surgimiento de nuevas formas sindicales en los BRICS[1]. Sabemos que el problema sindical es complejo: dentro de las corrientes del movimiento obrero existen toda una gama de posturas que van del anarcosindicalismo al anti-sindicalismo por la autonomía obrera, del sindicato como escuela de la lucha de clases hasta el sindicato como correa de transmisión del partido y estructura social integrada en el Estado. No pretendemos pues ofrecer al lector una posición exhaustiva, escribimos con la esperanza de ofrecer una pequeña reflexión.
La tasa de sindicalización se ha reducido considerablemente en Europa durante los últimos años, aunque existen grandes diferencias entre unos países y otros. En Suecia, el 70% de los trabajadores está sindicado, frente al 8% de Francia, que representa la tasa más baja de todos los países industrializados, por debajo incluso de los Estados Unidos, Corea o Turquía. En Alemania, hay 27 millones de trabajadores sin afiliación, de un total de 33 millones. El sistema británico deja sin afiliación sindical a más del 70% de trabajadores, es decir, 19 millones de personas. Una baja tasa de sindicalización no significa que no exista representación sindical. Ésta es elevada, sobre todo en el sector público y las grandes fábricas. Esta reducción se debe a varios factores:
- Un cambio en la composición de clase. Se trata de una tendencia histórica: la disminución del trabajo productivo en las grandes concentraciones, en beneficio del trabajo improductivo, más dividido. Aunque esto no significa que la producción y la circulación estén menos centralizadas. Se asiste a una multiplicación de los tipos de contrato de trabajo y de las empresas dentro del mismo lugar de trabajo. Esto ha permitido una intensificación de los ritmos de trabajo y del número de horas trabajadas por cada empleado, lo cual aumenta la competencia entre trabajadores. Al final de esta cadena, la política económica sigue siendo, en cambio, monopolista y sin concurrencia.
- El binomio flexibilidad productiva y precariedad contractual. Es una constante del sistema capitalista, que debe sacar partido de ellas necesariamente. Taiichi Ôno, padre del toyotismo (forma de producción más integrada y flexible, en la que se basa la mayor parte de la producción y la distribución actual), luchaba por la destrucción de la sindicalización y de la vieja rigidez obrera. Y es interesante observar que, en este sistema, con su política del “stock cero”, la distribución y los transportes se convierten en el eslabón débil, unos sectores donde precisamente se han desarrollado las más interesantes formas de lucha de los trabajadores. La flexibilidad productiva y de la distribución otorga a los trabajadores de los transportes, la logística y la comunicación un arma de presión frente a la patronal.
- El papel activo del Estado como intermediario social. No se trata de una nueva dinámica, pues su amplia implementación se remonta a los años 1930. La desaparición del Estado social sobrevenida estos últimos años no significa que esté desapareciendo la “dimensión corporativa” del Estado, forma surgida en los laboratorios fascistas y nazis, sino que se trata en realidad de una puesta en práctica de la política de los Estados democráticos vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
- La tendencia histórica del capitalismo. La automatización, naturalmente, produce paro, en un proceso dinámico que se acentúa con la crisis. Esto conlleva una competencia aún más implacable entre los trabajadores.
No pensamos que una alta tasa de sindicalización esté ligada automáticamente a un momento de auge de la lucha de clases. En los años 70, las mayores tasas de aumento salarial en Europa se registraron en Alemania, un país donde en aquel periodo hubo menos huelgas que en el resto. Dicho esto, no pensamos que el sindicato sea una estructura inmóvil. En muchos casos, representa la necesidad de organización y de defensa de los trabajadores, y esto no se ve alterado por una específica composición de clase, sino más bien por el ciclo económico. Si no se tienen en cuenta estos dos factores, solo se logrará definir la sindicalización como una elección individual de los trabajadores, lo cual quizá sea interesante para los sociólogos, pero no nos ayuda a comprender por qué en determinados momentos existen distintas formas de sindicalización.
