Los orígenes de la CNT

La CNT ha pasado a la historia como la organización anarcosindicalista mediante la cual el proletariado de España se batió contra la burguesía durante la primera mitad del pasado siglo. Sus orígenes, sin embargo, se sitúan en buena parte fuera de la órbita del anarquismo, y constituyen un episodio histórico del que merece la pena sacar todas las enseñanzas que sea posible. Por otra parte, no son pocas las analogías históricas que se pueden establecer entre los tiempos presentes y aquella Cataluña de principios del siglo XX: crisis económica y renovación tecnológica que arrastra a la miseria al proletariado, influencia de los demagogos en la clase obrera, ausencia de organización proletaria, existencia de un cierto asociacionismo libertario ligado a las fuerzas pequeño burguesas republicanas, ausencia de legislación laboral (hace 100 años porque no existía ley ninguna y hoy porque no se cumplen), etc.

CONTEXTO HISTÓRICO

Desde 1868, el movimiento obrero en España había seguido una cierta continuidad, pasando por duros periodos de represión y reflujo. A la Federación Regional Española de la AIT, fundada en 1870 y autodisuelta en 1881, le sucedió la Federación de Trabajadores de la Región Española ese mismo año, que tras la represión provocada sobre todo por el caso de la Mano Negra[1] en 1883, sobrevivió hasta 1888. Ese año se crea la Federación Española de Resistencia al Capital, más conocida con el nombre de Pacto de Unión y Solidaridad. Esta organización también sobrevive a duras penas a la represión, que se recrudece a raiz de los Procesos de Montjuic[2] de 1896, hasta que en 1900 se disuelve y aparece la Federación Regional Española de Sociedades de Resistencia, a la que se llamó también «Nueva FTRE». Ni que decir tiene que el centro de este asociacionismo obrero estaba en Cataluña, concretamente en Barcelona y alrededores, una de las pocas regiones industrializadas en todo el país en la que se desarrollaba con fuerza, en consecuencia, el proletariado y su movimiento de clase.

Los efectivos del PSOE, fundado oficialmente en 1879, fueron prácticamente los del grupo madrileño impulsor hasta que en 1888 celebró su primer congreso, en el que se aprovechó para también para fundar la UGT. Con su habitual perspicacia, Iglesias decidió trasladar la sede del sindicato de Barcelona a Madrid en 1899, dejando de lado el foco del movimiento obrero. La UGT, por su parte, que tenía escasa implantación en Cataluña, se opuso a la creación de la “nueva FTRE”. Hay que señalar que la confusión organizativa que reinaba en el PSOE y la UGT, dirigidos por las mismas personas, era enorme. Había sociedades de resistencia que formaban parte directamente de la organización del partido, en lugar de hacerlo sus militantes individualmente.

La pérdida de las colonias en 1898 supuso un serio golpe para los negocios catalanes, y como es natural la burguesía lo descargó sobre el proletariado. Son tiempos de huelgas y duras luchas, sobre todo entre 1900 y 1902. En esos años la burguesía catalana funda la Lliga Regionalista y el demagogo Lerroux empieza a ganar apoyo entre los obreros de la región, principalmente entre los procedentes de otras provincias de España.

A comienzos de 1902 estalla una huelga general de solidaridad que se propaga por Barcelona y las ciudades aledañas. Duró una semana entera y acabó con 500 detenidos y 100 muertos. El rechazo de la UGT a apoyarla impidió que se extendiera por todo el territorio. La derrota, la represión y el ascenso del Lerroux pondrán de nuevo en serias dificultades a la Federación Regional Española de Sociedades de Resistencia, que en los próximos años irá decayendo, no sin pasar por algunos combates episódicos más.

