Reproducimos un artículo publicado el pasado noviembre en Clash City Workers. Aunque no coincidimos en la perspectiva general con la que se aborda el análisis de la situación presente (por ejemplo, en la manera en que se concibe el neo-liberalismo como un mero proyecto político y no como una fase contradictoria de desarrollo del capitalismo y la lucha de clases), pensamos que contiene información útil sobre la situación del proletariado y la lucha de clases en Italia.
Conforme el gobierno de centro izquierda intensifica su proyecto de restructuración neoliberal, una ola de lucha de clases auto-organizada recorre Italia.
En 2006, Warren Buffet, el famoso especulador billonario, confesaba en una entrevista que: “Hay una guerra de clases, es cierto, pero es la mía, la de los ricos, la que la lleva a cabo y la que está ganando”. Desde entonces esta lucha de clases se ha ido agudizando en Italia. Desde el 2000, los salarios reales han ido descendiendo, registrando incluso una bajada más acentuada desde el inicio de la crisis del 2007-2008. En términos reales, actualmente los salarios son como en 1990.
Al mismo tiempo, el desempleo se ha disparado. Según las estadísticas en septiembre del 2014 había 3.23 millones de parados. La tasa de desempleo aumentó al 12.6% ese mes, mientras la tasa de paro juvenil (entre 15 y 24 años) llegaba al 42.9%. En septiembre de 1983, estas tasas eran respectivamente del 7.5% y 25.9%. El coeficiente Gini, que es el más usado para medir la desigualdad económica, ha retrocedido a niveles de los años 70. En 2012, de media, fue del 34.9%, como en 1979.
Pero probablemente, desde que empezó la actual crisis (2007/08), el indicador más evidente de la guerra de clases actualmente en curso en Italia es el aumento del poder adquisitivo de la burguesía y el continuo descenso del correspondiente al proletariado, lo que demuestra que la crisis ha sido una oportunidad que los ricos han aprovechado para privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.
UN CLARO PROYECTO POLÍTICO
Esta Guerra de clases que se desarrolla en Italia no es un producto “natural” del curso económico global. Al contrario, se trata de un claro proyecto político llevado a cabo por los gobiernos del centro-derecha y centro-izquierda que se han repartido el poder en Italia en los últimos 30 años. El propósito de este proyecto es deteriorar consistentemente las condiciones de vida y de trabajo que el movimiento obrero logró conquistar durante la ola revolucionaria de los 70, con el fin último de alcanzar ese sueño de los patrones: mano de obra barata y disciplinada que atraiga el capital internacional.
Desde el inicio de esta crisis, este proyecto neoliberal que la burguesía italiana y la del resto de Europa registraron por escrito en el Memorándum del 2011 se ha convertido en la agenda política de los 3 gobiernos que se han sucedido desde entonces, el de Monti, el de Letta y el de Renzi (ninguno de los cuales fue elegido por el pueblo italiano).
La primera de las 3 secciones que forman el Memorándum señala que hay que reforzar las medidas de austeridad y reducir drásticamente los gastos estatales de la administración local, infraestructuras, bienestar, salud, educación, etc. Estas medidas provocaron una dura resistencia del movimiento estudiantil entre 2008 y 2011, contra la reforma educativa de Gelmini, así como la explosión de las protestas anti-austeridad, que recientemente se han centrado en el problema de la vivienda.
La segunda sección consiste en una ola de privatizaciones que ha afectado principalmente a los transportes, telecomunicaciones y servicio postal, y contra la cual el pasado invierno se organizaron duras protestas por parte de los trabajadores y los usuarios, protestas que parece que se van a repetir muy pronto.
La tercera y última sección del Memorandum trata sobre el mercado de trabajo, que se pretende desregular completamente. El gobierno está tratando de afrontar estas políticas laborales con un paquete de medidas llamado Jobs Act. Esta agenda constituye el manifiesto político de la burguesía italiana, hasta el punto de que el Presidente de la Asociación Industrial Italiana (Confindustria), Giorgio Squinzi, se ha referido recientemente a la política laboral de Renzi como “un sueño hecho realidad”.
UNA OLA DE MOVILIZACIONES
Los intentos de aprobar el Jobs Act en el parlamento han desatado una ola de movilizaciones obreras por todo el país. Incluso el hasta hace poco anodino sindicato CGIL se ha visto obligado a dar un paso adelante y convocar una gran manifestación en Roma a finales de octubre y una huelga general el 5 de diciembre. Mientras, los obreros protestan y se ponen en huelga como no habían hecho desde hace muchos años, contra el Jobs Act y en defensa de sus empleos.
Estos violentos ataques contra los trabajadores hay que considerarlos como el siguiente paso de un proyecto político dirigido a imponer la precariedad como estándar de vida para las clases bajas, para “todos los que producen y reproducen la vida urbana”. Por eso fue posible unificar las luchas sociales contra la reforma educativa, las medidas de austeridad y sobre todo por el derecho a la vivienda, en noviembre de 2014.
Entonces, acudiendo a la llamada de muchos de los sindicatos de base y del mayor sindicato del metal, FIOM, miles y miles de personas tomaron las calles para cortar la circulación de bienes y personas por las principales ciudades italianas. La jornada de movilización comenzó temprano con cortes en la entrada de muchos polígonos y centros de trabajo.