Si observamos más detenidamente las recientes formas del sindicalismo alternativo (en ciertos casos, libertario), los hechos son los mismos en toda Europa: estos sindicatos se componen de trabajadores que se concentran en dos polos extremos. Una parte son trabajadores del sector público (hospitales, correos, Estado, comunicación, ferrocarril, etc.); y otra proviene de sectores más pobres y precarios (limpieza, logística, agricultura, etc.). Esta diferencia se debe esencialmente a dos factores: en el primer caso, los sindicatos oficiales no pueden garantizar a todos los trabajadores las viejas conquistas históricas, lo cual lleva a una minoría de asalariados a girarse hacia otros sindicatos. En el segundo caso, asistimos normalmente a una decisión política de las grandes centrales sindicales de no preocuparse de los trabajadores pobres, lo que permite a las pequeñas centrales sindicales alternativas intentar sindicalizar a estos sectores. La cuestión central es que los trabajadores de los sectores productivos, cuando están sindicados, están afiliados a las centrales sindicales oficiales. Y la gran masa de parados y trabajadores precarios no parece algo primordial para estas organizaciones sindicales, oficiales o alternativas.
Este retraso es consecuencia de viejas debilidades, sobre todo de la estrechez del horizonte sindical. Las primeras formas de los sindicatos tenían una base no ya de clase, sino de categoría, herencia de la ridícula separación que existía en la Edad Media entre los distintos oficios. La posterior transformación del sindicato de oficio (o profesional) en sindicato de industria no representó en realidad un salto hacia adelante. Bajo esta forma, un carpintero que trabaje en una fábrica de automóviles, por ejemplo, formará parte de la federación de los metales y no de la madera. Pero ambas formas tienen en común que el contacto entre sus miembros no se establece sino sobre los problemas que afectan a un sector estrecho de la producción, y no sobre problemáticas sociales. La síntesis de los intereses de los grupos de proletarios profesionales e industriales locales sólo se lleva a cabo por intermediación de los funcionarios de las organizaciones. Además, al considerar así de manera simplista las categorías, se deja de lado voluntariamente a los parados o los trabajadores a tiempo parcial. Con esta perspectiva, el centro es la fábrica y no la sociedad, o mejor dicho el capitalismo, si hablamos del sistema actual. Esto no ha impedido que el movimiento obrero y sindical haya experimentado formas organizativas diferentes en el curso de su historia. No olvidemos, por ejemplo, dentro de la concepción de las organizaciones de defensa económica que se formaron a finales del siglo XIX y principios del XX (sobre todo en los países latinos), aquellos órganos que destacaban por su actividad dinámica: la bourse du travail francesa, que en italiano se llaman más apropiadamente camera del lavoro. Si el segundo término apesta a parlamentarismo burgués, el primero evoca un mercado de trabajo (lo cual es aún peor), una venta de trabajadores al patrón que ofrezca más, lo cual nos aleja de una lucha enfocada a extirpar a la propia patronal.
Sin embargo, si bien las ligas aisladas y también sus federaciones nacionales, órganos menos unitarios y menos centralizados, tenían que hacer frente a los límites que imponen las categorías profesionales preocupadas por las reivindicaciones estrechas y temporales, en cambio las bolsas urbanas o provinciales de trabajo se veían arrastradas a plantear problemas de clase a un nivel superior, hasta llegar finalmente al nivel político, por el hecho de que desarrollaban la solidaridad entre los obreros de distintos oficios y localidades. Discutían verdaderos problemas políticos, no en el sentido electoral corriente sino en el sentido de la acción revolucionaria, aunque su carácter local no les permitiera sustraerse completamente a los defectos que hemos señalado, ligados a las fórmulas comunalistas y localistas. Estos episodios se produjeron en los periodos de crisis aguda, en particular en el movimiento de los parados de los años 1920-30 en Alemania y los Estados Unidos, donde las reivindicaciones de los parados asumieron un papel social general. No es nuestra intención desarrollar el tema en este artículo, pero pensamos que es un problema central para todos aquellos que hoy en día se plantean la cuestión sindical, y en general la cuestión de los intereses de los trabajadores en los países del capitalismo maduro (o más exactamente podrido).
A nivel político, los sindicatos alternativos suelen ser o apolíticos (la mayoría), entendido esto como desinterés por el problema parlamentario, o anti-parlamentarios (suelen ser pequeñas centrales sindicales que reagrupan a individuos politizados, que más o menos militan por las mismas ideas). Todavía no hemos visto ninguna reflexión seria acerca de la relación paro-precariedad y anti-parlamentarismo, a pesar de que la población está siendo ya expulsada de los procesos de integración social, pasando por una especie de zombificación. Las grandes centrales sindicales, en cambio, reivindican una política totalmente activa, ligada completamente a la política parlamentaria, lo cual les lleva a atraerse en muchos casos a los peores fanáticos del nacionalismo económico, y engendra una activa aceptación del racismo. No estamos diciendo que todos los militantes sindicales sean racistas, o que sean unos vendidos, pues lo que nos interesa no es la actividad individual o colectiva de un grupo de trabajadores, sino analizar su estructura de manera general.
