Marx y los sindicatos (II): Marx contra el proudhonismo y el bakuninismo

2. Marx contra el proudhonismo y el bakuninismo

Marx forjó su concepción del mundo y su táctica, a través de una encarnizada lucha ideológica y política. Tuvo en primer lugar, que chocar con las teorías considerablemente difundidas de Proudhon. Proudhon es el tipo de socialista pequeñoburgués en cuyos trabajos las palabras audaces se compaginan con teorías revolucionarias. Publicista de talento, representante de un vago socialismo sentimental, “de pies a cabeza filósofo y economista de la pequeña burguesía» (Marx), que ha arrojado a la caía de la burguesía la violenta fórmula acusadora »la propiedad es un robo», Proudhon se creyó el teórico «de las clases obreras» y se lanzó audazmente a disertaciones teóricas sobre la «filosofía de la miseria». Pero la teoría fue precisamente el talón de Aquiles de Proudhon, porque no pasó de los límites de la ciencia liberal burguesa de su tiempo, y de aquí el violento ataque de Marx contra Proudhon y el proudhonismo. Proudhon publicó un libro pretencioso, La Filosofía de la miseria, en el que intentó determinar las leyes de desarrollo de la sociedad. En este libro, Proudhon reveló a todo el mundo las siguientes tesis que nos interesan aquí:

«Todo movimiento de alza en los salarios no puede tener otro efecto que el de un alza en el trigo, en el vino, etc.; es decir, el efecto de una carestía. Pues, ¿qué es el salario? Es el precio del costo del trigo, etc., es el precio integral de todas las cosas. Profundicemos más la cuestión: el salario es la proporcionalidad de los elementos que componen la riqueza y que son consumidos reproductivamente todos los días por la masa de los trabajadores. Ahora bien, doblar los salarios… es conceder a cada uno de los productores una parte mayor que su producto, lo cual es contradictorio; y si el alza sólo se verifica en un número reducido de industrias, es provocar una perturbación general en los cambios, en una palabra, una carestía. Yo declaro que es imposible que las huelgas seguidas de un aumento de salarios no tengan por resultado un encarecimiento general, esto es tan cierto como dos y dos son cuatro.»

A estos ampulosos e ignorantes razonamientos de Proudhon Marx añade: «De todas estas afirmaciones, nosotros solamente aceptamos una: esto es, que dos y dos son cuatro.»

¿Cuál es la significación política de esta intervención de Proudhon? Detener a los obreros en la lucha por el aumento de los salarios. Si el aumento de salarios nada rinde a los obreros, si en la medida en que aumentan los salarios aumentan los precios proporcionalmente, la lucha de los obreros pierde en realidad todo sentido.

Marx descubrió inmediatamente la esencia reaccionaria de esta filosofía, y con la pasión que le era peculiar arremetió contra los razonamientos puramente patronales del apóstol anarquista. Pero Proudhon siguió más adelante por la misma línea, expresándose resueltamente contra el movimiento huelguístico. He aquí lo que leemos en la misma Filosofía de la miseria:

«La huelga de los obreros es ilegal, y no es sólo el Código penal quien lo dice: es el sistema económico, es la necesidad del orden establecido… Que cada obrero, individualmente, goce de la libre disposición de su persona y de sus brazos, es cosa que se puede tolerar, pero que los obreros traten, por medio de coaliciones, de violentar el monopolio, es lo que la sociedad no puede permitir.»