En Pisa, los trabajadores de AVR cortaron la entrada a las oficinas de esta compañía de limpieza subcontratada que pretende empeorar las condiciones de trabajo y reducir los salarios. Más tarde, los mismos trabajadores, junto con activistas locales, se unieron a los trabajadores de GB en el aeropuerto local, donde chocaron con la policía para conquistar su derecho a protestar contra las condiciones de trabajo impuestas por una compañía que está ganando millones de euros con la gestión del aeropuerto.
Las clases se cancelaron en muchas universidades, incluida la Universidad Federico II de Nápoles. En Roma, el movimiento por la vivienda ocupó las oficinas de la empresa encargada del abastecimiento y gestión del agua, ACEA, para protestar contra los cortes de agua a los clientes insolventes, mientras otros activistas acompañaban a muchas familias que necesitan alojamiento en la okupación de un gran edificio vacío, antigua central de un gran banco italiano, el BNL.
Al mismo tiempo, en Nápoles, se ocupaban las oficinas de registro en contra del plan de Lupi que rechaza conceder la residencia legal a quienes viven en casas okupadas. El movimiento por la vivienda de Florencia cortó un importante cruce, paralizando el tráfico de todo el norte de la ciudad, el área con más casas okupadas.
A media mañana se desarrollaron manifestaciones y marchas por todo el país. Turín, Milán, Bérgamo, Brescia, Génova, Padua, Verona, Treviso, Venecia, Bolonia, Rímini, Florencia, Pisa, Massa, Nápoles, Palermo y Olbia, son solo algunas de las muchas ciudades por las que cruzaron miles de estudiantes, trabajadores y activistas. Estas manifestaciones discurrieron por las arterias principales, para cortar en la medida de lo posible la circulación de bienes y mano de obra por el área urbana.
Se produjeron choques con los antidisturbios en muchas ciudades, los más fuertes en Milán, Pisa y Padua. En algunos casos, como en Nápoles y Florencia, las manifestaciones pasaron o terminaron ante las oficinas de la Asociación Industrial, que fue señalada por los manifestantes. Este movimiento de clase ha comprendido que esta asociación patronal es el verdadero enemigo, la responsable junto al gobierno de Renzi de la actual política laboral y de la precariedad de inunda todos los rincones de la vida de las clases bajas.
RESISTENCIA, UNIDAD, ORGANIZACIÓN
Estas tres palabras centran la agenda política que la clase obrera y los movimientos sociales están tratando de poner en práctica. La primera es resistencia. Resistencia contra un proyecto político que la clase dominante italiana y europea quiere imponer en nuestras vidas. La clase trabajadora necesita confiar en sus propias fuerzas, y no pensar que la batalla ya está perdida.
La segunda es unidad. Unidad de quienes “sólo poseen su fuerza de trabajo”. Este es el gran mensaje que guio la jornada de movilización del 14 de noviembre, como demuestra también la decisión del principal sindicato de base del sector logístico, SiCobas, de marchar junto a los metalúrgicos en una gran manifestación en Milán.
La tercera es organización. El actual entusiasmo no basta para ganar la batalla contra el gobierno de Renzi y su política de precariedad. Hay que organizar la acción de las clases subalternas a largo plazo y aprovechar las diferentes formas de acción directa.
Un ejemplo concreto de este contra-proyecto se ha puesto en marcha en Livorno, donde se ha formado hace poco una Coordinadora de Trabajadores y Trabajadoras de Livorno que ha sido capaz de movilizar a toda la ciudad en apoyo a su lucha contra la pérdida de 2.000 puestos de trabajo en todo el área urbana. El pasado sábado, a pesar de la intensa lluvia, más de 3.000 trabajadores, estudiantes, hinchas de fútbol, activistas del movimiento por la vivienda y gente corriente tomaron las calles en una espectacular manifestación que recorrió toda la ciudad, mientras muchos pequeños comercios cerraban en solidaridad con los trabajadores.
La Coordinadora de Livorno es una iniciativa de base que reúne a cientos de trabajadores de todo el área urbana de Livorno, muchos de los cuales son militantes de sindicatos de base. La idea de este proyecto es tan sencilla como potente: los trabajadores tienen intereses comunes y tienen más fuerza en la lucha cuando están unidos, al margen de cuál sea el empresario que les paga o el sector en el que trabajen. Aunque la Coordinadora no tiene más que unos meses de vida, ha sido capaz de situar la cuestión del trabajo en el centro de la agenda política de la ciudad.
La experiencia de Livorno demuestra que el movimiento de base de los obreros, estudiantes y gente corriente puede ser efectivo y convertirse en la voz de la mayor parte de la población. Sin embargo, hay obstáculos y enemigos que dificultan esta posibilidad. Un creciente odio racista que tiende a separar a los trabajadores migrantes del resto de la clase está cogiendo impulso en los suburbios de las metrópolis italianas, promovido por grupos fascistas como Casa Pound y otros partidos xenófobos como la Liga Norte. Y afecta a toda Italia, como demuestran los recientes sucesos de Bolonia y Roma.
Sin embargo, las movilizaciones del 14 y 15 de noviembre señalan el camino a seguir en el “trabajo cotidiano y gris” que hay que desplegar en los centros de trabajo y los barrios, y dentro de poco a nivel nacional, en una lucha que afectará a todo el país como es la huelga general convocada por la CGIL para el 12 de diciembre. La lucha de clases ha vuelto a Italia y no dejará de agitar el país en el futuro próximo.
Alfredo Mazzamauro, doctor en Historia en el Instituto Europeo Universitario de Florencia.