Si esto es lo que hay en Europa, no podemos decir lo mismo de otras partes del mundo, sobre todo de Brasil y Sudáfrica (aunque la dinámica es la misma en los otros BRICS[2]). Estos países han experimentado un rápido crecimiento económico y una modificación de su estructura productiva. Evidentemente, la polarización social sigue siendo más acentuada que en Europa. Existe un número considerable de parados y de trabajadores pobres, pero, paralelamente, los sectores productivos reúnen a grandes masas de trabajadores, al igual que el sector de la distribución, por ejemplo. En estos últimos años, las principales centrales sindicales de estos países han sufrido numerosas escisiones y se han dividido, principalmente en los sectores directamente productivos. Esto se ha hecho con la oposición de las grandes centrales sindicales de izquierda, cercanas a los gobiernos. Estamos hablando de sectores que tienen su importancia social, dadas las actuales condiciones productivas de crecimiento en sus países respectivos. No se trata de “revoluciones”, pero hay que destacar que en algunos países la afiliación sindical tradicional aumenta y existe una respuesta contra las políticas de los actuales gobiernos de centro-izquierda, que se traduce en escisiones sindicales y huelgas.
El 7 de noviembre de 2014, en Sudáfrica, el Comité Ejecutivo del COSATU (Congress of South African Trade Unions, histórica central sindical próxima al ANC y al Partido Comunista) decidió por 33 votos contra 24 expulsar a su sindicato más importante (338.000 afiliados), la NUMSA, sindicato de los metalúrgicos (National Union of Metalworkers of South Africa). En una declaración publicada el 29 de octubre del 2014, este sindicato de metalúrgicos explicó que la política de la coalición tripartita en el gobierno, compuesta por ANC, la COSATU y el Partido Comunista Sudafricano, había sido incapaz de atacar al capitalismo heredado del Apartheid, lo cual “ha llevado a la clase obrera negra a una miseria extrema”.
Ya habíamos asistido, en agosto de 2012, a una polarización en el movimiento sindical durante la huelga de mineros en Marikana (huelga salvaje en una mina de platino, propiedad de Lonmin). Los enfrentamientos entre partidarios de ambos sindicatos, la National Union of Mineworkers (NUM) y la Association of Mineworkers and Construction Union (AMCU), provocaron diez muertos en pocos días, entre ellos dos policías y dos guardias de seguridad, que fueron quemados vivos[3]. El COSATU confirmó el informe de la policía, que decía que se había empleado gas lacrimógeno y cañones de agua contra los huelguistas, que respondieron con fuego real. Los periodistas presentes, las mujeres de los huelguistas y el AMCU, contestaron con fuerza a esas afirmaciones de la policía según las cuales eran los huelguistas quienes habían disparado primero. Es interesante señalar que la NUMSA llamó a una jornada de huelga y de manifestación contra la política del gobierno. En las manifestaciones se protestaba por la elevada tasa de paro (25%), sobre todo por la de los jóvenes (el 71% de los parados tienen entre 19 y 25 años). La NUMSA exigía que se retirara la medida gubernamental que pretendía subvencionar a los empresarios que contrataran a menores de 25 años, lo que abría las puertas a la sustitución del personal cualificado por jóvenes con bajos salarios. La NUMSA asume aquí un papel que va más allá del sindicato tradicional de categoría. Estos últimos días, el propio sindicato ha propuesto la creación de un movimiento político de izquierda opuesto al gobierno.
Podemos observar la misma dinámica en Brasil, a través de la experiencia de la Intersindical, una importante escisión del CUT (Central Única dos Trabalhadores), sindicato históricamente cercano al PT (Partido de los Trabajadores), actualmente en el gobierno de Brasil. Reproducimos aquí un extracto de su presentación, breve pero significativo:
“Así nace la Intersindical, instrumento de lucha y organización de la clase trabajadora, que tiene como principios fundamentales: la independencia en relación al Capital y su Estado, autonomía en relación a los partidos políticos, teniendo la organización por la base como instrumento fundamental para la lucha de clases.