LOS ANARQUISTAS

La continuidad entre la FRE, la FTRE, el Pacto de Unión y Solidaridad y la Federación Regional Española de Sociedades de Resistencia se refleja tanto en los militantes como en la orientación ideológica de estas organizaciones obreras, siempre anarquista. La confusión organizativa que reinaba entre los libertarios tampoco era pequeña. Desde la época de la AIT, estos se dedicaron a orientar las sociedades de resistencia obreras hacia sus posturas, a veces organizándose de manera secreta dentro de estas coaliciones[3] (como en la época de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista fundada por Bakunin, luego llamada Internacional de Saint-Imier tras la ruptura con el ala marxista). Esta influencia libertaria tenía la ventaja de mantener al movimiento obrero al margen de la política institucional y sus partidos, conservando su independencia y autonomía. Sin embargo, los propios impulsores del asociacionismo obrero, los jefes del anarquismo, terminarán acercándose a los republicanos desde finales del siglo XIX. El contacto entre ambas corrientes se circunscribía sobre todo al terreno de la cultura y de la educación (escuelas laicas, revistas culturales, etc.) y dotó al anarquismo de cierto prestigio entre los círculos progresistas[4].

Un ejemplo lo tenemos en el mítico anarquista Ferrer i Guardia, que pasó del republicanismo demócrata (fue secretario de Ruiz Zorrilla) al anarquismo y fue uno de los impulsores de la Federación Regional Española de Sociedades de Resistencia, fundada como se ha dicho en 1900. En aquella época Ferrer publicaba un periódico llamado La Huelga General, defensor de la huelga revolucionaria, y había fundado en 1901 la Escuela Moderna. La influencia de esta corriente anarquista en el movimiento obrero se refleja en los repetidos intentos de huelgas generales que hubo en 1902-1903, que desgastaron la recién creada Federación. La Huelga General se convirtió en el órgano de prensa de dicha organización, que en su III Congreso, celebrado en Madrid en mayo de 1903, aprobó la creación de una Liga para la defensa de la enseñanza laica y el lanzamiento de una campaña para que se reabrieran las escuelas laicas que el gobierno había cerrado. Si bien es cierto que los anarquistas tenían el mérito de ser los responsables de la organización del proletariado en España, también lo es que su perspectiva creaba constantemente dificultades para el progreso del movimiento.

LOS SOCIALISTAS EN CATALUÑA

El PSOE y la UGT apenas tenían implantación en Cataluña, que sin embargo era el centro de la vida obrera de todo el país. El papel que jugaron los socialistas en la huelga general de 1902 contribuyó a que creciera la desconfianza del proletariado hacia estas organizaciones. La UGT no apoyó la huelga y Pablo Iglesias hizo unas declaraciones condenándola que fueron celebradas por el propio Eduardo Dato. Aunque la táctica seguida por los anarquistas no fuera según ellos la más indicada, al desentenderse de la lucha, los socialistas abandonaban el principio de la solidaridad proletaria.

En febrero de 1903 se fundaba la Federación Socialista de Cataluña, que hacia 1907 apenas alcanzaba los 300 militantes. Sin embargo, este pequeño núcleo de socialistas demostró una especial clarividencia teórica y práctica y, como vamos a ver, se reveló como uno de los sectores más avanzados del proletariado de Cataluña.

El 17 de febrero de aquel mismo año unas 20 asociaciones obreras catalanas publican un manifiesto condenando la táctica de la huelga general sistemática[5]. Esta iniciativa, surgida de los círculos socialistas de Cataluña en proceso de organización, será contestada desde La Huelga General por Ferrer i Guardia y Anselmo Lorenzo[6]. Durante el verano estalló un conflicto en Barcelona que desembocó en huelgas de solidaridad de varios oficios. Pero los llamamientos a la huelga general lanzados a comienzos de agosto no fueron seguidos. La constante repetición de esta táctica que en 1902 había llevado a una severa derrota, los continuos intentos de generalizar cualquier conflicto hasta la huelga general casi revolucionaria, estaban diezmando a la Federación Regional Española de Sociedades de Resistencia. Parecía que el proletariado de Cataluña aprendía más deprisa que los líderes anarquistas.

En enero de 1904, de nuevo a iniciativa del núcleo socialista catalán (entre los que cabe destacar a Fabra Ribas, Badía Matamala o José Comaposada), se crea la Unión Local de Sociedades Obreras de Barcelona, que será el germen de la futura Solidaridad Obrera. Mientras la Federación dirigida por los anarquistas languidecía ante la represión y la repetición de una táctica fracasada, surgía lo que con el paso del tiempo se convertirá en el sindicato de clase del proletariado de España.

