La Seguridad Social

Artículo publicado en el Boletín de las Plataformas de CC.OO. nº 5, julio 1971.

La Seguridad Social, como alguien la definió, es la afirmación del derecho humano de disponer de las mismas oportunidades delante del riesgo de enfermedad, invalidez, vejez, etc.

En el siglo XIX, las condiciones de trabajo infrahumanas, los bajos sueldos, el em­pleo de mano de obra barata (niños), etc. dejaban al trabajador en una situación de to­tal «inseguridad”. La lucha y los continuos conflictos que esto creó, obligaron a go­bernantes alemanes a crear un plan sanitario obligatorio, cuya financiación estaría a cargo de los impuestos generales, y a través de éstos del trabajador mismo. En reali­dad, los gobernantes alemanes con esto sólo pretendían poner un freno al socialismo.

EN ESPAÑA

El punto de partida do la Seguridad Social Española, (suponiendo que se pueda llamar Seguridad al sistema que excluye a los enfermos mentales y a los ancianos) es en 1908 con la creación del Instituto Nacional de Previsión, organismo autónomo dependiente del Ministerio de Trabajo, con la puesta en marcha de un seguro voluntario, que será el germen del posterior Seguro Obligatorio de Enfermedad.

La guerra destruyó todo lo establecido, y al término de la misma, y de lo que ello su­puso para la lucha de clases, es cuando el S.O.E. inicia su puesta en marcha. Vemos pues, como la Seguridad Social española ha sido una concesión paternalista desde arri­ba, y no una conquista de las masas proletarias organizadas.

La S.S. considerada aisladamente es una medida buena, sin embargo, incluida en la lucha de clases es contra-revolucionaria, ya que integra y permite la supervivencia de una clase sobre otra, cumpliendo una función estabilizadora. Además, así como el capitalista tiene necesidad de asegurar el funcionamiento de sus máquinas, del mismo modo experimenta la necesidad de asegurar al obrero como elemento imprescindible para que estas máquinas funcionen.

La S.S. española comprende los seguros de:

Desempleo (sólo cubre el 75% del sueldo base), Invalidez, Vejez, Subsidio familiar y S.O.E. (seguro obligatorio de enfermedad).

El S.O.E. cuenta con 71 hospitales (Residencias) con un total de 20.500 camas, 520 ambulatorios, abarcando al 70 % de la población, por lo cual estas cifras son del todo insuficientes.

El S.O.E. intenta dar una apariencia de medicina avanzada, cuando en realidad, no puede cubrir las necesidades sanitarias del país.

Se dispone de residencias e instalaciones adecuadas para asistir a enfermos graves, pero en muchos casos la gravedad no existiría si la enfermedad hubiese sido bien tratada desde sus comienzos.

¿MEDICINA PREVENTIVA… ? ¿POR QUÉ?

En un reciente estudio hecho sobre la asistencia médica en Cornellá, podemos ver que el promedio de tiempo invertido por visita, en los ambulatorios, es de 1 minuto 3O segundos.

Si se tratase de servir los intereses del pueblo se daría la importancia necesaria a la prevención de enfermedades, ya que a uno le interesa más no ponerse enfermo, que ser bien atendido cuando lo está y la enfermedad hubiera podido evitarse. Pero es ló­gico pensar que no interesa tomarse en serio una medicina preventiva, ya que esto im­plicaría un estudio sobre las condiciones de vida y trabajo de la población. Y estas condiciones solo pueden variarse en la medida que interesan a los capitalistas, y no para atender a los intereses de una colectividad.

Muchas enfermedades podrían evitarse o aliviarse con una adecuada formación sanitaria de la población, pero esto tampoco interesa ya que permitiría a la gente tener los elementos necesarios para efectuar una crítica a las estructuras sanitarias.

NO EFECTUEN QUEJAS… SEÑORES

A pesar de todo esto, aún se intenta dar a la S.S. una apariencia de servicio público. Es norma de los directores de las instituciones de la S.S., que más importante que la curación de un enfermo, es que él o sus familiares no efectúen quejas que puedan dar a conocer la realidad de estas instituciones. Si se amenaza con enviar cartas a la prensa, la dirección exige al personal sanitario que extreme su actividad paternalista, ya que es más importante que no se produzcan quejas que el que se haga un trabajo mé­dico correcto.

Se habla constantemente de la necesidad de que la relación médico-enfermo se efectúe a un nivel personal. Si son muchos los factores que contribuyen a la distanciación del médico y el enfermo, la S.S. los fomenta y los exagera todavía más.