A sus ojos es inadmisible la unificación de los obreros para la lucha en común contra los patronos. Es decir, se sitúa en el punto de vista de los legisladores reaccionarios de los países capitalistas de su época, que castigaban siempre el menor conato de coalición de los obreros. Marx sabía con quién tenía que vérselas. Sabía por qué esas ideas reaccionarias corrían en Francia, y su respuesta la da, por consiguiente, en un análisis de la esterilidad teórica de Proudhon y de sus conclusiones políticas anti-obreras. He aquí lo que escribió Marx en la Miseria de la filosofía con respecto a esta verborrea reaccionaria de Proudhon:

«La gran industria aglomera en un solo punto una multitud de gente, desconocidos unos de otros. La competencia divide sus intereses. Pero el sostenimiento del salario, este interés común que tienen contra su patrono, los reúne en un mismo pensamiento de resistencia: coalición. Así, la coalición tiene siempre un doble objeto: el de hacer que cese entre ellos la competencia para poder hacer una competencia general al capitalista. Si el primer objeto de resistencia ha sido sólo el sostenimiento de los salarios, a medida que los capitalistas, a su vez, se reúnen en un pensamiento de represión, las coaliciones, aisladas al principio, se forman en grupos, y enfrente del capital, siempre reunido, el sostenimiento de la asociación viene a ser para ellos más importante que la del salario. Esto es tan cierto, que los economistas ingleses se muestran sorprendidos de ver a los obreros sacrificar una buena parte del salario en favor de las asociaciones, que a los ojos de estos economistas, sólo fueron establecidas en favor del salario. En esta lucha -verdadera guerra civil- se reúnen y se desarrollan los elementos necesarios para una batalla venidera. Una vez llegada a este punto, la asociación adquiere un carácter político.»

Respondiendo a la actitud puramente patronal de Proudhon frente al movimiento huelguístico, Marx escribe:

«Se han hecho numerosas investigaciones para trazar las diferentes fases históricas que ha recorrido la burguesía, desde la Comuna o Municipio hasta su constitución como clase.

«Pero cuando se trata de darse cuenta exacta de las huelgas y demás formas en que los proletarios efectúan a nuestra vista su organización como clase, unos se sienten presas de verdadero tenor, y otros afectan un desdén trascendental.

«Una clase oprimida es la condición vital de toda sociedad fundada en el antagonismo de clases. La emancipación de la clase oprimida implica, pues, necesariamente, la creación de una nueva sociedad. Para que la clase oprimida pueda emanciparse, es preciso qué las fuerzas productivas adquiridas ya y las relaciones sociales existentes no puedan coexistir. De todos los instrumentos de producción, la mayor fuerza productiva es la misma clase revolucionaria. La organización de los elementos revolucionarios como clase, supone la existencia de todas las fuerzas productivas que podían engendrarse en el seno de la sociedad antigua.»

Marx se percató inmediatamente de que los sabios burgueses «imparciales» tratan de escamotear la lucha económica, o de no verla. Critica ásperamente la posición negativa de los ideólogos de la burguesía, frente al movimiento económico del proletariado. Observó muy bien cómo los ruidosos «revolucionarios» de la especie de Proudhon muestran un menosprecio «trascendental» por la lucha de la clase obrera por sus intereses vitales. ¿No tenemos hoy también de estos «revolucionarios» que expresan un menosprecio «trascendental” por la lucha económica del proletariado? Y, aunque no muy numerosos, existen también hasta en nuestras filas comunistas.

¿Cuál fue la clave de todas las desventuras de Proudhon? Engels lo dijo en la carta a Marx del 21 de agosto de 1851, de la siguiente manera:

«He leído a Proudhon hasta la mitad y me adhiero íntegramente a tu punto de vista. Su llamamiento a la burguesía, su vuelta a Saint Simón y otros muchos pasajes semejantes, incluso en la parte crítica, prueban que para él la clase industrial, la burguesía y el proletariado, son en realidad idénticos, y que considera que se hallan en oposición sólo debido a que la revolución no ha terminado.»

En su carta a Kugelmann, del 9 de noviembre de 1866, Marx escribe a propósito de Proudhon:

«Proudhon ha causado un daño enorme. Al comienzo, su aparente crítica y su simulada oposición a los utópicos (él mismo no es más que un utopista pequeñoburgués, mientras que en las utopías de un Fourier, de un Owen, etc., se halla el presentimiento y la expresión fantástica de un nuevo mundo), han seducido y corrompido a la «juventud dorada», los estudiantes, después a los obreros, especialmente a los de París, que, ocupados en la producción de artículos de lujo, continúan atados, sin saberlo, a todas las antiguallas.»

