Naufragios, masacres y fuerza de trabajo sobrante

A propósito de los recientes naufragios en el Mediterráneo que han sepultado bajo el mar a centenares de trabajadores procedentes del norte de África, publicamos a continuación un breve y elocuente texto de Paul Mattick (Cómo resuelve la burguesía el problema del paro) con una introducción del compañero Karlchen.

Las masacres de parados y de refugiados negros en Libia por parte de los yihadistas, los pogromos contra los trabajadores “extranjeros” en Sudáfrica, los frecuentes naufragios de barcos llenos de parados inmigrantes, que llegan a pagar más de 7.000 € por un asiento rumbo a la muerte, la activa complicidad del capitalismo con estas formas de reducir las “estadísticas del paro”; todos estos recientes acontecimientos ocupan las portadas de la prensa.

Pero hay algo que seguro que no dirán los dirigentes capitalistas ni sus periodistas a sueldo, ni tampoco esas almas caritativas y “humanitarias”.

Con la sangre, el fuego y el hambre, el capitalismo resuelve a su manera el problema del paro.

El método que el gobierno del caudillo dominicano Trujillo (fiel agente de Estados Unidos) empleó en octubre de 1937 para resolver el problema del paro de los haitianos, ordenando que se masacrara a 12.000 trabajadores, no fue nada nuevo.

Es un método capitalista, válido para grandes y pequeñas naciones, muy parecido a los pogromos o al genocidio premeditado (como el de Ruanda en 1994), a través del cual se intenta resolver aquello que no tiene solución: demasiada fuerza de trabajo sobrante para el Capital, que no puede integrarla si no la destruye cada cierto tiempo, mediante las guerras y las repetidas masacres sin sentido.

En la Europa llamada “democrática”, el ascenso de los populismos es un fenómeno nada anodino. El vientre de la bestia capitalista está lleno de camadas de asesinos de todo tipo, que piden a gritos que alguien les deje demostrar su “talento” con los “extraños” que vienen de fuera: los inmigrantes, y también con los del interior: los trabajadores dominados por la rabia revolucionaria contra un sistema que les destruye lenta e indefectiblemente.

Si los trabajadores de todo el mundo no terminan con este sistema criminal, podemos estar seguros de que los pogromos, los genocidios y las masacres de trabajadores, migrantes o no, serán los “métodos” empleados en la gestión de un capitalismo que ha llegado al límite de su sangriento recorrido.

Karlchen, 21 de abril 2015.

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La Masacre de Perejil. Frontera entre la República Dominicana y Haití, octubre de 1937.

La Masacre de Perejil. Frontera entre la República Dominicana y Haití, octubre de 1937.

CÓMO RESUELVE LA BURGUESÍA EL PROBLEMA DEL PARO

En la isla La Española, en octubre de 1937, 12.000 personas indefensas fueron masacradas en una carnicería de tal calibre que ha llevado a algún autor hablar de “una masacre premeditada, la más terrible de la época moderna”. La matanza empezó después de que el presidente de la República Dominicana, Leónidas Trujillo, afirmara que iba a echar del país a “los perros, los cerdos y los haitianos”.

Tras acudir a un baile nocturno que se celebraba en una ciudad cercana a la frontera con Haití, el 2 de octubre pronunció un discurso en el que decía: “He venido a la frontera para ver qué puedo hacer por los dominicanos que viven aquí. Me he dado cuenta de que los haitianos han robado las cosechas y el ganado a nuestros granjeros. Me he dado cuenta de que nuestro pueblo sería más dichoso sin los haitianos. Me voy a ocupar de ello: ayer murieron 300 haitianos en Banica. Y vamos a continuar.”

Este discurso dio comienzo a un periodo de horribles masacres. A la señal convenida, la sangre de la matanza corrió casi simultáneamente en 65 lugares distintos[1]. Los que no pudieron huir a tiempo a Haití fueron conducidos como un rebaño a zonas desbrozadas y abatidos como animales en el matadero [aquí sigue una descripción detallada de la masacre].

Así fue como Leónidas Trujillo resolvió el problema económico en la República Dominicana, sin apenas coste y con la ayuda de nuestro gobierno [norteamericano].

Algunos se preguntan si este método es en realidad peor que el de Cuba, que ha expedido despiadadamente un cargamento tras otro de trabajadores haitianos hacia su país de origen, ya superpoblado y que padece sus propios problemas económicos, donde sólo pueden sobrevivir en medio de la miseria y el hambre. No obstante, estos dos métodos de tratar a los parados (inanición y asesinato) son los únicos que conoce el capitalismo. Los “afortunados” dominicanos, de común acuerdo con los “afortunados” países fascistas (que ya se organizan abiertamente para la guerra), se dedican ahora a ponerlos en práctica de la manera más directa posible.

Los países democráticos, que ofrecen subsidios a los parados y ayuda alimentaria, de momento se ven obligados a no dejarlos morir de hambre y enfermedades. Pero muy pronto todas las naciones, tanto las fascistas como las democráticas, emplearán la forma más directa que tienen de acabar con el paro. Entonces la masacre de haitianos se repetirá a escala mundial, aunque esta vez no se echará mano al machete y las armas primitivas, sino al carro de combate, a los bombarderos y a todas esas máquinas de matar de las que disponen las naciones más refinadas.

Paul Mattick. Living Marxism nº 3, mayo 1938.


[1] La llamada Masacre de Perejil, pues para identificar a los haitianos entre la población dominicana les hacían pronunciar la palabra “perejil”, lo cual delataba a los trabajadores extranjeros. El gobierno de Haití no levantó queja alguna, dado que los masacrados eran emigrantes pobres. Posteriormente, eso sí, exigió una indemnización de 750.000 $ que terminó en las arcas del Estado.