Primavera del 2016: un movimiento inesperado

Nota de los autores: Este texto se ha escrito a petición de los compañeros italianos y alemanes, a medida que el movimiento se desarrollaba, y con elementos informativos y de reflexión que se han ido integrando poco a poco. De ahí las inevitables repeticiones, redundancias, incluso contradicciones. Esperamos conseguir escribir más adelante otro artículo de síntesis y balance.

Nota de la traductora: Al final del texto se incluye un glosario con información acerca de las siglas empleadas por los autores así como de denominaciones y términos poco o nada familiares al lector en castellano. Esperamos que sea de ayuda y facilite, en la medida de lo posible, la comprensión general del artículo.

            Traducido al castellano por Alicia Marchand.

Un clima social en vías de reavivarse

Las primeras manifestaciones convocadas por los sindicatos tienen lugar desde el inicio del año, a poco de anunciarse el proyecto de reforma del código de trabajo (denominada “loi El Kohmri” o “loi travail”), la presentación de la cual está prevista para el 9 de marzo. Entretanto, y mientras que la CFDT (seguida por la CFTC, L’UNAS y la CFE-CGC, que cambiarán su posición posteriormente) se declara satisfecha por las primeras pequeñas modificaciones introducidas rápidamente en el proyecto de ley, la intersindical CGT-FOSolidaires-FSU-UNEF-Fidl-UNL manifiesta su oposición. Ésta será acompañada en numerosas ocasiones por la UEC así como por varios componentes del Front de Gauche (Frente de Izquierda), por colectivos de estudiantes y de bachilleres, entre ellos el Mili, el DAL, la LDH (especialmente contra las cargas policiales y el estado de emergencia), por el Gisti y las asociaciones de apoyo a migrantes…

Las fechas de estas manifestaciones coinciden con otras en solidaridad con los migrantes y contra el estado de urgencia. Tienen lugar tras la movilización contra la COP 21, que el Estado había conseguido controlar durante los últimos meses del 2015, sugiriendo que el estado de urgencia que, más que para proteger a la población del peligro terrorista, servía para acallar al movimiento ecologista[1]. Por tanto, de entrada nos da la impresión de que la movilización contra la “loi El Khomri” se inscribe en un clima social en vías de reavivarse.

Las manifestaciones van intensificándose a medida que se aproxima la presentación de la ley ante el Parlamento: 9 de enero (en la Estación del Norte), 11 de enero, 26 de enero (administración pública), 7 de febrero, 4 de marzo (en la Estación del Norte contra la destrucción la barriada de Calais), 6 de marzo (en Belleville), 9 de marzo, 10 de marzo (pensionistas), 12 de marzo (en Luxemburgo contra el estado de urgencia), 24 de marzo, 31 de marzo, 5 de abril, 9 de abril, 14 de abril (manifestación nocturna agitada seguida de disturbios), 28 de abril y la huelga de los controladores aéreos, 1 de mayo (resistencia al desalojo y la dispersión del campamento de 1600 migrantes en Stalingrad, 3 de marzo (estudiantes), 4 de marzo (resistencia al desalojo del liceo Jean-Jaurès ocupado por 277 migrantes, 10 de mayo (ferroviarios), 12 de mayo, 18 de mayo (manifestación del sindicato de policía Alliance et contra-manifestación del colectivo UNPA), 17, 19 y 26 de mayo. El 14 de junio, una manifestación a nivel estatal, en la cual la policía interviene de manera violenta y premeditada, permite al gobierno utilizar el pretexto de la violencia de “casseurs” (o “rompecristales”) para silenciar los centenares de miles de personas reunidas en la calle –con la complicidad de los aduladores medios de comunicación. Tienen lugar, después, otra manifestación el 23 de junio –en principio prohibida y luego autorizada, pero muy enmarcada y bajo una alta vigilancia policial–, y una última, el 28 de junio, vaticinando la sepultura del movimiento. A éstas dos conviene añadir varias manifestaciones espontáneas, a veces nocturnas, en diferentes barrios de París, apenas mencionadas por la prensa o directamente ocultadas.

“Nuit debout” en París

Tras la manifestación del 31 de marzo, se produce un acontecimiento imprevisto: en la Bourse du Travail, donde se proyecta el documental Merci Patron!, un grupo de manifestantes, guiados por François Ruffin, el autor del documental y editor del periódico Fakir, se propone permanecer en la aledaña plaza de la República para prolongar el debate: nace “Nuit Debout” (Noche En Pie). Observado desde el punto de vista de sus capacidades para movilizar al conjunto del cuerpo social, este movimiento parece bien limitado. Pero visto desde el punto de vista de sus dinámicas internas, destaca un cuadro bastante diferente.

A) Se distingue de otros “movimientos de las plazas”, para empezar, por las circunstancias de su origen, ligado directamente al movimiento en curso contra la “loi travail”. Al principio es cosa de unas decenas de jóvenes, los cuales parecen en buena parte haber debutado en las movilizaciones “ciudadanistas” de los últimos años (“mouvement des désobéissants”, Action Climat entorno a la COP21), que deciden continuar la experiencia de la primera noche dotándose de los medios para hacer efectivas estas concentraciones en adelante. Y que van a poner en marcha sus propios métodos y defender sus valores.

Estos métodos parecen bastante habituales, heredados de gran parte de los movimientos antiglobalización. Lo que mantendrá una cierta dicotomía entre “gentes de paso” (oyentes pasivos u oradores) y organizadores, siempre en pie de guerra. Las comisiones “estructurales” que se constituyen desde el inicio (acogida, logística, enfermería, comedor…) y que con el tiempo parecen reproducir la especialización de las tareas entre quienes forman parte y quienes recurren a sus servicios, padecerán hacia finales de junio cierta fatiga que pesará sobre el devenir del movimiento.