En la carta a Engels del 20 de junio de 1866, Marx habla del «Stirnerismo Proudhonizado”, y dice que:

«Proudhon tiende a individualizar la humanidad», y que desde el punto de vista de Proudhon:

«la historia debe cesar en todos los países y que todo el mundo esperará a que los franceses estén maduros para hacer la revolución social».

Como es sabido, Proudhon es el fundador del anarco-sindicalismo. Por lo menos esto es lo que dicen y escriben los anarcosindicalistas, colocándole por encima de Marx -«el venerador del Estado»-. Pero los anarco-sindicalistas se cuidan muy bien de decir que Proudhon fue un enemigo acérrimo del derecho de coalición y del movimiento huelguístico. Su odio a las huelgas fue tan profundo que hasta justificaba la matanza de los huelguistas. He aquí lo que escribió Proudhon en 1846, en su obra Filosofía de la miseria:

«Que cada obrero individualmente goce de la libre disposición de su persona y de sus brazos, es cosa que se puede tolerar; pero que los obreros traten, por medio de coaliciones, sin considerar los grandes intereses sociales ni las prescripciones de la ley, de violentar la libertad y el derecho de los patronos, la sociedad no lo puede tolerar. Aplicar la fuerza contra los patronos y terratenientes, desorganizar los talleres, paralizar el trabajo, poner bajo amenaza el capital, significa conspirar una ruina general. Las autoridades que hicieron asesinar a los mineros de River-de-Giex se sintieron profundamente infelices, pero actuaron como el antiguo Brutus, que se vio en la necesidad de escoger entre el amor de padre y su deber de cónsul. Se imponía sacrificar a sus propios hijos, para salvar la República. Brutus no vaciló y las generaciones que le siguieron no se atrevieron a condenarlo.»

Proudhon tampoco comprendió que si la burguesía se manifiesta en favor de la coalición, no es por puro gusto, sino porque se ve obligada a ello debido a la lucha incesante de los obreros. Proudhon se lanza contra los partidarios del derecho de coalición y escribe:

«La ley que autoriza las coaliciones es fundamentalmente antijurídica, antieconómica, contraria a todo régimen social y a todo orden. Cada concesión adquirida por medio de esta ley es un abuso y es nula de por sí, y puede dar motivo a la formación de un proceso y persecución penal…

«Yo repudio especialmente la nueva ley, porque la coalición con el propósito de aumentar o disminuir los salarios, es absolutamente igual que la coalición con el propósito de aumentar o disminuir los precios de los víveres y de las mercancías.»

¿Qué se puede decir de estos razonamientos? Así no puede razonar más que un pequeño burgués rabioso, que por una parte grita «la propiedad es un robo» y por la otra «disparad contra los huelguistas».

¿Cómo entienden esta contradicción los discípulos de Proudhon? Uno de ellos, Máximo Leroy, que escribió una introducción al libro La capacidad política de las clases obreras, deseoso de mostrar la grandeza de Proudhon, cita una serie de extractos suyos sobre la lucha de clases, sobre la guerra entre el trabajo y el capital y sintetiza de la siguiente forma la esencia del proudhonismo:

«Lucha de clases, y sin embargo, ninguna incitación a la subversión social. Lucha de clases y, sin embargo, exhortación a los obreros a colaborar con la clase media. Lucha de clases y, sin embargo, proscripción de las huelgas. Lucha de clases y, sin embargo, colaboración de clases.”

¿Cómo soluciona el mismo Leroy estas flagrantes contradicciones de Proudhon? No las soluciona ni las explica, nos informa solamente que la clave de las doctrinas de Proudhon está en el mutualismo que:

«Proudhon no proponía ni el misticismo de la catástrofe emancipada, ni un programa de estrategia militar, porque nunca juzgó a la clase obrera como una secta, como un ejército. La concebía como una clase laboriosa, sin dogma y sin amo, inquieta por una verdad en perpetuo devenir, en resumen, como viviendo una vasta experiencia saintsimoniana.»

