El son del desahucio

La historia se repite, y las viejas canciones recuperan su significado. Hilario Camacho (1948-2006) pertenece a esa generación de cantautores españoles que surgieron durante la década de los 70 y pusieron banda sonora a una época agitada en la que la lucha del movimiento obrero dificultaba el tránsito sereno de la forma dictatorial de gobierno del capital a la forma democrática. Un proceso que sólo se pudo completar con la colaboración de las fuerzas de “izquierda” y republicanas, encargadas de someter a los trabajadores a la disciplina burguesa, y, ¿por qué no decirlo?, con la ayuda muchas veces también de estos mismos artistas.

Tras formar el grupo Canción del Pueblo en su época universitaria (fenómeno paralelo a la nova cançó catalana aunque, tal y como ellos declaraban, «sin la financiación y el apoyo de la burguesía como en Cataluña») y grabar varios discos en los 70, a Hilario Camacho la fama sólo le llegaría en los 80 con Tristeza de amor, que fue la sintonía de una serie televisiva.

A su muerte un amigo le dejó escrito un panegírico que merece reproducirse e incluso ser reapropiado:

Es verano. Leo El negro del Narcissus, de Joseph Conrad: «Ni el mar ni la tierra son fieles a sus hijos: una verdad, una fe, una generación de hombres desaparece, y es olvidada, y a nadie le importa. Salvo, tal vez, a los pocos que creyeron en la verdad, profesaron la fe o amaron a esos hombres». Y vuelven a sonar canciones de Hilario Camacho y la guitarra de Guille Martín. Para siempre en la memoria.

En 1968, cuando según sus palabras aún no era más que un “aficionado”, Hilario Camacho musicó estos versos del poeta cubano Nicolás Guillén, en unos años en los que las influencias folk llegadas del otro lado del océano eran bien recibidas por los jóvenes artistas y adaptadas a la realidad y la música tradicional española. Aunque en aquella época los desahucios afectaban a los inquilinos y no a los propietarios hipotecados, la reivindicación y la protesta es la misma: “[…] ayer me citó el Juzgado, y dije que no he pagado porque no tengo dinero, y estoy parado”.

EL SON DEL DESAHUCIO

El alquiler se cumplió:
te tienes que mudar;
ay, pero el problema es serio,
porque no hay con qué pagar.

Si encuentras cuarto vacío,
te tienes que mudar,
y si acaso no lo encuentras,
te tienes que mudar.

Si el dueño dice: «Lo siento»,
te tienes que mudar;
pero si no dice nada,
te tienes que mudar.

Como sea, como sea,
te tienes que mudar;
con dinero, sin dinero,
te tienes que mudar;

Calma, mi compadre, calma,
vamos los dos a cantar,
que venga el casero ahora,
él nos podrá acompañar.

Oiga usted, amigo casero,
ayer me citó el Juzgado,
y dije que no he pagado
porque no tengo dinero,
y estoy parado.

Yo no salgo a la calle,
porque el agua a mí me moja;
venga usted, casero, y diga,
si va a curarme el catarro,
después que el agua me coja.

Conozco pisos vacíos
y casas sin habitantes:
¿cómo voy a estar en pie,
con tantos puestos vacantes?
Calma, mi compadre, calma,
vamos los dos a cantar;
que venga el casero ahora,
él nos podrá acompañar.

¿A usted lo achica el miedo?
No, señor;
a mí no me achica el miedo,
y aquí me quedo,
sí, señor,

a mí no me achica el miedo,
y aquí me quedo,
sí, señor.