En el debate, ciertos principios se imponen de entrada, los cuales son también los propios de esta generación:

  1. La palabra debe ser libre y abierta para todos de manera igualitaria. Esto se traduce concretamente en la organización de una asamblea formada por una sucesión de turnos de palabra, sin jerarquía ni estructuración, de donde viene una continua impresión de indecisión y, a ratos, de poco más que un espacio para el desahogo;
  2. Los grupos políticos constituidos no tienen la palabra en sí, los militantes pueden expresarse, pero como simples ciudadanos.

No obstante, se da una evolución con el paso de las semanas que podemos resumir en los siguientes puntos:

  1. Desde la segunda semana, se constituyen las comisiones destinadas para propiciar el debate y la toma de iniciativas, pero reproduciendo la tradicional segmentación de problemáticas y reivindicaciones (ecología, feminismo, antiespecismo, anticolonialismo, educación popular…), contando en su seno con un peso significativo de aquellos militantes de los colectivos tradicionalmente ocupados ya con dichas cuestiones;
  2. Rápidamente, algunas de estas comisiones se ponen a organizar debates temáticos al margen de la asamblea (llamada “AG”). Estos debates absorben cada vez más y más gente, se profundizan con el tiempo, y comienzan poco a poco a prevalecer sobre la AG, que se dispersa;
  3. Al cabo de un mes, surgen tentativas cuyo propósito es encaminar a la AG, a través de un proceso complejo de votación en varias etapas, a dotar de una expresión política común al movimiento. Tan laboriosa búsqueda (finalmente fracasada) expone una voluntad ampliamente compartida, consistente en llevar a la práctica una forma de democracia directa, pero que trata, en lo fundamental, de cuestiones de forma –con independencia de su contenido. El mandato, justamente sobre un contenido preciso, quedará como una opinión mayoritariamente rechazada. En cambio, la llamada a favor de una nueva Constituyente hace cierto eco en la plaza, lo cual confirma que se percibe la democracia como una cuestión ante todo metódica, no como fruto de un movimiento de lucha colectiva.

B) La relación inicial con la lucha contra la “loi travail” mantiene no obstante una estrecha relación con las luchas del mundo del trabajo:

La cuestión de la “huelga general” se convierte en uno de los temas fuertes en los debates, y pronto es objeto de una comisión específica que acoge militantes sindicalistas de base decididos a jugar la vez de enlaces intersectoriales a fin de presionar a las burocracias sindicales a llamar a una huelga general prorrogable. La presión de estos sindicalistas de base se había traducido ya en un relevo de la solicitud de Caroline de Haas (1,3 millones de firmas); más tarde en el lanzamiento el 22 de marzo de la convocatoria “On bloque tout”; se manifestó también en los acalorados debates en el congreso de la CGT de mediados de abril, todo lo cual, sin embargo, no ha desembocado en compromisos que no impliquen nuevas jornadas de acción.

La presencia de estos militantes sindicales ha permitido asimismo la apertura de la Bourse du Travail (bajo la cobertura de la UD CGT de París) para reunir grupos de acción, mítines contra la represión o encuentros entre sindicalistas, asalariados, manifestantes y “nuit-deboutistes”.

La comisión ha logrado por cuenta propia, tras la manifestación del 28 de abril, organizar una AG en la plaza, cuyo tema central constituyó la huelga general, tema que ha encauzado a mucha gente y en cuyo seno se expresaron por primera vez sindicalistas de base de sectores en lucha (taxistas, ferroviarios/maquinistas, carteros de correo), dos miembros de cada dos CNT –todos impulsando una convocatoria para la huelga prorrogable– y los secretarios generales de las confederaciones CGT y SUD –haciendo las veces de oradores sin compromisos concretos. Así pues, vemos reproducirse la misma tendencia de la movilización frustrada del 2010, con la salvedad de que esta vez los encuentros tienen lugar en las plazas mismas y no en los salones de la Bourse de Travail. El voluntarismo militante continúa deteriorándose, no sólo ante la inercia de las burocracias sindicales –que sólo conciben las movilizaciones como un apéndice del proceso de negociación, teniendo éste lugar exclusivamente en el marco político instituido–, sino también ante la pasividad de la gran masa de asalariados, encerrados en sus empresas y que ninguna presencia sindical activa pretende movilizar bajo la base de sus propias dificultades y sus razones de oponerse al poder de la patronal.

La cuestión de la convergencia de las luchas está, en principio, muy presente en los discursos, siendo objeto, a su vez, de una comisión específica. Más que una convergencia  verdaderamente capaz de impulsar la correlación de fuerzas, hay una fuerte tensión unitaria, un deseo de dar ayuda concreta a aquellos que están en lucha, una ideología de la convergencia que en ocasiones logra concretarse. Por citar tan sólo algunos ejemplos: la ayuda (recíproca) a los intermitentes del espectáculo en varias de sus acciones, concretamente durante la ocupación del Odéon y la Comédie-Française; el vínculo con la manifestación de los ferroviarios/maquinistas en la estación de Saint-Lazare en abril; el bloqueo, durante unas horas, de los McDonald’s afectados por las huelgas; la presencia física de “nuitdeboutistas” en solidaridad con los migrantes durante sus desalojos por la policía, cuando las huelgas se intensificaban; el apoyo, a veces masivo, a los piquetes de la huelga, sobre todo en París en las incineradoras y, en provincia, en varias refinerías.