SOMOS DE DISTINTA CLASE

El enfermo y el médico son dos personas de distinta clase a las que se interpone una estructura burocrática, la S.S., con una orientación política en desacuerdo con los in­tereses de ambas.

La «clase médica» no tan sólo no hace nada para llevar a cabo una educación sanita­ria eficaz, sino que rodea su ciencia de un misterio, más propio de magia, que de una ciencia al servicio del bienestar del pueblo. El médico escudado tras su bata blanca desprecia olímpicamente al «cartillero», empleando unos términos que éste no entiende y evitando darle las explicaciones que deberían serle aclaradas.

Vemos pues que el S.O.E. asegura al capitalista la reparación del trabajador, al tiempo que reduce, en parte, unas anomalías que por sí solas denunciarían un grado de explotación. Veremos ahora como es también una fuente de ingresos para el capital.

NUESTROS AHORROS FORZOSOS…

El presupuesto de la S.S. equivale aproximadamente al 50% del presupuesto del Esta­do, en 1969 fue de 141.430 millones de pesetas.

Si bien es verdad que la S.S. en un principio necesita tener un fondo para hacer frente a lo que se presente, una vez conseguido este fondo, se pueden prever los gas­tos, y pasar a recaudar únicamente lo necesario. La recaudación excesivamente elevada de la S.S. española (la única que cuenta con superávit) hace que se esté sometiendo al trabajador a un ahorro forzoso, sin ninguna justificación.

En 1969 se ahorraron 18.590 millones de pesetas, y los intereses de este dinero fueron 3.300 millones, lo cual supone un 1’5% intereses, cuando cualquier banco da como mínimo un 2 o un 3.

¿… AL SERVICIO DE QUÉ INTERESES?

Este ahorro forzoso de los trabajadores no son éstos quienes lo controlan, sino que es invertido en obras de interés para el Estado, como por ejemplo, la financiación de las empresas del I.N.I., las universidades laborales o las becas para los hijos de los mutualistas, que deberían estar a cargo del ministerio de educación, o la construcción de un «Pabellón de Gobierno» (es decir, salas para la dirección, de recreo, de diversión, etc.) de la ciudad sanitaria con un coste de 150 a 200 millones de pesetas que sólo sir­ve para la ostentación lujosa que satisface los delirios de grandeza de la burocracia dirigente, mientras que existe una escasez de camas que hace que un enfermo grave ten­ga que ser trasladado de un lado a otro en busca de cama.

UN ENGAÑO

Todo esto es una estafa para la clase obrera, que es quien financia la S.S., ya que si oficialmente está establecido que del 50% del sueldo base que se cotiza, el obrero pague el 12 % y el empresario lo restante, es esta una manera muy original de contabi­lizar, ya que el empresario además de cobrarse este tanto por ciento en el precio de los productos, cuando va a contratar a un obrero verá que además de la paga diaria, 136 pesetas, tiene que pagar a la S.S. 59 pesetas, y por tanto dicho trabajador le cuesta 195 pesetas, y le contratará si este obrero le produce 195 pesetas o más.

UNA MENTIRA

En el segundo plan de desarrollo uno de los fines de la S.S. era servir de instru­mento de redistribución de renta, que el tanto por ciento con que se contribuye a la S.S. sea más elevado cuanto más elevado sea el sueldo. Pero esto es al revés, ya que un peón cotiza al año el 36’5 % de su salario, mientras que un administrativo sólo el 18%, y sobre un sueldo de 25.000 pesetas al mes sólo se cotiza el 9’6%. Por tanto a menor sueldo mayor tanto por ciento de cotización anual.

UNA POSIBILIDAD

Si la clase obrera tuviera el control de las reservas de la Seguridad Social, o sea de su «capital», se podría llegar a un dominio obrero de la economía española, ya que aunque es muy difícil calcular este capital, y la información empeora cada vez, Tamames dice que se puede calcular en 120.000 millones de pesetas, la ley de Banca española permite crear un Banco a partir de 200 millones de pesetas.

UNA TRISTE CONSECUENCIA

Además, el capital de la clase obrera, no sólo es una ayuda para el capitalismo, sino que además es un estímulo para su desarrollo, ya que al tener asegurado económi­camente el riesgo de enfermedad, vejez, etc. el trabajador invierte en bienes de con­sumo el dinero que en otro caso habría dedicado al ahorro.