La re-formación de la clase obrera global

Artículo publicado originalmente en Roar Magazine.
Beverly J. Silver es profesora de sociología en la Johns Hopkins University y directora del Arrighi Center for Global Studies, donde coordina un grupo de investigación sobre la Protesta Social Global. Se puede leer aquí una reseña de su libro Fuerzas de trabajo: Movimientos obreros y globalización.
En este artículo Silver retoma el concepto de «formación de la clase obrera» del historiador E.H. Thompson, planteando la posibilidad de que el aumento de las protestas obreras a escala mundial sea el primer paso de un proceso de re-formación de la clase obrera global. La autora, no obstante, se centra en la clasificación formal y sociológica de los diferentes tipos de protesta y los sujetos que las protagonizan, sin profundizar en el contenido de clase que expresan, en los factores políticos que en última instancia determinan el desarrollo y la formación de la clase obrera, según Marx y el propio Thompson («la formación de la clase obrera es un hecho de historia política y cultural, tanto como económica»).

 ***

Desde los años 80, el enfoque predominante en las ciencias sociales ha consistido en asumir que las movilizaciones basadas en el trabajo y en la clase eran una reliquia del pasado. La “globalización”, se argumentaba, desencadena una intensa competición entre los trabajadores de todo el mundo, cuyo resultado es una implacable espiral descendente del poder y el bienestar de los obreros. La restructuración de la producción (cierre de plantas, subcontratación, automatización y la incorporación de un nuevo suministro masivo de fuerza de trabajo barata), se decía, socava a las clases trabajadoras establecidas, vinculadas a la producción en masa en los países del centro, y crea barreras insuperables para el resurgimiento de nuevas movilizaciones obreras en cualquier parte.

Este argumento terminó denominándose la tesis de la “carrera hacia el abismo”. El razonamiento dejaba poco margen a sus defensores para comprender el resurgimiento de las protestas laborales y las movilizaciones clasistas que se sucedieron en todo el mundo a partir del 2008. Este reciente aumento ha adquirido varias formas: una ola de huelgas de los obreros fabriles de China y otras partes de Asia, huelgas salvajes militantes en las minas de platino de Sudáfrica, ocupaciones de las plazas públicas por parados y jóvenes subempleados, desde el norte de África a los Estados Unidos, protestas anti-austeridad en Europa. Estas eran tan solo algunas de las señales que indicaban que la marea estaba cambiando. De hecho, parece que estamos tan solo en los comienzos de un nuevo aumento mundial de las movilizaciones laborales de clase.

EL CRECIMIENTO MUNDIAL DE LAS MOVILIZACIONES DE CLASE

Para poder comprender qué es lo que está sucediendo ante nuestros ojos, necesitamos un enfoque que tenga en cuenta que las recurrentes revoluciones en la organización de la producción, que caracterizan la historia del capitalismo, no sólo provocan la descomposición de las clases obreras ya establecidas, sino también la formación de nuevas clases obreras a escala mundial.

Aquellos que durante las pasadas décadas han estado anunciando la muerte de la clase obrera y de los movimientos obreros tienden a fijarse únicamente en aquella parte del proceso de formación de la clase que implica descomposición. Pero si trabajamos desde la premisa de que las clases obreras mundiales  y los movimientos obreros están constantemente formándose, descomponiéndose y reformándose, entonces tendremos un poderoso antídoto contra esa tendencia a pronunciarnos prematuramente sobre la muerte de la clase obrera cada vez que una clase obrera específica se descompone. La muerte del movimiento obrero ya se pronunció prematuramente a comienzos del siglo XX, conforme el ascenso de la producción en masa minaba la fuerza de los obreros-artesanos; y de nuevo se enunció prematuramente a finales del siglo XX.

Al centrarnos en la formación, descomposición y reformación de las clases obreras, estaremos en condiciones de observar el estallido de nuevas luchas, tanto de las nuevas clases obreras en formación como de las viejas clases obreras en descomposición; esto es, las luchas de aquellos que están experimentando tanto el lado creativo como destructivo del proceso de acumulación capitalista, respectivamente. Yo he denominado a estas luchas como protestas obreras Tipo Marx y Tipo Polanyi. Las protestas obreras Tipo Marx están compuestas por las luchas de las nuevas clases obreras emergentes, que desafían su estatus de mano de obra barata y dócil. Las protestas obreras Tipo Polanyi están compuestas por las luchas de las clases obreras ya establecidas, que defienden sus modos de vida y sustento, incluidas las concesiones que el capital y el Estado les ha concedido en las previas oleadas de lucha.