La idea, ampliamente enarbolada en el movimiento de 2010 contra la reforma de las pensiones, de “bloquear los flujos”, considerada todo un potencial en un contexto de creciente precarización del asalariado para sustituir la huelga general por el bloqueo de la economía, reaparece a menudo en los debates, pero sin lograr superar verdaderamente su fase como idea subversiva. En mayo, las dos tentativas de bloquear los camiones del puerto fluvial Gennevilliers son rápidamente neutralizadas por las fuerzas del orden, y el bloqueo de un centro comercial en un barrio periférico durante unas horas tiene naturalmente unos impactos limitados, debido a la falta de relevo de los trabajadores implicados. Posteriormente, la práctica de los bloqueos se ha visto ampliada en clara relación con las huelgas en curso –en las carreteras, los puentes y en las salidas de los puertos y refinerías–, pero la veloz intervención policial ha terminado reduciendo el impacto económico. Su relevancia reside sobre todo en el hecho de que han sido excelentes oportunidades para la agrupación transversal y para una acción colectiva bastante estimulante.

Desde la segunda semana, hemos visto a sindicalistas de sectores profesionales movilizados venir a “Nuit Debout” a organizar debates sobre problemas específicos de sus sectores (militantes de “SUD Santé-social” para “Hôpitaux debout”, el “Groupe des 37” para “Psychiatrie debout”). Iniciativas que apenas consiguieron durar unas semanas –sin duda porque la unificación esperada tuvo dificultades para dar sus frutos en un marco que, en ocasiones, parecía más bien un recinto ferial  que un espacio de debate. Los docentes, para algunos aún en lucha contra la reforma de la escuela secundaria, sólo han participado individualmente, y en particular en la comisión de educación. Tampoco lo han hecho en debates específicos sobre la condición del estudiante. Las coordinadoras de liceos/bachillerato y de estudiantes se han manifestado a veces en la AG, pero se han organizado al margen de la plaza.

C) Las luchas contra el estado de emergencia se han mezclado en ocasiones con las luchas contra la violencia policial, que comenzaron con las movilizaciones por el bachillerato y se han agravado con las manifestaciones del 28 de abril y del 1º de mayo. Parece, en efecto, que a partir de finales de abril, el poder ha dejado de presuponer el agotamiento de “Nuit Debout” y, desde entonces, ha pretendido disuadir la voluntad de manifestarse, por temor a la unión de los jóvenes “nuit-deboutistas” con los asalariados más mayores, reunidos en estas manifestaciones.

En la Plaza de la República, las vejaciones policiales se volvieron cotidianas: tras haber impuesto el desmantelamiento de las instalaciones durante la segunda parte de la noche (oficialmente para permitir la limpieza de la plaza), la autoridad municipal prohibió el consumo de bebidas (los primeros días, fue la policía la que alentaba a los vendedores ambulantes a ocupar la plaza), realizar cortejos, utilizar altavoces pasadas la medianoche, después de las 22 horas, etc., lo que dio lugar a múltiples controles, a registros en las vías de acceso y en el metro así como a un acoso permanente a quienes acudían entonces a la plaza.

Los momentos de enfrentamiento físico con la policía, presentes en todas las manifestaciones contra la “loi travail”, pero iniciados también algunas madrugadas por pequeños grupos de reconocidos “violentos”, han hecho de la cuestión de la violencia un leitmotiv de las AG y de los debates. La difícil contradicción entre la reprobación moral de la violencia, mayoritaria entre los jóvenes de este entorno social, y la voluntad de no-enemistarse con aquello que era percibido como una de las múltiples facetas del movimiento, ha sido objeto de discusión de manera recurrente. La inconsistencia política de esta forma de “radicalismo”, que no hizo más que alimentar el linchamiento mediático del conjunto del movimiento, debió de ser percibida por algunos, pero apenas fue discutida públicamente.

La solidaridad frente a la represión (detenciones masivas al final de las manifestaciones o durante las acciones por el bachillerato) ha sido de primeras asumida con cierto conocimiento de causa, heredado de altercados antiglobalización y ecologistas: presencia permanente de abogados en la plaza, incorporación de un grupo legal en las manifestaciones, mítines anti-represión… Después de lo cual, con todo, estas iniciativas no han parecido ser lo suficientemente resistentes como para afrontar la multiplicación del número de detenciones y de acusaciones.

Cabe señalar, igualmente, que el miedo al terrorismo, tan instrumentalizado por el poder, no parece haber alterado en ningún momento el espíritu de la plaza, hasta tal punto que el estado de emergencia se ha entendido más bien como un estado de excepción jurídico.

Saludemos, pues, al tesón de los “nuit-deboutistas”: a pesar de la intemperie, de las vejaciones policiales, de las tensiones provocadas por los altercados de madrugada, del desgaste que supone cotidianamente la “logística”, permanecieron en pie la friolera de tres meses y medio, convencidos de la importancia de lo que contribuían a reavivar. Que no era poco.

El peso político de Nuit Debout

Preciso es subrayar, en primer lugar, la importancia en sí de la ocupación de esta gran plaza del centro de París, consagrada así a la reflexión política y al intercambio general de ideas. No sólo porque la capital carezca de lugares independientes para el reencuentro y la discusión[2]. La apertura a la ciudad, permitiendo participar a cualquier persona en las discusiones en AG o en comisiones, se ha convertido en un verdadero ágora; la libertad para organizar debates (si bien la inscripción en comités supone relegarlos a las agendas y a poder disponer de sistemas de sonido)… todo ello ha contribuido a hacer de “Nuit Debout” un espacio político en el más amplio sentido de la palabra.