Entre 1904 y 1906, mientras se sientan las bases del futuro sindicato, el movimiento proletario entra en periodo de crisis y reflujo. En 1906 se produce el atentado de Mateo Morral, bibliotecario de la Escuela Moderna, lo que hará recaer las sospechas sobre Ferrer.

EL SINDICALISMO REVOLUCIONARIO

En este contexto, se producen toda una serie de acontecimientos en Francia que tendrán repercusión en el movimiento obrero de Cataluña. Por una parte, el ascenso del sindicalismo revolucionario animado en sus orígenes por Fernand Pelloutier. Aunque a primera vista presentara semejanzas con el planteamiento que seguían los anarquistas en España, no partía de la misma base. El sindicalismo revolucionario también se centraba en la resistencia económica y rechazaba el juego político parlamentario, tratando de conservar la autonomía de clase en la lucha por los intereses del Trabajo. Pero mientras los anarquistas se oponían a los partidos políticos de todo tipo y se esforzaban para que las organizaciones de resistencia adoptaran el programa anarquista, la política anarquista de la anti-política, el sindicalismo revolucionario se fundamentaba en una especie de “desideologización” del sindicato, o en una cierta “neutralidad” ideológica de cara a la lucha económica. Tal y como se decía en la Carta de Amiens, que la CGT francesa publicó tras su Congreso de 1906: “[…] el Congreso afirma la entera libertad para el asociado de participar, fuera del grupo corporativo, en cualquiera de las formas de lucha que correspondan a su concepción filosófica o política, limitándose a exigirle, en reciprocidad, no introducir en el sindicato las opiniones que profesa fuera del mismo. En lo que concierne a las organizaciones, el Congreso decide que con el objeto de que el sindicalismo alcance su máxima efectividad, la acción económica debe ejercerse directamente contra la patronal, no teniendo las organizaciones confederadas, como asociaciones económicas, que preocuparse de los partidos y de las sectas que, afuera y al margen, puedan perseguir, en absoluta libertad, la transformación social.”

Así pues, mientras la perspectiva sindical anarquista consistía en que los sindicatos adoptaran el programa anarquista del rechazo y el combate a todas las organizaciones y partidos políticos[7] (incluso un eventual partido proletario), el sindicalismo revolucionario suministraba una plataforma organizativa en la que podían convivir los militantes obreros de las distintas tendencias políticas, una especie de frente único de clase contra la patronal entregado a la lucha de resistencia económica. En la medida en que se centraba en la defensa de los intereses del Trabajo, dejaba de lado todo programa estrictamente político y permitía agrupar a toda la clase explotada. En definitiva, se trataba de un sindicalismo que en vez del lema conservador de «¡un salario justo por una jornada de trabajo justa!», había inscrito en su bandera la consigna: «¡Abolición del sistema del trabajo asalariado!», como decía Marx en 1865.

En diciembre de 1906 el socialista francés Jaurès logra que el SFIO apruebe una moción favorable a este tipo de sindicalismo y contraria a la opinión de Guesde, el jefe del partido. En 1908 el propio Jaurès se hará con la dirección del partido socialista francés. Y la oposición entre las posturas de los líderes socialistas franceses también se refleja en el PSOE. Iglesias siempre había estado influido por la tímida corriente guedista. Los militantes socialistas de Cataluña, en cambio, viviendo en medio del foco de la lucha proletaria, entendieron el importante papel que tiene la lucha sindical y se alinearon con las ideas de Jaurès.