¿Podían acaso Marx y Engels aceptar en lo más mínimo, esa increíble confusión que introducía Proudhon en el movimiento obrero? Evidentemente, no. Emprendieron una lucha encarnizada contra Proudhon y el proudhonismo.

Pero los proudhonianos, que se manifestaban contra los sindicatos, el derecho de huelga, etc., se vieron obligados, bajo los golpes de la experiencia misma, a modificar sus concepciones. En la carta de Marx a Engels del 12 de septiembre de 1868 leemos:

«Es un gran progreso que los buenos proudhonianos belgas y franceses, que reclamaban dogmáticamente en Ginebra (1866) y en Lausana (1867) contra los trade-unions, etc., sean actualmente sus partidarios más fanáticos.»

Esta carta evidencia que los proudhonianos dieron media vuelta a la teoría de su maestro, que no por eso se hizo mejor. Y precisamente por eso, Marx y Engels emprendieron una lucha encarnizada contra la teoría y la práctica bakuninista. El continuador de la causa de Proudhon fue su discípulo más grande, Miguel Bakunin, el cual se dio cuenta de las debilidades y lagunas de las concepciones de Proudhon.

Bakunin, que apreciaba altamente a Proudhon, emitió sin embargo, el juicio siguiente sobre él:

«Proudhon, a pesar de todos sus esfuerzos por colocarse en el plano de la realidad, siguió siendo idealista y metafísico. Proudhon, no obstante todos sus esfuerzos por sacudir las tradiciones del idealismo clásico, siguió siendo, sin embargo, un idealista incorregible, que se inspiraba, como le dije dos meses antes de su muerte, tan pronto en la Biblia como en el derecho romano, y siguió siendo un metafísico hasta sus últimos días.»

Claro es que al lado de Proudhon, Bakunin era un águila. Bakunin es una gran figura revolucionaria, un rebelde, que estuvo siempre, como dijo Herzen, «en el último extremo». Un hombre dotado de formidable energía y de un inmenso talento de organizador. Pero era un gran señor en revuelta. Su concepto del mundo es una mezcla de Hegel, Stirner y del insurreccionalismo ruso a lo Pugachov. No veía las clases, hablaba siempre del pueblo. Bakunin nunca hablaba de la clase obrera, sino de los peones, de los obreros no cualificados, de la gente pobre, de la parte más depauperada de la población, del populacho sin profesión y oponía la mentalidad revolucionaria del lumpenproletariado a la mentalidad reaccionaria de la aristocracia obrera, en la que incluía a la mayor parte de los trabajadores. A Bakunin no le agradaba mucho que Marx creara círculos en los que leía conferencias a los obreros. En su carta a Annenkov del 28 de diciembre de 1847, Bakunin escribe que «Marx se ocupa del mismo trabajo inútil que en el pasado, echa a perder a los productores transformándolos en razonadores».

¿Qué era, pues, el bakuninismo como sistema? El mismo Bakunin decía que es el sistema anárquico de Proudhon ampliado, desarrollado y emancipado por nosotros de todos los floripondios metafísicos, idealistas y doctrinarios.

Así tenemos ante nosotros un proudhonismo perfeccionado, tan lejos del marxismo desde el punto de vista teórico y político como el proudhonismo puro.

Bakunin negaba todo Estado, la lucha política y la organización política del proletariado. La lucha entre Marx y Bakunin fue la lucha entre dos concepciones distintas del mundo, dos sistemas y teorías distintos, fue una lucha entre dos líneas políticas y tácticas distintas, lo que no podía dejar de reflejarse en el problema de organización. El problema de organización no fue, por consiguiente, la causa, sino solamente el motivo de la escisión.

«¿Qué política debe seguir la Internacional en el transcurso de este período más o menos largo que nos separa de la terrible revolución social que todos presentimos?»