Y es un hecho que tal iniciativa correspondía a una necesidad concreta. En una sociedad en gran medida atomizada; en una ciudad cada vez más y más colonizada por el turismo, el espectáculo, la “fiesta”; en un mundo en el que la expresión pública se encuentra usurpada por unos omnipresentes medios de comunicación, la necesidad de escuchar a los demás y hacerse escuchar, así como intercambiar y reflexionar juntos, gana en importancia. Es esta necesidad, pues, la que ha revelado el éxito inesperado de “Nuit Debout”. Y la que ha permitido la excepcional prolongación de esta dinámica, madurada y estructurada, desmintiendo de paso todos los pronósticos sobre su duración y la fecha de su agotamiento.

La iniciativa, además, se ha ampliado muy deprisa, por una parte debido a la función divulgativa y el respaldo del que se ha dotado gracias a Internet (mediante la emisora Radio Debout, Telé debout) y, por la otra, por su diáspora espontánea, ya que “Nuit Debout” ha aparecido en un número considerable de ciudades de Francia (con algunos apoyos en el extranjero), así como en algunos barrios de París y otras ciudades de la periferia, donde el simple hecho de la proximidad ha llevado a articular la movilización a través de cuestiones más locales, e incorporar así una dimensión más cohesionada.

Los media y los escépticos han hecho pronto hincapié en la restringida composición de los frecuentadores de “Nuit Debout”: se trataría exclusivamente, según ellos, de jóvenes blancos, parisinos y provenientes de las clases medias precarizadas –constatación que ha sido matizada, no sin el debido rigor, por un reciente estudio sociológico[3]. Cierto es que los barrios de las periferias no han acudido a la plaza. Pero ello no obsta para que tales reuniones y debates cotidianos hayan jugado un verdadero rol de socialización política de cara a los más jóvenes –rol que habían cesado de asumir desde hacía ya algún tiempo las luchas estudiantiles, pasando a ser escasas o inexistentes.

El carácter político ciertamente naiv de toda esta generación de jóvenes implicada en el movimiento no es en sí misma una debilidad, a pesar de lo que digan los grupos de ultraizquierda o los post-autónomos. Más bien les ha animado a tomarse el tema del poder al pie de la letra, asumiendo así el peso y la envergadura de su hipocresía. Está presente, pues, un elemento de maduración política que no se debe subestimar. Quienes hablan de recuperación política no han entendido que, para que ésta pueda prosperar, es menester que el movimiento pierda su capacidad de impulso y se resigne a la hegemonía de la cultura política dominante.

Pues “Nuit Debout” ha desempeñado también un papel nada despreciable en el movimiento de lucha. Y esto gracias al trabajo de las comisiones de la “huelga general” y la “convergencia de las luchas”, las cuales han reflexionado diariamente sobre las posibles acciones a acometer y respaldado las diferentes iniciativas; gracias también a la organización de debates de la AG, durante tardes enteras de las jornadas de movilización, sobre cuestiones que se planteaban sobre la lucha; pero sobre todo gracias al hecho de que “Nuit Debout” ha asegurado una forma de continuidad al movimiento en general, haciendo de alguna manera de alfombra entre las diferentes manifestaciones proyectadas en el calendario sindical –cosa que el movimiento contra la reforma de las pensiones de 2010 no supo realizar. Aunque bien es cierto que, desde finales de mayo, y debido al mal tiempo, se hizo notable cierto agotamiento.

A pesar de todas estas deficiencias, el movimiento se ha mantenido como una piedra en el zapato del gobierno, del cual no ha hallado aún la manera de deshacerse sin demasiado perjuicio para él. El trato sistemáticamente hostil y de menosprecio de los grandes medios de comunicación refleja a las claras hasta qué punto estas intervenciones broncas e incontrolables incomodaban al poder y a quienes tienen por cometido producir y divulgar su discurso. Es evidente que la presencia de un espacio en el cual la política se elabora fuera de todo control y de todo marco instituido no hace sino asustarle. Mientras que los “profesionales” de la acción política que podrían, como en España, orientar el movimiento hacia una simple renovación del personal en las estructuras ya existentes no han hallado (¿diremos “todavía”?) su correspondiente lugar[4].

La lucha contra la “loi travail”

La “loi travail” fue tramitada ante el Parlamento en la primera mitad del mes de marzo y aprobada el 12 de mayo por recurso del artículo 49-3. La moción de censura de la derecha ha sido rechazada y la izquierda disidente (ecologistas, PC, PG y los heterodoxos del PS), con 56 firmas, no logra dar con el número suficiente de diputados (58) que le permita presentar su propia moción. El PS comienza a resquebrajarse, y el recurso al 49-3 no ha hecho más que exasperar a los oponentes. Resultado: la movilización se amplía y gana ciertas empresas estratégicas, y el gobierno aparece apresado por su propia intransigencia[5].

Hacia mediados de mayo, el movimiento toma un giro más determinante. Como si de un disparo de advertencia se tratase, se dan bloqueos cerca de los puertos y de las refinerías por parte de los conductores profesionales, lo que dura hasta que el gobierno les promete la “sacralización” de sus horas suplementarias –que constituyen hasta la mitad de su salario–, haciéndoles evadirse así de las condiciones generales previstas por la “loi travail”.

Mientras tanto, la huelga gana un buen número de puertos y de refinerías de petróleo que se hallaban bloqueadas a la sazón. El 24 de mayo, la policía ataca al piquete de estibadores que están obturando el depósito de Fos-sur-Mer y promete desbloquear las otras refinerías y depósitos de carburantes. Durante tres semanas, las ocho refinerías han llevado a cabo la huelga y detenido la producción. Las intervenciones policiales encaminadas a retirar los bloqueos no han servido sino para alentar la determinación de los huelguistas, quienes no suministran ni una gota más de gasolina, en particular en el Oeste. No obstante, el gobierno logra evitar que la escasez de carburante afecte masivamente a la región parisina, sobre la cual se concentra ya la atención de los medios de comunicación. Las huelgas, en un comienzo más bien minoritarias, se hace rápidamente con cada vez más adeptos en las refinerías. Pero tampoco por mucho tiempo en este caso: se van agotando una tras otra, y pronto las gasolineras vuelven a estar abastecidas.