DE LA SOLIDARIDAD OBRERA A LA CNT

Como hemos dicho, mientras la Federación Regional Española de Sociedades de Resistencia decaía bajo dirección anarquista y el terrorismo aumentaba la confusión y la represión, los esfuerzos de los socialistas se concretaron en la Unión Local de Sociedades Obreras de Barcelona, que en 1906 llevó a cabo varios mítines llamando a la clase obrera a volver a las sociedades de resistencia, en uno de los cuales se leyó una carta de Anselmo Lorenzo. Según cuenta José Negre en sus memorias, la Unión Local de Barcelona, durante sus primeros años, no recibió el apoyo de muchas sociedades de resistencia, probablemente por la desconfianza hacia toda iniciativa que partiera de los socialistas. Ante ello, estos «instaron a los compañeros dirigentes de las Sociedades Obreras con raigambre anarquista para que se adhirieran al movimiento iniciado, dando toda clase de seguridades de que no se trataba de ninguna organización tendenciosa ni de carácter partidista determinado, y que en él cabían todos los obreros que lucharan por su mejoramiento y emancipación de clase. Ante este llamamiento, los compañeros anarquistas decidieron que las Sociedades Obreras que dirigían, hoy se diría que controlaban, y pase la palabreja, mandaran sus delegados a la naciente Federación Local».

Hacia junio-agosto de 1907, tras algunas reuniones en los meses precedentes, se constituye la Federación Local de Barcelona bajo el nombre de Solidaridad Obrera (en parte como respuesta a la reciente formación de Solidaridad Catalana, que había cosechado gran éxito en las elecciones generales de abril), donde confluyen iniciativas socialistas y anarquistas, influidos algunos de estos últimos también por el sindicalismo revolucionario[8]. Ferrer i Guardia y Anselmo Lorenzo contribuyeron a vencer la desconfianza de los libertarios hacia esta organización que había surgido al margen de su iniciativa. “Se trataba de organizar a los trabajadores, no para vivir bajo la tutela de ningún partido político ni de ninguna de las dos ramas en que se divide el socialismo, sino para la lucha de clases, haciendo de las sociedades de resistencia escuelas educadoras para esa misma lucha”, dirá La Internacional, órgano de los socialistas de Cataluña, en 1908. Un año antes, en octubre de 1907, aparecía el primer número de Solidaridad Obrera, con el apoyo económico de Ferrer i Guardia, que también facilitó el alquiler de un local.

Durante los primeros años de vida de esta Federación, gracias a la labor organizativa y propagandística de los socialistas y anarquistas de Cataluña, el asociacionismo obrero se recobra, recuperando terreno al Partido Radical del demagogo anticlerical Lerroux. En 1909 se preparaba un congreso de carácter nacional que hubo que posponer a 1910 a causa de la Semana Trágica. En el marco de la guerra de Marruecos, que implicaba el reclutamiento militar de trabajadores procedentes de los núcleos urbanos (se quedaba exento previo pago de 1.500 pesetas), la lucha antimilitarista desembocó en una huelga general en Cataluña convocada por Solidaridad Obrera a finales de julio, que no tardó en transformarse en insurrección. La represión se vuelve a cebar sobre el movimiento obrero, con 450 condenas y 5 ejecuciones, entre ellas la de Ferrer i Guardia. En septiembre el PSOE se orienta hacia una alianza con las fuerzas republicanas, dando inicio a la conjunción republicano-socialista.

En 1910 surge oficialmente la CNT, en el III Congreso de Solidaridad Obrera [foto de cabecera] celebrado en Barcelona y al que acudieron sociedades obreras de toda España (un 70% eran de Cataluña). En 1911, en un clima de creciente conflictividad social en el que estallaron varias huelgas importantes en el País Vasco y Cataluña, se celebra el primer Congreso de la CNT, que tras convocar una huelga general en septiembre será disuelta. El periódico Solidaridad Obrera volverá a publicarse solo a partir de 1913.

Los socialistas de Cataluña responsables de la organización de Solidaridad Obrera en sus comienzos se terminaron retirando cuando ésta pasó a ser una confederación nacional, en 1910, haciendo así la competencia a la UGT. Bien sea por disciplina de partido o porque no veían con buenos ojos que existiesen dos organizaciones sindicales implantadas a nivel nacional, el grupo socialista fundador se alejó de la CNT. A partir de entonces su dirección queda de nuevo bajo tutela de los anarquistas, volviendo a oscilar entre una fracción más cercana a las tesis del sindicalismo revolucionario y un sector más inclinado a la acción directa de corte clandestino. La balanza se irá decantando poco a poco a favor de los segundos, sobre todo tras la muerte de Salvador Seguí en 1923 y la llegada de la dictadura de Primo de Rivera. Por su parte, aquel núcleo socialista de Cataluña, años después, a través de su órgano de Reus, La Justicia Social[9], se convertirá en el portavoz de una especie de disidencia sindicalista y anticonjuncionista dentro del PSOE (Egocheaga, Joaquín Bueso, Fabra Ribas, Recasens, Juan Lamoneda, Andreu Nin, etc.), reuniendo al sector posiblemente más avanzado del proletariado de Cataluña y de toda España.