En el presente aumento de las luchas podemos ver ambos tipos de protestas: la oleada de huelgas de la nueva clase obrera migrante en China se correspondería con el tipo nueva clase obrera en formación y las protestas anti-austeridad en Europa se corresponderían con el tipo descomposición de las clases obreras ya establecidas.

LUCHAS EN LOS LUGARES DE PRODUCCIÓN

La oleada de huelgas que sigue su curso en China es la última manifestación de una dinámica que se puede resumir en la frase: allí donde va el capital, no tarda en surgir el conflicto capital-trabajo. Dicho de otra manera, la sucesiva difusión geográfica de la producción en masa por todo el globo desde mediados del siglo XX hasta el presente ha producido sucesivas oleadas de formación de nuevas clases obreras y protestas laborales tipo Marx. Allí donde el capital manufacturero se desplaza a nuevas localizaciones geográficas en busca de mano de obra más barata o dócil, podemos observar los patrones ya conocidos, y a pesar de que en aquellas zonas que el capital abandona el trabajo se debilita, más que una carrera hacia el abismo el resultado ha sido la creación de nuevas clases obreras y nuevos y fuertes movimientos en todos los nuevos lugares de producción.

Esta dinámica se hizo visible durante los “milagros manufactureros” de Brasil y Sudáfrica en los 60, y de Korea del Sur en los 70, que vinieron acompañados al cabo de una generación por la emergencia de “milagrosos movimiento obreros” que desmantelaron los regímenes represivos que garantizaban una mano de obra dócil y barata. Y la misma dinámica se puede observar hoy en China.

Una de las respuestas de los capitalistas a la oleada de protestas obreras en China ha sido la relocalización de la producción hacia lugares donde el trabajo es si cabe más barato. Las fábrica se trasladan de las areas costeras a las provincias del interior y a países más pobres de Asia, como Vietnam, Camboya y Bangladesh. Pero casi de manera inmediata se confirma la tesis de donde va el capital le sigue el conflicto, y se producen huelgas en estas nuevas zonas de inversión. Cada vez parece más claro que el capital ya no tiene donde huir.

Otra respuesta de los capitalistas ha sido acelerar la tendencia a largo plazo hacia la producción automatizada, es decir, intentando solucionar el problema del control de la mano de obra eliminando trabajadores del proceso de producción. Pero las protestas obreras en los lugares de producción continúan siendo un importante componente de la agitación laboral general. La completa supresión del trabajo humano dentro del proceso productivo sigue pendiente. Es más, la reorganización post-fordista de la producción ha aumentado de hecho el poder disruptivo de los obreros en los centros de producción, dentro de algunos sectores, a pesar de que en la literatura está muy difundida esa tendencia a centrarse únicamente en la forma en la que estos cambios debilitan el poder obrero.

Por ejemplo, la producción just-in-time, al eliminar el stock y las redundancias en el proceso productivo, ha fortalecido el poder disruptivo de los trabajadores en el centro de producción. En la industria del automóvil, los proveedores entregan las piezas just-in-time a las fábricas de montaje. Al suprimir el stock del suministro, la huelga que paraliza la producción de las piezas más importantes puede llegar a paralizar todas las operaciones de montaje de la corporación en cuestión de días. De hecho, esto es precisamente lo que pasó en China en 2010, durante la huelga en la fábrica de piezas para automóviles que paralizó rápidamente todas las operaciones de Honda en China.

Del mismo modo, la globalización del comercio y de la producción ha aumentado el poder de negociación de los trabajadores de los transportes y las comunicaciones, en la medida en que las huelgas en este sector recuperan de nuevo el fantasma de la amenaza de la interrupción de las economías regionales y nacionales, así como de toda la cadena de suministro global. De esta forma, mientras la clásica historia del levantamiento de febrero de 2011 en Egipto se centra en las protestas en la calle y la ocupación de la plaza Tahrir, la dimisión de Mubarak sólo se produjo cuando los obreros del Canal de Suez se pusieron en huelga (con todo lo que ello conlleva para el comercio nacional e internacional).