En la SNCF, la CGT convoca una huelga prorrogable todos los miércoles y jueves desde el 18 de mayo. Sud-Rail querría endurecer el movimiento y convoca la huelga prorrogable hasta el 11 de julio, fecha de la final de la Eurocopa de fútbol, pero por sí solo no posee el peso suficiente. El día 18, la dirección notifica una tasa de huelguistas del 15%, una cifra obviamente falsa, dado que entre un tercio y la mitad de los trenes no están circulando. Lo cierto es que en la SNCF los plazos de la lucha contra la “loi travail” coinciden con los de la lucha contra la reforma de los raíles, en la cual la UNSA y la CFDT hacen un llamamiento a la acción so pena de escindirse de su base, de corte más corporativista. La unión no durará mucho tiempo: desde la segunda jornada de huelga, estas dos confederaciones sugieren a sus miembros reanudar el trabajo. La primera semana de junio se presenta pues llena de riesgo, aunque la intersindical no había previsto manifestaciones. Los sindicatos han decidido priorizar la amenaza de una huelga prorrogable, aprovechando la ocasión de la Eurocopa de fútbol, sobre la coordinación de un movimiento más amplio de huelga y bien extendido a la espera de un momento en el que otras tantas categorías entren en juego. El convenio de empresas y sectores es aprobado por la CFDT y la UNSA (representantes del 30% de los votos en las elecciones) y  rechazado por la CGT y SUD (acumulando el 50%). Juntos, estos últimos podrían oponer su veto, pero el “sentido de responsabilidad” de la CGT prevalece: la federación de la CGT de los ferroviarios se niega a utilizar su derecho a veto, y el convenio es aceptado.

La CGT convoca también a la RATP a la huelga indefinida a partir del jueves 2 de junio, pero con resultados limitados –los bloqueos en las cocheras de autobuses, los cuales son más bien obra de las comisiones de “Nuit Debout” que de los propios huelguistas, son desmantelados el mismo día. Se va a la huelga también en los puertos, mientras que los aeropuertos y la aviación civil son convocados para hacer lo propio entre el viernes 3 y el domingo 5 de junio. Los pilotos de línea amenazan con ir también a la huelga una vez dé comienzo el campeonato europeo de fútbol, después de mediados de junio, pero, aislados de ahí en adelante, terminan por renunciar.

Para entonces, el sector energético se ha sumado al movimiento y varias centrales nucleares han disminuido la producción, imponiendo una reducción de la potencia que obliga a la EDF a importar electricidad. Las carencias no se hacen notar a nivel de los consumidores, como ocurre en el caso en la gasolina, pero el valor simbólico de una acción de estas características sigue siendo potente. Aquí también, al cabo de dos semanas, los huelguistas regresan al trabajo.

Conviene decir que la huelga atañe a varios sectores en los cuales la CGT dispone de una significativa presencia. Para algunos, el desafío fundamental es la lucha contra la “loi travail”. Es el caso de los puertos, el sector químico y de la energía, pero también de los servicios de recogida de basura (el ayuntamiento de París, por ejemplo, tendrá que recurrir a empresas privadas para la recolecta) y sobre todo de las plantas incineradoras, bloqueadas por los huelguistas y su personal de mantenimiento hasta la intervención policial (en Burdeos, la huelga dura hasta finales de junio). Otros sectores sostienen una serie de reivindicaciones específicas y aprovechan el clima de lucha generalizado para ponerse en huelga. El gobierno pretenderá desvincularlo del conjunto del movimiento, dando respuesta, a veces, a algunas de sus propuestas, anticipándose otras, y haciendo siempre promesas a diestro y siniestro. Es el caso de los casos de los conductores de camiones y los maquinistas. La administración pública forma parte también del conjunto de las profesiones que el gobierno consigue desvincular del movimiento acordando algunas muestras de generosidad, como por ejemplo un 1,2% de subida del índice de los salarios, una “prima de seguimiento y acompañamiento” (sobre unos 800€ anual de más) para el profesorado y, para todos los profesores de segundo grado, un salto automático de categoría, etc.

La ampliación y radicalización del movimiento, no obstante, permitiría a la CGT, no retomar el control de la situación. Actualmente se halla en posición de mostrar que, sin ella, el movimiento sería incapaz de imponerse al gobierno. En las empresas, no ha visto la luz forma alguna de coordinación autónoma (a excepción, políticamente significativa pero sin gran impacto, de las estaciones parisinas), y la aportación de “Nuit Debout”, por su parte, no ha sido decisiva. Si el gobierno acepta la negociación, todo está dispuesto para que la manifestación del 14 de junio derive en una manifestación para soterrar el movimiento.