Según escribe Xavier Cuadrat en su libro Socialismo y anarquismo en Cataluña. Los orígenes de Solidaridad Obrera[10]: “La política de abierta colaboración entre socialistas, sindicalistas y anarquistas, adoptada en Barcelona —especialmente en el período 1907-1909— con vistas a consolidar la organización obrera, tenía un doble objetivo: de reivindicación económica, a corto plazo, y revolucionario, a más largo plazo. Solidaridad Obrera significó la constitución de un frente obrero, lo cual exigió la aceptación por las partes de un programa mínimo. Su elaboración, iniciada en el verano de 1907, tuvo su momento crítico y decisivo en el Congreso de septiembre, de la citada Confederación. Los frentes obreros, desde un punto de vista sociopolítico, se configuran de modo completamente distinto a los partidos. Solidaridad Obrera, además, se diferenció claramente de la U.G.T., de la denominada Federación Regional de Sociedades Obreras y, naturalmente, de los minúsculos grupos anarquistas.”

Nos interesa destacar, como conclusión, la importancia que tiene enfocar de manera adecuada la lucha proletaria de resistencia al capital y de defensa de los intereses del Trabajo, y cómo la plataforma del sindicalismo revolucionario, del sindicato de clase, a la vez que es susceptible de reunir y organizar al proletariado como clase explotada, ofrece una alternativa válida para la honesta colaboración sobre el terreno de todo el Proletariado Militante, separado por sus orientaciones ideológicas, y para la libre confrontación de las diferentes tácticas y soluciones prácticas que propone cada corriente política. Será en el curso de la lucha donde se demuestre cuál de ellas tiene la patente de revolucionaria en la medida en que, a través de las victorias y las derrotas contingentes, sea capaz de colaborar de manera adecuada con el movimiento proletario y le ayude a retomar la senda que lleva a la abolición del trabajo asalariado, la plusvalía, las clases sociales y toda explotación de la fuerza de trabajo.


[1] La represión desatada a raíz del caso de la Mano Negra, una supuesta organización anarquista de corte terrorista a la que se le acusaba de algunos crímenes cometidos en el campo andaluz en el invierno de 1882-1883, provocó la división en el movimiento anarquista en dos tendencias: los partidarios de las sociedades obreras públicas (cuya fuerza residía en Cataluña) y los partidarios de los grupos clandestinos de afinidad y la acción directa ilegal (cuyos defensores eran principalmente andaluces).

[2] Los Procesos de Montjuic fue el nombre que se dio al juicio militar que se llevó a cabo tras un atentado durante la procesión del Corpus en Barcelona, que provocó 12 muertos y se saldó con 400 detenidos, 87 procesados y finalmente 5 ejecuciones y múltiples condenas. La represión, que afectó principalmente al movimiento anarquista pero también a ciertas personalidades de la corriente republicana, desató una campaña de protesta que se vio amplificada en el extranjero gracias a los exiliados y favoreció el acercamiento entre republicanos, anarquistas e incluso lerrouxistas.

[3] A finales de 1888, al fundarse el Pacto de Unión y Solidaridad, se creó también la Organización Anarquista de la Región Española, pero el escaso interés de los libertarios por este tipo de organización nacional y su afición por los grupos de afinidad dio al traste con estos esfuerzos.