LUCHAS EN LA CALLE

Si bien es un error subestimar el papel presente y futuro de las luchas obreras en los lugares de producción, también lo es subestimar el papel de las luchas en la calle. De hecho, la relación entre estos dos lugares de lucha se puede observar ya en el volumen I de El Capital.

Por un lado, Marx estudió lo que ocurre en esta “esfera oculta de la producción [fabril]” en las secciones centrales del volumen I de El Capital, donde cataloga el conflicto endémico capital-trabajo acerca de la duración, intensidad y ritmo de trabajo. La naturaleza endémica del conflicto capital-trabajo en los lugares de producción sigue siendo relevante hoy día. Por otro lado, en el capítulo 25, Marx también dejó claro que la lógica del desarrollo capitalista no sólo provoca luchas endémicas en el centro de trabajo, sino que implica un conflicto a un nivel social más amplio, a medida que la acumulación del capital viene acompañada de su “acumulación de miseria”, sobre todo bajo la forma de un creciente ejército de reserva de obreros parados, subempleados y precarios.

Desde este punto de vista, el capitalismo históricamente se caracteriza no sólo por sus procesos cíclicos de creación y destrucción, sino también por una tendencia a largo plazo a destruir las subsistencias existentes más deprisa de lo que es capaz de crear otras nuevas. Esto señala la necesidad de conceptualizar un tercer tipo de agitación laboral además de las protestas de las clases obreras que se están formando (tipo Marx) o descomponiendo (tipo Polanyi). Este tercer tipo (para el que no tengo nombre) es la protesta de aquellos trabajadores que el capital esencialmente evita o excluye; esto es, aquellos miembros de la clase obrera que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo, pero que tienen pocas posibilidades de venderla a lo largo de su vida.

Los tres tipos de protestas obreras son resultado de diferentes manifestaciones del mismo proceso capitalista de desarrollo. Los tres son bien visibles en el presente aumento global de los conflictos laborales y clasistas, siendo las protestas de vastos sectores de la juventud desempleada de todo el mundo el ejemplo paradigmático de nuestro tercer tipo. Finalmente, el destino de cada uno de los tres tipos de luchas está profundamente ligado a los otros dos.

UNIENDO A LA CLASE OBRERA

El optimismo de Marx acerca del internacionalismo obrero y el poder transformador de las luchas proletarias se debía en parte a que los tres tipos de luchas (la de aquellos que se incorporan al trabajo asalariado en su última fase de expansión material, la de aquellos que están siendo expulsados como consecuencia de la última ronda de restructuración, y la de aquellos que el capital no necesita) se hallaban dentro de los mismos hogares y comunidades obreras. Vivían juntos y luchaban juntos.

Dicho de otra forma, Marx esperaba que las diferencias dentro de la clase (entre empleados y desempleados, activos y ejército de reserva, aquellos que tienen capacidad para imponer costosas disrupciones al capital en los centros de producción y aquellos que sólo tienen capacidad para interrumpir la paz en las calles) no se solaparan con las diferencias de ciudadanía, raza, etnicidad o género. Como tales, los obreros que encarnaban los tres diferentes tipos de conflicto obrero eran una sola clase obrera con un poder y unas demandas comunes, y con la capacidad de desarrollar una perspectiva post-capitalista que prometía la emancipación de toda la clase obrera mundial.

Históricamente, no obstante, el capitalismo se ha desarrollado acompañado del colonialismo, el racismo y el patriarcado, dividiendo a la clase obrera en distintos estatus (como la ciudadanía, la raza/etnicidad y el género) y embotando su capacidad para desarrollar una perspectiva emancipadora para la clase en su conjunto.

Hoy hay señales de que estas divisiones se están exacerbando (aumento de los sentimientos xenófobos contra los inmigrantes, esfuerzos para restringir los flujos migratorios y para reforzar los privilegios basados en la ciudadanía). Pero también hay otras señales que indican que estas divisiones se están debilitando, si no rompiendo, abriéndose perspectivas a nivel local, nacional e internacional para unas movilizaciones capaces de reunir en solidaridad a los protagonistas de los tres tipos de protestas obreras y de generar proyectos de emancipación transformadora para el siglo XXI.

Beverly Silver.