Pero el gobierno se endurece. En vez de ofrecer a la CGT una vía de escape digna, le brinda la ocasión, insistiendo en defender a ultranza su proyecto de ley, de mostrar a sus bases que es capaz de obtener aún algún fruto. Cuando el proyecto de ley pasa por la comisión, en el Senado la derecha aprovecha para endurecer el texto original: la semana de 35 horas se ve aumentada; por ausencia de convenio de empresas o de sectores los asalariados podrían pasar a trabajar hasta 39 horas a instancias del patrón, 48 horas en caso de necesidad y un total de 60 horas en casos excepcionales; en las PME se introduce la posibilidad de firmar convenios individuales globales; se reintroduce un techo de indemnización, pudiendo ser determinado por magistrados en caso de despido improcedente (15 meses de salario); los aprendices pueden comenzar a la edad de 14 años en vez de los actuales 16.  De pronto, el gobierno presentará, el 8 de junio y como una versión “izquierdista” del proyecto,  su propia versión de ley, en un mitin que será considerado una provocación y que será contestado por unos miles de manifestantes. El 28 de junio, se aprueba en el Senado la ley modificada. Se da por supuesto que la Cámara de los Diputados volverá a presentar la versión original.

La CGT parece más dispuesta ahora a obtener el retraimiento de la reforma que en el 2010. Cabe decir que el gobierno se muestra intransigente, y que le excluye de las negociaciones anteriores a la redacción del texto. Pero, de hecho, la base de la CGT se ha movilizado aún más que con motivo de la reforma de las pensiones.  Lo que se explica, por un lado, por el perjuicio que supone para ella la alteración de la jerarquía de las normas, dado que perdería influencia en las negociaciones a nivel de empresa (donde en particular está activa la CFDT), pero también por la transformación que ha experimentado en su seno estos últimos años. Antes el PC controlaba estrechamente la CGT; hoy en día, ésta se ha convertido en una especie de federación de grupúsculos, autónomos tanto en la acción como en la toma de posición, lo que dificulta el control por la cúpula de toda la organización y favorece las pulsiones centrífugas.

La propuesta de hacer una “votación ciudadana”  lanzada por la CGT y FO, presentada como una forma de introducir en la lucha a una población predispuesta a “no poder” ponerse en huelga, no hace más que desplazar el terreno de confrontación de la huelga y de la calle –donde siguen defendiendo el movimiento– a las urnas, donde las cosas están, sobra decirlo, mucho más controladas. La mañana del 28 de junio, los medios de comunicación divulgan el éxito de la “votación ciudadana”: habría requerido 800.000 votos, de los cuales el 92% rechazan el proyecto gubernamental. Desde la perspectiva de la recogida de 1,3 millones de firmas para la solicitud, el triunfo es muy relativo.

Por parte del poder, no se excluye que se atenúe la intransigencia, dada la brecha que se ha abierto entre el gobierno y una buena parte de su base electoral. Varios diputados y responsables gubernamentales empiezan a temer las consecuencias perjudiciales del endurecimiento, sobre todo en vista de las próximas elecciones presidenciales, previstas para abril del 2017. Los descalabros y las contradicciones se multiplican, vislumbrando una búsqueda desesperada de una salida que les permita el lavado de cara. Muchos representantes socialistas parecen haber desechado la idea de una victoria de cara a las próximas elecciones presidenciales, y consideran que a tal punto ya no hay nada que perder. Un punto de vista que, paradójicamente, podría contribuir a la consolidación de la intransigencia del gobierno. De aquí, pues, la propagación de discursos tan contradictorios.

No obstante, se constata una cuestión de fondo: el movimiento no ha logrado transcender la base sindical de protesta “clásica” involucrando a la gran masa de asalariados. Teniendo en cuenta que el 75% de los franceses siguen oponiéndose –sondeo tras sondeo– al proyecto de ley y al modo en que el gobierno pretende imponerlo, los trabajadores no han tenido suficiente coraje, energía o arrojo para ponerse en huelga y protestar en masa en las calles.

Las manifestaciones a pie de calle son objeto de una guerra de cifras entre la CGT, que sobrestima el número de concurrentes, y la policía, que lo subestima sistemáticamente (la realidad se encuentra, por lo general, a medio camino entre unos y otros). Aunque debería tratarse más bien de la composición de las manifestaciones. Hay que señalar dos evoluciones a medida que avanza el movimiento:

– A partir de mediados de marzo, las manifestaciones, a excepción de la del 31, tienen una escasa participación sindical: cortejos bastante escuálidos en torno a los globos de los integrantes del sindicato, sin duda formados fundamentalmente por miembros de los órganos de la organización y pensionistas, siguen una cabecera de la manifestación compuesta por jóvenes, sindicados o no, cada vez más y más numerosos y diligentes. En su seno aparecen asimismo grupos mejor preparados para el enfrentamiento con la policía, los cuales, más o menos apoyados por gran parte de los presentes, en el momento en el que la policía pretende utilizar el servicio del orden de la CGT-FO como supletorio, acaban enfrentándose con éste. La presión de los manifestantes y los videos de los enfrentamientos que circulan por Internet rápidamente acaban con esta colaboración, demasiado vistosa.

– La manifestación del 26 de mayo constituye un punto de inflexión: mientras que el sector que encabece persiste, tres cuartos de la manifestación están compuestos, a partir de este momento, por las tropas de la CGT, quienes convocan con insistencia a los delegados de base en las empresas y la administración pública. Las manifestaciones de la FO y los Solidaires, aunque consistentes, son mucho más débiles. La FSU apenas se deja ver.

El cortejo que avanza a la cabeza de la movilización, independiente de las organizaciones sindicales, animado y formado por personas más combativas y curiosas, por estudiantes de bachiller, por militantes sindicalistas, asociativos o “nuit-deboutistas”, por autónomos y libertarios, etc., constituyen una novedad con respecto a los movimientos de los últimos treinta años, cuando la cabecera de las manifestaciones era acaparada con recelo por los sindicatos y, especialmente, por la CGT. La mera presencia de este cortejo autónomo visibiliza el cambio que ha vivido el clima social y la correlación de fuerzas dada en el seno del movimiento. Transforma asimismo el talante de las manifestaciones, por cuanto que sus integrantes deciden no retroceder ante un posible –o más que probable– enfrentamiento con la policía. En consecuencia, la presencia, a la cola de la manifestación, de pequeños grupos con experiencia en disturbios –grupos que no paran mientes en el riesgo que hacen correr a los demás al destrozar vitrinas de bancos, aseguradoras, tiendas, escaparates, carteles publicitarios, lo que hacen al estilo del insurreccionalismo más combativo–, pone en bandeja al poder, sobre todo a través de los grandes medios de comunicación a su servicio, la impresión de que semejantes manifestaciones no son sino cuestión, ante todo, de orden público.