Dentro de las principales acciones se encuentran la solidaridad activa e internacional de la clase trabajadora, la formación política como herramienta potenciadora de la lucha y la no sumisión al reconocimiento del Estado a nuestra Organización.
Defendemos la organización de los trabajadores sindicalmente en una Central que rompa con el corporativismo impuesto por el Estado, que nos divide en categorías, una Central que contribuya al salto cualitativo desde la clase en sí a la clase para sí, pero eso no se dará por mera autoproclamación, como han intentado varias organizaciones de izquierda en el país, que a lo largo de estos años optaron por pedir al Estado la solución de los problemas de la clase trabajadora. Así se han creado en los últimos 7 años decenas de nuevas centrales, cargadas con los viejos errores del pasado reciente, y una parte significativa de ellas, ya reconocida por el Estado, se mantiene a costa del impuesto sindical heredado del gobierno Getulio Vargas, que enganchó la estructura sindical al Estado para contener la lucha de clases.
Y la CUT, que nació con clase trabajadora combatiendo la intervención del Estado y enfrentándose al Capital, es hoy una de las principales centrales sindicales de colaboración de clases.
Por tanto, la Intersindical es una organización sindical nacional, presente en todas las regiones del Brasil, coherente con el proceso histórico de las organizaciones que forman parte de ella y que han contribuido decisivamente en el proceso de reorganización del movimiento sindical brasileño.
Como en el caso de Sudáfrica, la Intersindical es una organización centrada en los trabajadores del metal, pero que ha logrado en poco tiempo convertirse en una central sindical presente en diferentes sectores. Las similitudes en Brasil y Sudáfrica son muchas, tanto desde el ángulo de la producción, de la polarización social, la relación campo-ciudad, la extensión de las bidonvilles, etc. Y este sindicato brasileño no es el único en el mundo que plantea el problema del surgimiento de una fuerza política de izquierdas opuesta al gobierno.
Nuestro interés no se centra en la pureza sindical de estas experiencias. Pensamos que es natural que en estos contextos se plantee el problema de una fuerza política de izquierda, que debería situarse más a la izquierda que el gobierno. En este sentido, no hay nada revolucionario, se trata una práctica social puramente reformista, pero es interesante comprender la dinámica y la perspectiva que abre esta nueva sindicalización, así como las contradicciones que están destinadas a surgir y desarrollarse, y todo lo que venga como producto de nuevas luchas de clase. No nos hallamos ante movimientos que se planteen la cuestión del anti-parlamentarismo y la crítica al Estado (en Europa ni en el mundo), pero es interesante reflexionar sobre cómo esta dinámica podría llegarse a dar, cuando la integración en el sistema sea más difícil y no sea ya un proceso automático. Esta es la única condición que permitirá que se desarrollen formas organizativas centradas en la independencia de clase. Aunque en muchos países alejados de Europa existe el mecanismo corporativo, todos aspiran a jugar en el terreno de la democracia parlamentaria y siendo compatibles con el sistema. Esperando que su situación mejore, no se dan cuenta de las consecuencias del proceso de crisis. Esta es una visión general, pero es conveniente conocer esta realidad, comprender los actuales esfuerzos en el terreno sindical dentro de estos países, porque reflejan una sociedad que está en profundo movimiento. Estudiar las distintas formas de organización del movimiento obrero y comprender sus dinámicas, no es tener “gusto por el estudio”, sino que se trata de una práctica necesaria para todos aquellos que participan activamente, dadas las posibilidades actuales, en la lucha de clases.
Grupo de discusión Marsella-Zombi.
[1] BRICS es un acrónimo inglés que se emplea para designar a un grupo de cinco países que se reúnen anualmente en una cumbre: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
[2] La Question syndicale en Chine, Echanges et mouvement, 2010; Luttes de classes dans la Chine des réformes (1978-2009), de Bruno Astarian, Acratie, octobre 2009 ; L’autonomie ouvrière frappe en Inde: la grève de Maruti Suzuki à Manesar (juin, septembre, octobre 2011), Mouvement Communiste, 2012.
[3] Véase Dans le monde, une classe en lutte, septiembre 2012.