[4] Hay que señalar que estos contactos se iniciaban y dirigían desde las logias masónicas. El librepensamiento, la masonería y el anarquismo estaban estrechamente ligados durante aquellos años. Su punto de contacto era el anticlericalismo, su ámbito de actuación era el de la cultura y la educación, y sus medios de propaganda eran las revistas. Un ejemplo clásico es La Tramontana (subtitulada Sociología, Interessos populars, Arts y Lletres): “No poseemos datos precisos de su tirada, pero es de suponer que no fuera muy grande al estar limitado por razones lingüistas al área de Cataluña y Levante. De todos modos alcanzó una gran popularidad en Barcelona donde tenía, como es lógico, su mayor núcleo de lectores. Pero ésta no le vino solo por su carácter anarquista, sino que combinó en sus páginas la resuelta defensa del anarco-colectivismo, con la propaganda del librepensamiento, el anticlericalismo y un acercamiento cada vez mayor a la masonería, sin olvidar, por supuesto, la defensa de la nacionalidad catalana. Se imprimía en la tipografía «La Academia» de Evaristo Ullastres –quien al mismo tiempo era propietario del semanario– donde se confeccionaban la práctica totalidad de los periódicos anarquistas que aparecieron en Barcelona en aquellos años. En su primer número, seguramente para evitar malos entendidos –lo cual es bastante significativo– decidieron salir al paso de posibles acusaciones de separatismo, por estar escrito en catalán.” Francisco Madrid Santos, La prensa anarquista y anarcosindicalista en España desde la I Internacional hasta el final de la Guerra civil. Tesis de doctorado, 1989.

[5] La Federación Regional de Sociedades de Resistencia había aprobado en su II Congreso esta resolución: “Proponemos al Congreso que, aceptada en principio la huelga general para la jornada de ocho horas y la libertad de los obreros presos arbitrariamente, siempre que sea por cuestiones sociales, se ponga en práctica cuando las injusticias de la burguesía y los atropellos del Poder la hagan necesaria”.

[6] Para entender cuál era el concepto de huelga general de estos líderes anarquistas reproducimos algunos párrafos de su respuesta: “La huelga general utilitaria o reformista no es más que una generalización de la huelga parcial de los trabajadores exclusivamente societarios, quienes, arrinconados al último extremo de la lucha económica y no pudiendo ya materialmente vivir, piden disminución de horas de trabajo o aumento de jornal. Esta clase de huelga suele terminar con una derrota o un triunfo aparente… La huelga general solidaria en pro de otros compañeros en lucha lleva en sí tal elevación de miras, que el solo hecho de intentarla dignifica a los que por ella se interesan. Suele recurrirse a ella cuando se ofrece la necesidad de defender a un compañero, como la recientemente ocurrida de los carreteros de Barcelona, o como la más reciente aún de Reus, por defender el derecho de asociación…; pero su solución y sus ventajas difieren poco de las de la anterior, quedando además algún procesado y castigado por lo de las coacciones. Queda la huelga general revolucionaria: esa, no nos hacemos ilusiones, se planteará, será vencida; pero a la última, a la vencedora, a la que vendrá cuando seamos bastante conscientes para plantearla debidamente y por consiguiente fuertes para vencer a nuestros aterrorizados y flojos enemigos, representará la toma de la última Bastilla, y con ella la elevación a la dignidad del goce completo de la vida humana para todos…”

[7] A pesar de este rechazo a la política y los partidos, los anarquistas nunca han dejado de ser una corriente política y de actuar como un partido, intentado orientar el movimiento obrero de resistencia hacia sus postulados.

[8] “¿Quiere esto decir que pretendemos que el Sindicalismo se enfeude al partido anarquista después de haberle aconsejado que se emancipe de la tutela del Partido socialista? De ningún modo. Querérnosle autónomo. Pero la neutralidad que aconsejamos no quiere tampoco decir silencio doctrinal. En los Sindicatos caben los obreros de todas las tendencias. En el seno del Sindicato influirán todas. Lo esencial es que el Sindicalismo no dependa de partido alguno.” José Prat, anarquista, en Tierra y Libertad.

[9] Tras prohibirse La Internacional, aparece el órgano de los socialistas de Reus, La Justicia Social, que se empieza a publicar en noviembre de 1909 y que según Andrés Nin era una de las publicaciones más importantes de España.

[10] Xabier Cuadrat, Socialismo y anarquismo en Cataluña (1899-1911). Los orígenes de Solidaridad Obrera. Ediciones de la Revista del Trabajo, 1976. De esta obra se han sacado buena parte de los datos y citas que se aportan en el artículo.