Es más, es eso a lo que se ha reducido, en buena medida, el movimiento, al no poder poner sobre la mesa una respuesta política lo suficientemente satisfactoria como para desactivar el conflicto. Teniendo (como tienen los propios sindicatos) bastantes dificultades para gestionar la situación, el gobierno pretende atribuir a la CGT la responsabilidad de la existencia de este imprevisible e incontrolable cortejo. La manifestación del 14 de junio, concebida por parte de la CGT como un pulso tanto con el gobierno como con el movimiento y en la que aspira a afirmar su influencia, se convertirá pronto en motivo de una gran manipulación político-mediática: los daños ocasionados en la fachada del hospital Necker (donde se encontraba hospitalizado el hijo de una pareja de policías asesinados por un yihadista, y de lo cual sólo el gobierno estaba al tanto) es desmesuradamente exagerado con el fin de responsabilizar de ello a los encapuchados, y obligar así a la CGT a desmarcarse de su influencia. La siguiente manifestación (del 23 de junio) queda prohibida en un primer momento. Los medios de comunicación recuerdan a la audiencia que el último caso de prohibición de una manifestación sindical se remonta al 8 de febrero de 1962, en protesta por Algeria, turbio asunto que se acabó zanjando con la sonada masacre de Charonne (con ocho muertos). Recordatorio harto desagradable para un gobierno que se pretende de izquierdas, y que le lleva finalmente a autorizar la manifestación, eso sí, bajo estrecha vigilancia policial, con varios registros impuestos a quienes tratan de llegar al lugar de partida y demás controles. Por la tarde, los medios de comunicación anuncian que los incidentes acontecidos en las manifestaciones anteriores han sido evitados (a pesar de que la sede de la CFDT ha sido embestida por un centenar de manifestantes enervados), y no hacen siquiera mención de tantas otras manifestaciones no autorizadas que están teniendo lugar al mismo tiempo. El gobierno obtiene, sin embargo, un favorable resultado con la disipación del cortejo de cabecera, con lo que se retoma el tradicional estilo de la movilización sindical.

El 28 de junio se autoriza la manifestación, pero se reanudan los registros y controles en los lugares de reunión. Además, la Bourse du Travail, donde tenía lugar una asamblea general repleta de militantes procedentes de distintos sectores sociales, es acorralada por la policía, impidiéndoles sumarse a la manifestación, para encontrar un precedente de lo cual habría que remontarse aún más en el tiempo… Pero, grata sorpresa, a pesar del filtro de la policía, el cortejo de cabecera reaparece (y logra romper su cupo de vitrinas durante el  recorrido).

La represión del movimiento es engorrosa: en sólo tres meses, 1900 personas han sido detenidas, de las cuales más de un centenar son juzgadas y condenadas poco después mediante comparecencia inmediata. Las intervenciones de la policía se cuentan ya por miles, fuerza que ensaya novedosas técnicas de acción contra los manifestantes. Técnicas no tanto para el control de la situación cuanto para la generación de una provocación organizada: las manifestaciones están acordonadas por la policía, bloqueadas en varias ocasiones o cortadas en tramos o secciones, lo que conduce a la exasperación tanto de los manifestantes pacíficos como de otros –organizados para el enfrentamiento.

La gestión del orden público parece alejarse de la que observamos como tendencia a nivel europeo, y, entre los propios especialistas de la represión, varias voces critican las prácticas de acción policial en Francia[6]. Esto se explica si consideramos que se trata de un mensaje político dirigido por el gobierno al movimiento a pie de calle, donde el ímpetu de la represión sobrepasa a aquél que fuera antaño desplegado y mantenido por la derecha.

Pero no cabe duda de que la represión tiene, a pesar de todo, un efecto no buscado por quienes la han puesto en marcha: la necesidad de convencer a la generación de jóvenes, para quienes el movimiento constituye una primera toma de conciencia y de socialización política, de que el Estado es ante todo una tropa de hombres armados que aspiran a legitimar el monopolio de la violencia. Una generación que experimenta, de forma directa además, la brutalidad de la policía y de quienes les dictan las órdenes. Si en la época de la COP 21 y al principio de “Nuit Debout” podíamos escuchar gritos de “La pólice avec nous!”, hoy en día ya no se corre ese riesgo…

Como en todo movimiento real, varían y, en ocasiones, son incluso contradictorias las motivaciones de los diferentes grupos que lo integran. Pero el gobierno se encarga de acaparar las tensiones acumuladas y de asimilar los descontentos. Las medidas regresivas adoptadas por el gobierno de estos últimos años no se han olvidado, con todo, y la memoria sigue intacta en aquellos colectivos que formaron parte activa de la lucha.

En su conjunto, por lo tanto, el movimiento constituye algo más importante que la simple lucha contra la “loi travail”, el estado de emergencia, la represión policial o a favor de la idea de tomar las plazas. Pone de manifiesto la brecha abierta entre el Estado y la población, y especialmente entre la izquierda gubernamental y la sociedad predestinada a sostenerla –lo que confirma la propagación de discursos críticos con la ficción demócrata en la que se ha convertido el sistema “representativo”. Y ello con la continuidad que otorga a las numerosas derrotas electorales del PS desde hace dos años (municipales, comarcales, regionales), partido que corre el riesgo de verlas aumentar en un futuro muy próximo, y más allá del destino de la “loi travail”.

G. Soriano y Nicole Thé.

París, a 28 de junio de 2016.


GLOSARIO

CFDT: Confédération Française Démocratique du Travail (Confederación Francesa Democrática del Trabajo).

CFTC: Confédération Française des Travailleurs Chrétiens (Confederación Francesa de Trabajadores Cristianos).

UNAS: Union National des Affaires Sociales (Unión Nacional de Asuntos Sociales).

CFE-CGC: Confédération Française de l’Encadrement – Conféderation Générale des Cadres (Confederación Francesa/General de Ejecutivos).

CGT-FOSolidaires-FSU-UNEF-FIDL-UNL: Intersindical.

CGT: Confédération Générale du Travail (Confederación General del Trabajo).

FOSolidaires: Force Ouvrière Solidaires (Fuerza Obrera Solidarios).

FSU: Fédération Syndicale Unitaire (Federación Sindical Unitaria del Funcionariado o de la Administración Pública del Estado).

UNEF: Union Nationale des Estudiants de France (Unión Nacional de Estudiantes de Francia).

FIDL: Fédération Indépendante et Démocratique Lycéenne (Federation Independiente y Democrática de Estudiantes del Liceo-Bachillerato).

UNL: Union Nationale Lycéenne (Union Nacional de Estudiantes del Liceo-Bachillerato).

UEC: Union des Etudiants Communistes (Unión de Estudiantes Comunistas).

Front de Gauche: Coalición política de izquierdas fundada en el 2008. Su actual líder Jean-Luc Mélenchon.

Mili: Mouvement Inter Luttes Indépendant (Movimiento Inter-luchas Independiente).

DAL: Association Droit Au Logement (Asociación Derecho a la Vivienda).

LDH: Ligue des Droits de l’Homme (Liga de Derechos Humanos).

Gisti: Groupe d’Information et Soutien des Immigrés (Grupo de Información y Apoyo a los Inmigrantes).

COP21: United Nations Conference on Climate Change (Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Paris-Le Bourget del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2015).

Stalingrad: Campamento de refugiados improvisado en el norte de París bajo la estación de Stalingrad en la Place de la Chapelle (Quai d’Austerlitz).

Lycée Jean-Jaurès: Instituto de bachillerato en Saint Clément de la Rivière, en Montpellier.

Mouvement des désobéissants: movimiento de desobedientes. Según www.zones-subversives.com, este movimiento se basa en la acción directa no violenta, proyectándose como alternativa a los métodos tradicionales de las luchas sociales; procede de Greenpeace, siendo Xavier Renou una figura emblemática del movimiento en el marco de las movilizaciones antiglobalización y de los llamados “Indignados”.

Action Climat (o Réseau Action Climat), es representante en Francia de Climat Action Network International. Se trata de una red coordinadora de ONGs en torno a la lucha contra el cambio climático.

On Bloque Tout: (Bloqueamos todo/Bloqueemos todo) se trata de un llamamiento firmado por más de 1600 sindicalistas y estructuras sindicales contra la “loi travail”. Su objetivo es contribuir al debate sobre las posibilidades y modalidades de la generalización y redirección de la huelga, entendida ésta como la única opción para lograr la completa retirada de la “loi travail”. Más información disponible en francés en: http://onbloquetout.org.

Solicitud de Caroline de Haas: petición de firmas por Internet contra la reforma laboral en Francia; “Loi travail: non, merci!” (“Reforma laboral: no, ¡gracias!”). Disponible en: http://loitravail.lol.

Bourse du Travail: es una institución dirigida a la actividad sindical. Sus dinámicas han estado a menudo integradas en secciones de la CGT –mayor sindicato de Francia–, como es notable en el seno de la Bourse de Travail de París. En el marco de las movilizaciones contra la reforma laboral en Francia, han constituido un espacio de referencia de los debates entre sindicatos y otros colectivos independientes integrados en las movilizaciones.


[1] Los vídeos que muestran la violencia policial en noviembre y diciembre en la Plaza de la República (París) no dejan lugar a dudas.

[2] Incluso La Parole errante (La Palabra errante), en Montreuil, está amenazada a partir de este momento, y nada garantiza el triunfo de las iniciativas puestas en marcha por las reagrupaciones, encaminadas a preservarlas de padecer el amargo destino de otros tantos espacios militantes.

[3] https://gazettedebout.org/2016/05/17/qui-sont-les-nuitdeboutistes-enfin-une-etude-serieuse/#more7821.

[4] Se notará, de hecho, la supresión progresiva del rol de algunas de las personalidades que contribuyeron a impulsar el movimiento, como Ruffin y Lordon (sus concepciones de la movilización, impregnadas fundamentalmente por la idea leninista según la cual las movilizaciones se conciben y se organizan en restringidos comités de iluminados, resulta no sintonizar más con el sentir y la voluntad de los actores de “Nuit Debout”, quienes se mantienen convencidos sobre lo bien fundado y la solidez de su movimiento).

[5] Al igual que cuando se trató de incluir en la Constitución la privación de la nacionalidad francesa a todos los terroristas con doble nacionalidad, lo que se saldó con un rotundo fracaso.

[6] Ver Olivier Fillieule y Fabien Jobard, «Un splendide isolement. Les politiques françaises du maintien de l’ordre» y Joseph Confraveux, «Le pouvoir politique est affaibli face au pouvoir policier».